Iom Kipur: introspección, memoria y resiliencia

OPINIÓNRicardo ZIMERMANRicardo ZIMERMAN
ChatGPT Image 1 oct 2025, 12_20_10

ricardo

Por RICARDO ZIMERMAN

Al caer el sol de este atardecer comienza Iom Kipur, la jornada más sagrada del calendario judío. Durante un día entero, comunidades de todo el mundo se sumergirán en un proceso de introspección y ayuno, en un rito de arrepentimiento colectivo que trasciende lo religioso para convertirse en un ejercicio de memoria histórica y de resiliencia identitaria. No es casual que, en medio de un conflicto bélico abierto con el grupo terrorista Hamas y bajo la sombra de los secuestrados de la masacre del 7 de octubre de 2023, el pueblo judío encuentre en este día un espacio de comunión espiritual y de reafirmación de su permanencia.

Iom Kipur, conocido como el Día del Perdón, es la culminación de los Diez Días de Arrepentimiento que siguen al Año Nuevo judío, Rosh Hashaná. Se trata de una jornada en la que cada persona se enfrenta a sí misma, al prójimo y a Dios, para revisar sus actos, pedir perdón y comprometerse a reparar lo que está dañado. La práctica central es el ayuno, acompañado de plegarias intensas que invocan no solo la misericordia divina, sino también la capacidad de cambio humano. Es, en esencia, un día de vulnerabilidad compartida: la confesión de los errores y la búsqueda de un futuro más digno.

Pero el significado de Iom Kipur no se agota en lo espiritual. La historia lo resignifica. En 1973, el ataque conjunto de Egipto y Siria contra Israel comenzó justamente en Iom Kipur, aprovechando la solemnidad del día en que el país estaba prácticamente paralizado. Aquella guerra breve y feroz dejó una marca indeleble en la conciencia israelí: la memoria de que incluso en la jornada más sagrada puede irrumpir la violencia. Ese eco resuena con fuerza hoy, casi cinco décadas después, tras la masacre del 7 de octubre de 2023, cuando Hamas desató un ataque que combinó brutalidad y planificación y que culminó en la muerte de más de 1.200 personas y en la captura de más de 200 rehenes.

Este Iom Kipur está atravesado por esa herida. La liturgia, que ya de por sí incluye ruegos por la vida y por la comunidad, tendrá este año un tono inevitablemente político y humano: el recuerdo de los secuestrados que todavía permanecen en Gaza, el reclamo por su liberación, la denuncia de la crueldad del terrorismo que deliberadamente busca quebrar la vida cotidiana y la confianza básica en la convivencia. La plegaria que pide ser “inscripto en el Libro de la Vida” tendrá el rostro de aquellos que aún esperan volver, y también el de las familias que cargan con la ausencia.

En este marco, Iom Kipur se vuelve un espejo de la resiliencia judía. El ayuno y las oraciones no son solo actos de fe, sino también gestos de continuidad frente a quienes, a lo largo de la historia, intentaron borrar al pueblo judío de la faz de la tierra. De Babilonia a Roma, de la Inquisición a la Shoá, el judaísmo sobrevivió sosteniendo su identidad y su memoria. Hoy, esa resiliencia se expresa también en la decisión de no renunciar a su soberanía ni a su derecho a la defensa frente a grupos como Hamas, cuya ideología no reconoce el derecho de Israel a existir.

Al mismo tiempo, Iom Kipur no es un día de venganza ni de celebración guerrera. Por el contrario, es un llamado a la humildad y al compromiso con la justicia. La idea de pedir perdón y reparar el daño interpela también a las sociedades y a los Estados: cómo se construye seguridad sin sacrificar humanidad, cómo se sostiene el derecho a la vida sin caer en la lógica de la destrucción total. En esa tensión, Israel y la diáspora judía atraviesan este Yom Kipur con un dilema ético tan antiguo como actual: la necesidad de defenderse sin perder el horizonte de un futuro en paz.

En las sinagogas, la plegaria Kol Nidré —que abre la jornada— resonará con un dramatismo especial. Sus notas melancólicas recuerdan que la vida está hecha de compromisos a veces incumplidos y de promesas que deben renovarse. Este año, esa melodía también se confundirá con el grito de las familias de los secuestrados, con el reclamo de seguridad de los habitantes del sur de Israel, con la esperanza de que los rehenes vuelvan vivos a sus hogares.

El judaísmo enseña que Iom Kipur no borra los errores cometidos contra otras personas: para eso es necesario pedir perdón cara a cara, reparar con acciones concretas. Quizás esa enseñanza también ilumine el camino en medio del conflicto: no hay paz posible sin reconocimiento del otro, sin responsabilidad frente al daño causado, sin un compromiso real con la convivencia.

Al caer el sol, mientras se encienden las velas y comienza el ayuno, cada judío en el mundo cargará en sus plegarias tanto las culpas personales como los dolores colectivos. El pueblo que hace de la memoria un mandato vuelve a encontrarse consigo mismo en este día único. Y en medio de la incertidumbre del presente, Iom Kipur vuelve a ser, como siempre, un recordatorio de que la identidad judía no se rinde ni ante la violencia ni ante el olvido.

Últimas noticias
Te puede interesar
Lo más visto