Milei, Trump y el precio del respaldo

OPINIÓNRicardo ZIMERMANRicardo ZIMERMAN
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Por RICARDO ZIMERMAN

x: @RicGusZim1

Javier Milei viajó a Washington en busca de una imagen: la foto en el Salón Oval junto a Donald Trump, símbolo del respaldo de la principal potencia mundial y, a la vez, argumento electoral para reforzar su autoridad interna a solo doce días de las elecciones legislativas. Sin embargo, el encuentro dejó más interrogantes que certezas. El presidente argentino consiguió el retrato, pero también una advertencia que alteró los mercados y lo obligó a ejecutar un operativo de contención política y comunicacional de emergencia.

La diplomacia suele moverse con discreción y cálculo. Milei, en cambio, decidió apostar por la exposición. Después del bochornoso episodio que involucró a José Luis Espert y sus presuntos vínculos con el narcotráfico, el Gobierno buscaba un golpe de efecto que reposicionara su imagen. Gerardo Werthein, canciller y hombre clave en la relación con Washington, utilizó todos sus contactos personales para obtener la bilateral con Trump, secundado por el ministro de Economía, Luis Caputo, y la infaltable Karina Milei, hermana y secretaria general de la Presidencia.

El objetivo era simple: mostrar al presidente argentino como un aliado confiable de Estados Unidos, respaldado no solo políticamente sino también financieramente. Trump y su secretario del Tesoro, Scott Bessent, ya habían prometido apoyo a la administración libertaria. Pero nadie en la Casa Rosada anticipó que el ex magnate republicano, fiel a su estilo, podía decir más de lo conveniente.

Durante la conferencia de prensa, la periodista Nieves Zuberbuler le preguntó a Trump qué ocurriría con la ayuda financiera si Milei perdía las elecciones. La respuesta fue un misil diplomático: “Si un socialista o un comunista gana, te sentís diferente sobre hacer una inversión. Si Milei pierde con un candidato de extrema izquierda, no seremos generosos con Argentina”.

La frase fue suficiente para que el mercado reaccionara con vértigo: el riesgo país subió, el dólar paralelo trepó y los operadores de Wall Street volvieron a mirar al país con cautela. Trump había hablado como lo hace siempre: sin filtro y sin medir consecuencias. Pero su franqueza fue, en términos políticos, una bomba de tiempo.

De regreso en Blair House, Milei convocó a una reunión urgente con su equipo más estrecho. Bullrich, Caputo, Werthein y Karina Milei intentaron definir una respuesta. El presidente optó por el camino del elogio: publicó en su cuenta de X un mensaje que reinterpretaba las palabras de Trump como una expresión de apoyo, destacando la “importancia del respaldo norteamericano” para continuar las reformas. Era una lectura forzada, pero necesaria.

En paralelo, Caputo se movió para calmar los mercados. Llamó a Bessent y le pidió una declaración aclaratoria. Werthein, a su vez, insistió con el entorno de Trump para que el republicano suavizara su mensaje. El resultado llegó horas más tarde en Truth Social: “Gran reunión con Javier Milei. Está haciendo lo correcto. Espero que el pueblo argentino lo apoye. ¡Hagamos Argentina grande otra vez!”.

La operación de control de daños había funcionado, aunque no del todo. Los mercados no olvidan con facilidad las señales políticas. Y en Buenos Aires, el kirchnerismo encontró en la frase de Trump un argumento perfecto para agitar la idea de la “entrega nacional”, evocando viejas consignas antiimperialistas.

El episodio expuso las tensiones entre la política exterior y la política interna. Milei busca legitimidad internacional mientras lidia con una economía frágil y un electorado dividido. La cercanía con Trump lo refuerza ante los sectores liberales y empresariales, pero también lo expone a críticas por subordinación ideológica. El paralelismo con la vieja antinomia “Braden o Perón” reapareció en los análisis de café: un gobierno argentino que se muestra demasiado alineado con Washington en un país donde el antiamericanismo todavía tiene peso simbólico.

En el vuelo de regreso, Milei comprendió que su apuesta había tenido costos. La foto con Trump era un activo político, sí, pero también un riesgo mal calculado. El presidente argentino necesita el respaldo financiero de Estados Unidos, pero no puede permitirse que ese apoyo se interprete como una advertencia electoral. Trump, en su estilo imprevisible, le recordó que toda alianza con él implica convivir con la incertidumbre de sus palabras.

El saldo final del viaje fue ambiguo: Milei reforzó su relación personal con el líder republicano, pero quedó atado a un respaldo que depende de los resultados del 26 de octubre. La política internacional, al fin y al cabo, no es solo un escenario de gestos y sonrisas: también es un tablero donde cada palabra puede tener consecuencias económicas.

En la Argentina, mientras tanto, el oficialismo se aferra a la esperanza de que el electorado interprete el viaje como un signo de prestigio internacional y no como una muestra de debilidad. El tiempo, y las urnas, dirán si la apuesta en Washington fue una jugada audaz o un error de cálculo.

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