El Senado, tablero clave: el Gobierno apuesta a duplicar su poder y el PJ busca resistir

POLÍTICA Agencia de Noticias del Interior
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  • Ocho provincias renuevan 24 bancas en el Senado.
  • El Gobierno busca duplicar su representación y alcanzar entre 14 y 17 senadores.
  • El peronismo aspira a conservar unas 30 bancas y evitar un retroceso mayor.
  • “Provincias Unidas” podría transformarse en árbitro del quorum.
  • Las tensiones internas del oficialismo y el rol de Villarruel suman incertidumbre.
  • El resultado definirá la gobernabilidad de Milei en la segunda mitad de su mandato.

A menos de una semana de las elecciones legislativas de medio término, todas las miradas del poder político se concentran en el Senado. Ocho provincias renovarán 24 de las 72 bancas del cuerpo y el resultado promete redibujar la correlación de fuerzas en la Cámara alta, donde el Gobierno de Javier Milei aspira a duplicar su representación actual y el peronismo intenta evitar una pérdida mayor de influencia.

En la Casa Rosada manejan un escenario optimista: pasar de siete senadores propios a entre 14 y 15. En el mejor de los casos, incluso podrían alcanzar 17. Pero un revés electoral los dejaría con apenas 11 o 13, muy lejos de los 37 votos necesarios para alcanzar el quorum. Hoy, el oficialismo requiere de 30 aliados para poder abrir una sesión, una cifra que deja en claro su fragilidad parlamentaria.

El sistema electoral del Senado, que otorga dos bancas al partido más votado y una a la segunda fuerza, vuelve crucial la pelea en cada distrito. En Salta, los libertarios sueñan con quedarse con las dos bancas, aunque en Balcarce 50 se muestran más cautos y admiten que podrían conformarse con una sola. En Chaco, el panorama es de paridad: los radicales aliados al oficialismo confían en imponerse, pero las encuestas muestran una disputa pareja con el kirchnerismo.

Santiago del Estero representa una historia aparte. El matrimonio Zamora, que domina la provincia desde hace años, desplegó una estrategia habitual: impulsar dos listas formalmente distintas pero políticamente afines, con el objetivo de dejar a La Libertad Avanza fuera del reparto. En la Casa Rosada creen que podrían arañar una banca, aunque los antecedentes invitan al escepticismo.

En los otros distritos donde se eligen senadores —Entre Ríos, Ciudad de Buenos Aires, Neuquén, Tierra del Fuego y Río Negro— las proyecciones oficiales son más coincidentes. En CABA y Entre Ríos, el oficialismo espera ganar dos bancas, mientras que en las provincias patagónicas se conformarían con una por distrito.

En paralelo, el Frente de Todos busca recuperar terreno. El bloque que conduce José Mayans había pasado de 34 a 26 integrantes, pero las últimas mediciones le permiten ilusionarse con una base de 30 y, en un escenario favorable, con 32. Aunque más lejos del quorum, el peronismo podría retener su papel de principal fuerza opositora y evitar una debacle mayor.

La otra gran incógnita es el rol de “Provincias Unidas”, la alianza de gobernadores y senadores que promete convertirse en árbitro del nuevo Senado. Su composición es heterogénea: radicales cercanos al mileísmo, peronistas disidentes, dirigentes provinciales sin encuadre fijo y figuras que han oscilado entre el kirchnerismo y la nueva derecha. Se estima que podrían reunir entre 15 y 20 bancas, suficientes para definir el futuro de cualquier sesión.

Sin embargo, su principal desafío será la cohesión. “Provincias Unidas” agrupa mandatarios y legisladores que pocas veces coincidieron en algo durante el último año. Las diferencias de agenda, los egos y los intereses provinciales amenazan con desactivar cualquier intento de unidad.

La reciente disputa por la ley de biocombustibles ilustra ese problema. Mientras algunos distritos agrícolas impulsan el aumento del corte, las provincias petroleras —con YPF en el centro de la escena— presionan para frenar cualquier cambio que afecte su matriz productiva. Esa puja silenciosa revela la dificultad de articular una mayoría estable en un Senado fragmentado y con poder territorial disperso.

Por encima de todo, La Libertad Avanza enfrenta un dilema interno: cómo administrar la relación entre el Ejecutivo y la vicepresidenta Victoria Villarruel, presidenta del cuerpo. Su experiencia y conocimiento del funcionamiento parlamentario contrastan con la desconfianza que genera en parte del círculo de Milei, donde predomina la tendencia a subestimar la gestión legislativa. La tensión, aunque contenida, amenaza con afectar la gobernabilidad del oficialismo en el Congreso.

El próximo domingo definirá mucho más que un reparto de bancas. Determinará la capacidad real del Gobierno para avanzar con su agenda de reformas y, al mismo tiempo, mostrará si el Senado —tradicional refugio del poder provincial y de los equilibrios políticos— mantiene su rol de contrapeso frente a un Ejecutivo que, desde el inicio de su gestión, se acostumbró a gobernar contra todos.

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