
Entre Trump y las urnas: el salvavidas estadounidense que Milei no puede desaprovechar
OPINIÓN


Por RICARDO ZIMERMAN
Por momentos, el Gobierno de Javier Milei parece vivir en un péndulo entre la euforia y el colapso. La semana pasada dejó expuesta esa fragilidad: derrotas parlamentarias que erosionaron su autoridad, un dólar en fuga y una sensación creciente de que la paciencia de los mercados tiene un límite. “Menos mal que está Donald”, deslizó un funcionario libertario, con más alivio que entusiasmo. La frase, pronunciada a media voz, revela tanto la dependencia del oficialismo del respaldo de Estados Unidos como la consciencia de que, en política, no hay rescates gratuitos.
El fin de semana previo al anuncio del Tesoro norteamericano, el horizonte era tan oscuro que en Economía debieron vender mil millones de dólares para contener la corrida. El viaje presidencial a Nueva York, previsto para el domingo, se postergó sin explicaciones. Las frenéticas reuniones en el equipo económico buscaban una señal contundente que calmara la tormenta. El lunes llegó el anuncio de la eliminación de retenciones al campo: una maniobra destinada a conseguir divisas rápidas, pero también un gesto electoral dirigido al núcleo rural, donde Milei perdió adhesiones tras la derrota bonaerense.
El problema, como bien saben los técnicos del Ministerio de Economía, es que ese alivio fiscal erosiona el equilibrio presupuestario. Varias consultoras ya advirtieron que la medida implicará resignar alrededor de mil millones de dólares en ingresos. Si algo caracteriza al mileísmo es su narrativa de la disciplina fiscal como bandera de redención nacional. Por eso, el sacrificio impositivo evidencia hasta qué punto el Gobierno siente la presión de sostener el dólar barato como ancla inflacionaria.
El golpe definitivo para frenar el pánico llegó desde Washington. Scott Bessent, secretario del Tesoro, aseguró que Estados Unidos está dispuesto a “hacer lo que sea necesario” para sostener a la Argentina. Trump amplificó el gesto: en redes sociales y en su bilateral con Milei, dejó claro que el vínculo con Buenos Aires es estratégico. El paralelo con el 2018 es inevitable: Macri también celebró el respaldo de la Casa Blanca, y también creyó que bastaba para revertir una dinámica económica adversa. La historia demostró lo contrario.
Milei enfrenta un dilema similar. El salvataje estadounidense estabiliza el frente financiero, pero difícilmente le sume votos significativos. Los antecedentes muestran que los auxilios externos, por más espectaculares que parezcan, rara vez cambian el humor del electorado. Si acaso, evitan un colapso mayor. Los votantes juzgarán al oficialismo por el empleo, los salarios y la inflación. Y en esos terrenos, el panorama es áspero: la actividad económica se enfría, el consumo se retrae, el desempleo comienza a repuntar y la recuperación del salario real sigue ausente.
La eliminación de retenciones hasta cinco días después de las elecciones es, por eso, una jugada de doble filo. Puede aportar divisas y calmar a los mercados en el corto plazo, pero deja preguntas sobre cómo se compensará la pérdida fiscal y si, al finalizar el plazo, el campo no volverá a sentirse traicionado. Además, expone el nerviosismo político del mileísmo: el gobierno que prometió terminar con los privilegios sectoriales está ahora dispuesto a ensayar concesiones selectivas para sobrevivir al calendario electoral.
La reacción del oficialismo confirma que, más allá de la retórica rupturista, Milei entiende que la gobernabilidad también depende de pragmatismo. Washington lo sabe. Trump y Bessent no sólo envían dólares: envían un mensaje. El respaldo económico busca evitar que una crisis en Argentina desate un efecto dominó regional. Pero también implica una expectativa de disciplina y reformas. La ayuda estadounidense no es altruista; es una inversión geopolítica.
Milei, que hizo de la independencia frente a la “casta” su principal argumento, se encuentra ahora sostenido por el mismo establishment internacional que tanto criticó. Esa contradicción no pasará inadvertida para sus votantes más duros ni para sus adversarios políticos. La oposición kirchnerista ya prepara la artillería para señalar la dependencia del “imperio”, mientras en el PRO crece la incomodidad por el riesgo de quedar subsumidos en un proyecto libertario que no termina de estabilizarse.
El Gobierno parece haber ganado tiempo. Con un dólar calmo y promesas de respaldo externo, puede aspirar a transitar las semanas previas a las legislativas sin nuevos sobresaltos. Pero lo esencial —el rumbo económico y la construcción de poder político propio— sigue pendiente. Como advierten en los pasillos del PRO, “no hay salvataje que alcance si no hay un plan consistente detrás”. Después de octubre, cuando pase la anestesia del auxilio norteamericano, el mileísmo tendrá que mostrar algo más que su habilidad para surfear crisis. Porque el péndulo no siempre vuelve al mismo lugar.





El campo celebra la baja de retenciones, pero reclama estabilidad y advierte por un “alivio pasajero”

Facundo Manes desafía a Milei: “Sin cambios de rumbo, la Argentina tendrá graves problemas”

Francos atribuye la estabilización del mercado a la quita temporal de retenciones y al respaldo de EE.UU.

De Loredo advierte sobre la “peronización” de Milei y critica la mala praxis política del Gobierno

El Gobierno confirma que no ejecutará la Ley de Discapacidad y desata una ofensiva opositora en el Congreso

Con elogios y respaldo electoral, Trump refuerza su apoyo a Milei


