Grabois afila su perfil opositor y llega al Congreso con un discurso más confrontativo

POLÍTICA Agencia de Noticias del Interior
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  • Juan Grabois reafirmó su postura política antes de asumir como diputado y sostuvo que su desafío será mantener su identidad dentro del rol institucional.
  • Advirtió que la disputa con el gobierno de Javier Milei es “inmoral” y comparó sus políticas con una “versión criolla del darwinismo social”.
  • Anticipó que su espacio presentará resistencia y también un paquete propio de reformas “en sentido inverso” al del oficialismo.
  • Criticó el funcionamiento del Congreso, al que describió como “un programa de chimentos” donde falta debate serio.
  • Propuso implementar narcotests obligatorios para diputados y senadores y adecuar sus salarios a los de los trabajadores.
  • Señaló que funcionarios y fuerzas de seguridad no pueden consumir drogas ni financiar al narcotráfico, y pidió controles estrictos en todo el Estado.

De cara a su inminente asunción como diputado nacional, Juan Grabois volvió a exhibir sin matices el perfil político que llevará al Congreso. El líder de Argentina Humana, electo por Unión por la Patria, atraviesa estos días previos al juramento con una mezcla de tono institucional y combatividad ideológica. Una combinación que, según él mismo reconoce, será su mayor desafío: preservar su identidad pública sin desatender las obligaciones formales del cargo.

En una entrevista reciente, Grabois reflexionó sobre el significado simbólico del acto de jura, especialmente cuando se realiza “sobre la Constitución y los Santos Evangelios”, un gesto que definió como “muy fuerte”. En ese punto dejó entrever que, más allá de su lenguaje áspero y su estilo directo, pretende asumir la banca con la consciencia de que el rol implica límites y responsabilidades que exceden la militancia. Sin embargo, su discurso pareciera avanzar en sentido contrario, con una tensión permanente entre el deber institucional y su instinto de confrontación política.

Uno de los aspectos donde esa fricción resulta más evidente es en su visión sobre el gobierno de Javier Milei. Lejos de apostar por una convivencia crítica o un esquema de negociaciones puntuales, Grabois elevó el tono al calificar la disputa con el oficialismo como “inmoral” y “pre-ideológica”. Desde su mirada, la lógica libertaria —que él resume como una versión local del darwinismo social— obliga a una oposición frontal y sin concesiones. No solo anticipa resistencia, sino que promete la presentación de un paquete propio de reformas que, según afirma, apuntarán en dirección opuesta a los cambios propuestos por la Casa Rosada.

Esa voluntad de diferenciarse del Gobierno se combina con un mensaje de firmeza interna. El dirigente social volvió a cuestionar el funcionamiento del Congreso bajo una comparación que ya se volvió habitual en su repertorio retórico: “parece un programa de chimentos”, denunció, señalando que el recinto está más cerca de la espectacularización del debate que de la discusión seria de políticas públicas. En ese diagnóstico ubicó una de sus propuestas más resonantes y polémicas: la implementación de narcotests obligatorios tanto para diputados como para senadores.

Si bien en otras oportunidades había planteado la necesidad de mecanismos de transparencia, esta vez fue más lejos al interpelar directamente a quienes, desde distintos niveles del Estado, consumen sustancias ilegales. Para el dirigente, hay una contradicción insalvable entre manifestarse contra el narcotráfico y convertirse en cliente de ese mismo circuito ilegal. “Comprar droga es un acto ilegal y sos funcionario público”, subrayó, apuntando también a jefes policiales y funcionarios de alto rango. Su planteo se inscribe en una línea discursiva que busca instalar la idea de ejemplaridad en el ejercicio del poder, aun sabiendo que la propuesta difícilmente encuentre consenso amplio en el Congreso.

Junto a los controles de drogas, Grabois sostuvo otra bandera clásica de su espacio: la revisión de los salarios de la clase política. Para él, los ingresos de diputados y senadores deberían estar alineados con los de los trabajadores, una iniciativa que reaparece cíclicamente en tiempos de malestar económico y que encuentra en la sociedad un eco previsible. Aunque no ofreció detalles sobre el mecanismo concreto para implementar ese ajuste, su objetivo es claro: tensionar la distancia entre los representantes y la ciudadanía, y exponer lo que considera una desconexión histórica entre la política y los problemas reales de los argentinos.

La banca que Grabois asumirá en los próximos días no será una más dentro de la coalición opositora. Llega con una identidad consolidada y con una base militante que lo impulsa a sostener un rol desafiante. Su apuesta se estructura sobre dos pilares: una oposición vigorosa al rumbo de Milei y una crítica interna a las prácticas que, a su juicio, erosionan la calidad institucional del país. El desafío, sin embargo, será encontrar un equilibrio entre el impacto discursivo y la efectividad legislativa, un terreno donde la retórica suele chocar con los tiempos y la aritmética del Congreso.

Si el objetivo es marcar agenda, Grabois ya comenzó a hacerlo incluso antes de ocupar su banca. Lo que resta ver es hasta dónde logrará que sus propuestas —entre la provocación y la reclamación ética— se traduzcan en debates concretos y no se diluyan en el mismo ruido parlamentario que él cuestiona. En un escenario político tensionado, su llegada promete sumar una voz propia, disruptiva y, a la vez, condicionada por el desafío de asumir responsabilidades institucionales sin renunciar a su marca personal.

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