El domingo que nadie quiere mirar

OPINIÓNRicardo ZIMERMANRicardo ZIMERMAN
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Por RICARDO ZIMERMAN

x: @RicGusZim1

Por momentos, la Argentina parece un país que vive en loop, condenado a repetir su propio déjà vu con diferentes protagonistas. En 1812, Juan José Castelli, el orador de la Revolución de Mayo, escribió antes de morir: “Si ves al futuro, dile que no venga”. Más de dos siglos después, la frase podría ser tranquilamente el lema no oficial de esta semana electoral. Ni el Gobierno libertario ni la oposición peronista quieren mirar lo que viene. Y si lo hacen, lo hacen con miedo.

Donald Trump —ese espejo distorsionado donde Milei suele mirarse— lo sintetizó en el aire del Air Force One: “Argentina está luchando por su vida. No tienen dinero, no tienen nada, están luchando duro por sobrevivir”. La frase fue dura, incluso para alguien que suele hablar en titulares. Pero no mentía. Lo que describió fue, en realidad, el estado de ánimo compartido en toda Argentina: un país entero peleando a los gritos, más por evitar una derrota que por ganar algo.

En ese contexto de ansiedad terminal, el peronismo entró en pánico por una pantalla. En el simulacro del Correo Argentino, los apoderados de Fuerza Patria —la marca electoral con la que el kirchnerismo tratará de disimular su fragmentación— se espantaron al ver que los resultados iban a mostrarse por “espacio político” y no por distrito. La simulación mostraba una categoría “Argentina”, como si se tratara de una presidencial. Para los más experimentados en las picardías electorales, eso fue suficiente para oler trampa: sospechan que el Gobierno busca mostrar una victoria nacional que, legalmente, no existe.

La reacción fue inmediata. Preparan una ofensiva judicial para impedir que el Ejecutivo monte lo que llaman “un relato de victoria anticipada”, hecho a medida para Trump y los mercados. En Balcarce 50 respondieron con ironía: “Si están todos peleados y no lograron una fuerza nacional, ¿qué culpa tenemos?”. Lo cierto es que el peronismo llega dividido en trece sellos distintos y otros once nombres de fantasía según la provincia: Fuerza Justicialista Mendoza, Frente Pueblo San Luis, Tucumán Primero, Defendamos La Pampa. Un archipiélago político en busca de una bandera común.

Conscientes de ese caos, los estrategas de Fuerza Patria planean difundir su propio recuento paralelo mediante una aplicación llamada “Resultados 2025”, un intento desesperado de controlar la narrativa del domingo. No es menor: la pelea por el relato es, hoy, lo único que une a un peronismo fragmentado. De Cristina a los gobernadores, de los intendentes al sindicalismo, todos coinciden en un eslogan casi defensivo: “Frenar a Milei”. Traducido: frenar el futuro.

El Gobierno, sin embargo, atraviesa su propio tembladeral. Detrás de la sonrisa de Milei, hay un gabinete que cruje. El Presidente ordenó “paz interna” hasta después de las elecciones, pero ya se habla de recambios: Patricia Bullrich dejará Seguridad, Luis Petri se irá de Defensa, y Manuel Adorni saldrá de la Vocería Presidencial. Hay ministros que hacen las valijas mientras otros sueñan con cargos que aún no existen. Cuando le preguntaron si Santiago Caputo tendría un rol formal, Milei respondió con un guiño: “Absolutamente. Pero no se adelantan los nombres ni los cambios. La mejor forma de arruinar a un funcionario es anticiparle el cargo”. Una definición entre maquiavélica y venácula.

Milei sabe que los resultados del domingo no solo marcarán si gana o pierde una elección: marcarán si puede gobernar. Lo que se juega es su capacidad de conseguir bancas suficientes para sostener el plan de reformas laborales, previsionales y tributarias que prometió. Si el Congreso le da la espalda, su proyecto libertario quedará reducido a fuegos de artificio. Si logra mayoría, empezará la verdadera batalla: hacer que la Argentina funcione con las reglas del capitalismo en un país que hace 80 años vive de excepción en excepción.

En el oficialismo circula una certeza: pueden achicar la diferencia en la provincia de Buenos Aires, la madre de todas las batallas. Las encuestas internas muestran una remontada leve pero constante. En Córdoba y Rosario preparan los actos finales, con Milei al frente, buscando lo que todo político argentino busca en cada elección: ganar por un voto. Porque en la Argentina, un voto de diferencia puede significar mucho más que un resultado; puede significar seguir respirando.

En el otro bando, los gobernadores peronistas rezan por no quedar atrapados en un naufragio. Muchos ya hablan de tender puentes si el libertario ofrece diálogo. Otros esperan que un mal resultado los libere del tutelaje de Cristina Kirchner. Hay quienes ya ensayan frases conciliadoras para el lunes y quienes, más realistas, repiten la máxima de Castelli: “Si ves al domingo, dile que no venga”.

Entre ambos campos se mueve un país exhausto, sin un futuro visible, aferrado a un presente de simulacros: simulacros de unidad, de recuperación económica, de épica. Un país que se mira al espejo y no se reconoce.

Trump dijo que Argentina “se está muriendo”. Tal vez exagere, como siempre. Pero hay una verdad incómoda en su brutalidad: estamos, una vez más, luchando por nuestra vida, aunque todavía no terminamos de entender por qué.

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