Cristina Kirchner, maestra del olvido selectivo, descubre el “olor a default”

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Por RICARDO ZIMERMAN

Si la ironía tuviera un himno nacional, Cristina Fernández de Kirchner lo cantaría de pie, con aplausos automáticos desde San José 1111, su lugar de detención por corrupción al Estado Nacional. Este sábado, desde la comodidad de sus redes sociales, la ex presidenta volvió a sacar a relucir su especialidad: dar lecciones de economía como si los últimos 20 años los hubiera pasado en otro planeta. Con un “¡Che Milei!” digno de stand up, acusó al Gobierno libertario de vender reservas del Banco Central por más de mil millones de dólares en dos días y de perfumar el ambiente con un inquietante “olor a default”.

La escena sería casi tierna, si no fuera por el pequeño detalle de que la mujer que ahora detecta defaults ajenos lideró un gobierno que dejó inflación de dos dígitos, cepo cambiario, reservas en caída libre y un festival de dólar paralelo. Cristina se presenta como guardiana del peso argentino, la misma moneda que en su mandato tuvo tantas cotizaciones que ni las cuevas sabían a cuál atenerse. Cuando habla del “carry trade” del “Toto” Caputo, pareciera olvidar los años del “rulo financiero K”, donde bonos y Lebacs eran el parque de diversiones de los especuladores.

CFK asegura que, bajo su liderazgo y el de Néstor Kirchner, Argentina “saldó completamente” su deuda con el FMI en 2005. Omite, convenientemente, mencionar que aquel gesto patriótico se financió con las reservas del Banco Central, dejando el colchón del país al nivel de una frazada corta en pleno invierno. También calla que en su segunda presidencia, ante la falta de dólares, se improvisaron cepos, restricciones y manotazos a cajas ajenas, desde el ANSES  hasta el Banco Central.

Su advertencia sobre “riesgo de explosión económica” recuerda a un bombero que, después de incendiar media ciudad, vuelve a la escena para decirle a los nuevos vecinos cómo deberían cuidar las velas. Y cuando acusa a Caputo y Sturzenegger de “vaciar” el país, la memoria selectiva vuelve a hacer de las suyas: fue bajo su gestión que el INDEC se convirtió en un ministerio de fantasía, donde la inflación oficial siempre parecía estar de vacaciones.

Cristina también aprovechó para burlarse de Milei por los audios de Diego Spagnuolo, insinuando que el Presidente atribuyó las grabaciones a “inteligencia artificial” de peluquería. Pero la ironía es que, durante su propio gobierno, las cadenas nacionales fueron usadas como peluquería permanente para lavar las noticias incómodas: desde el caso Ciccone hasta el “no fue magia” del déficit.

La ex presidenta menciona con orgullo que entre 2005 y 2012 se devolvieron los depósitos del corralito. Es cierto. También es cierto que la fiesta del gasto público y los subsidios sin control fueron financiados con un festival de emisión que nos condujo al desajuste crónico que Milei, con más o menos torpeza, ahora intenta corregir. Hoy critica los pedidos de créditos internacionales, pero bajo su gestión se abrazó a la Venezuela de Hugo Chávez para recibir financiamiento caro y opaco. Eso sí que tenía olor, y no era precisamente a rosas.

No faltó el tiro para Sturzenegger, mencionado como reincidente en “endeudamiento y vaciamiento”. Curioso: durante su gobierno, Cristina no tuvo reparos en rodearse de funcionarios con currículums peores, ni en patrocinar negocios públicos-privados tan opacos como los hoteles de Santa Cruz que todavía recorren los tribunales.

Por supuesto, nada de autocrítica. Cristina nunca habla de los bolsos voladores de José López, de la tragedia de Once bajo la gestión de sus aliados, ni de cómo el kirchnerismo dinamitó puentes políticos para después quejarse de la grieta. En su relato, la historia comenzó el 10 de diciembre de 2015 y todo lo anterior fue una primavera de crecimiento, justicia social y estabilidad cambiaria.

La ex presidenta parece creer que el electorado tiene amnesia o que el humor nacional necesita sus intervenciones como alivio cómico. En realidad, sus críticas son un recordatorio incómodo: quienes ayer sembraron desconfianza y desequilibrios ahora posan de guardianes de la ortodoxia fiscal. La diferencia es que hoy, con redes sociales y periodistas menos domesticados, las contradicciones no desaparecen tan fácilmente bajo una cadena nacional.

Cristina puede tener razón en que Milei enfrenta riesgos económicos serios. Pero escucharla denunciar “fugas a dólar barato” es como oír a un piloto del Titanic dar clases de navegación segura. En política, como en la peluquería que ella menciona, los peinados cambian, pero las raíces quedan. Y las raíces de la crisis argentina tienen mucho del fertilizante que ella y su espacio aportaron con generosidad durante más de una década.

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