
Diciembre y la política en punto de ebullición: un Congreso que ya no es el mismo
OPINIÓN
Ricardo ZIMERMAN


Por RICARDO ZIMERMAN
x: @RicGusZim1
Diciembre vuelve a poner a prueba al sistema político argentino, aunque no por los motivos tradicionales. Atrás quedó la idea del mes temido por los estallidos sociales que acechaban a los gobiernos desde 1983. Esta vez, la tensión se concentra en el Congreso, convertido en el verdadero epicentro donde se medirá la capacidad de Javier Milei para llevar adelante un programa de reformas que pretende alterar estructuras que parecían intocables. Allí se librará la batalla que definirá si la Argentina se inclina hacia un proceso de modernización o si vuelve a trabarse en la telaraña de sus propias resistencias.
En estas horas, tres despachos clave reciben el texto definitivo del proyecto de modernización laboral. El jefe de Gabinete, Manuel Adorni; el titular de Diputados, Martín Menem; y la flamante senadora Patricia Bullrich serán los guardianes de una reforma que busca reactivar un mercado de trabajo congelado durante una década. No será un trámite: será una de las principales pruebas que enfrentará el Gobierno en un paquete que incluye Presupuesto, reforma tributaria y modificaciones al Código Penal, todo bajo el marco de sesiones extraordinarias cuya convocatoria se conocerá en breve.
El oficialismo llega fortalecido. Nunca, en tan poco tiempo, un movimiento político pasó de una representación mínima a un bloque robusto. En cuatro años, la fuerza libertaria saltó de dos diputados a 94, y de cero senadores a 20. En una Argentina habituada al estancamiento, esa expansión vertiginosa parece casi un experimento de laboratorio. Pero también marca un dato político ineludible: la contracara es un peronismo al borde de su menor influencia parlamentaria desde el retorno democrático.
Si no hay cambios de última hora, Unión por la Patria podría quedar con apenas 93 diputados y 26 senadores. Un retroceso histórico. Con Cristina Kirchner cumpliendo prisión domiciliaria, inhabilitada y sin margen de maniobra, el PJ enfrenta una dispersión inédita. En el Senado, José Mayans, eterno capitán del bloque, perdió a Gerardo Zamora y a Elia Moreno, y pelea para evitar que los cuatro senadores de Convicción Federal sigan el mismo camino. En Diputados, ni siquiera la continuidad de Gerardo Martínez al frente del bloque está garantizada.
Los pliegues del peronismo muestran fisuras que, bajo presión, se convierten en fracturas abiertas. En Diputados, entre hoy y mañana se oficializarán las listas de integrantes de cada bancada. Catamarca ya decidió que irá por cuenta propia: resta saber si serán tres o cuatro los legisladores que romperán con el bloque nacional. Pero el ejemplo catamarqueño no es un hecho aislado. En la Legislatura bonaerense, donde Axel Kicillof intenta sostener su propio liderazgo frente a la sombra persistente del kirchnerismo, el proyecto de endeudamiento naufragó incluso con la mayoría de sus legisladores sentados en sus bancas. La sospecha de que algunos libertarios "blue" responden a terminales peronistas dejó al gobernador sin financiamiento y al peronismo, sin excusas.
Mientras tanto, los dirigentes más alineados con Cristina —Gildo Insfrán y Ricardo Quintela— permanecen recluidos en sus distritos, con peso legislativo meramente simbólico. Gustavo Melella, distante tanto física como políticamente, tampoco figura entre los articuladores de la estrategia nacional.
En paralelo, otros gobernadores peronistas ya se sientan en la misma mesa con Milei, pragmáticos ante el cálculo que domina toda negociación federal: sin recursos, no hay gestión posible. Y sin votos en el Congreso, el Gobierno no podrá avanzar. La Libertad Avanza y el PRO suman alrededor de 110 diputados y 26 senadores. Al Presidente le faltan unos 20 y 10 respectivamente para aprobar sus proyectos más ambiciosos. Y aquí resuena una vieja máxima, siempre vigente en diciembre: “el peronismo acude en auxilio del vencedor”. No por convicción, sino por supervivencia.
Pero el Congreso no es el único espacio en transformación. Se mueve también el tablero interno del Gobierno. Patricia Bullrich confirmó su renuncia al Ministerio de Seguridad para asumir su banca en el Senado, donde encabezará la defensa del proyecto laboral. Su sucesora, Alejandra Monteoliva, jurará mañana, mientras la ministra saliente ya es celebrada por los libertarios como arquitecta de una “doctrina Bullrich” que, según prometen, marcará un antes y un después en materia de seguridad.
Manuel Adorni, por su parte, acelera la reconfiguración de la Jefatura de Gabinete. La salida de José “Cochi” Rolandi, uno de los sobrevivientes de la era Posse, anticipa nuevos cambios en un equipo que aún busca consolidar su forma definitiva.
En este diciembre atípico, donde los viejos fantasmas ceden su lugar a nuevas tensiones, la política argentina se encuentra frente a un espejo incómodo: el Congreso está mutando, el peronismo se achica, el Gobierno recalibra su funcionamiento y las reformas estructurales comienzan a tomar cuerpo. Lo que ocurra en las próximas semanas no será un capítulo aislado, sino el inicio de una etapa que puede redefinir la relación entre el Estado, el trabajo y la representación política. La Argentina se prepara para un diciembre distinto. Sin estallidos, pero con decisiones que, para bien o para mal, dejarán huella.








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