El error de Milei y los disparates de la oposición

OPINIÓNRicardo ZIMERMANRicardo ZIMERMAN
ChatGPT Image 29 sept 2025, 11_44_26

ricardo

Por RICARDO ZIMERMAN

El gobierno de Javier Milei atraviesa un momento de tensiones propias y ajenas: comete errores de gestión y comunicación, pero también enfrenta oposiciones que, lejos de ofrecer soluciones, insisten en diagnósticos errados o propuestas inviables. En este doble juego —la fragilidad oficial y la falta de alternativa seria— se enmarca la política argentina actual. El riesgo no es sólo la lentitud en corregir lo que falla, sino la tentación de quienes buscan debilitar al Gobierno con recetas ya fracasadas.

El principal error del oficialismo ha sido creer que una misma receta sirve siempre. Milei llegó al poder cabalgando sobre la bronca de una sociedad exhausta, descreída, irritada con la política. La furia fue combustible. Pero la política es, sobre todo, representación: no es lo mismo representar a un pueblo enojado que a uno que empieza a ilusionarse con un horizonte más estable. Churchill ganó la guerra y perdió las elecciones. La gente no quiere vivir en guerra permanente; quiere trabajar, progresar, vivir en paz. Milei lo entendió a medias. Sus intervenciones muchas veces siguen hablando a los furiosos, cuando ahora una parte del electorado busca certidumbre.

Sin embargo, la oposición tampoco logra conectar con ese nuevo clima social. Su diagnóstico económico es tan endeble como repetitivo: “el problema de la Argentina es que no hay dólares”. Desde ese punto de partida, Cristina Fernández de Kirchner y Axel Kicillof llegan siempre a la misma conclusión: no pagar la deuda y reforzar el cepo. Lo intentaron antes. Con Kicillof, primero; con Massa, después. El resultado fue conocido: fuga de capitales, derrumbe de exportaciones, inflación galopante y un país aislado del crédito.

El razonamiento parte de una premisa absurda: que los dólares son una especie de recurso natural que alguien nos niega. Manuel Belgrano y Mariano Moreno, cuyas figuras ornamentan el despacho presidencial, ya habían respondido hace más de dos siglos: los dólares se consiguen produciendo y comerciando. Si un país no exporta lo que sabe hacer mejor, nunca tendrá divisas. El cepo no es una solución, es un ancla al desarrollo. El dólar barato para amigos del poder es apenas un atajo para multiplicar la corrupción. Ese experimento ya fracasó, y sin embargo la oposición insiste como si la historia no hubiese pasado.

La otra corriente opositora plantea un delirio distinto: que hay que inventar una oposición “seria, linda y buena”, que supuestamente reemplazaría tanto al kirchnerismo como al libertarismo. El problema es que los lindos y buenos no reemplazan a nadie si no representan a sectores sociales concretos. La política no se hace con slogans de marketing, sino con intereses reales. Y los intereses de un sector de la sociedad argentina —los que quieren más Estado, más subsidios, más planes— siempre van a chocar con los de otro sector que quiere menos impuestos, menos privilegios y más apertura. Pretender que exista un frente perfecto que contenga a todos es desconocer la naturaleza misma de la política.

En este marco, lo que necesita la Argentina no es una multiplicación de oposiciones ni un gobierno que insista en usar siempre el mismo martillo para clavar cualquier clavo. Lo que hace falta es una mezcla de humildad, conocimiento y paciencia. La orilla está ahí: la estabilidad, con inflación internacional del 5% anual. Pero todavía falta remar.

Las oportunidades son concretas: vender energía desde las provincias cordilleranas, exportar alimentos desde la región central, expandir servicios desde las grandes ciudades. Ese circuito puede movilizar industrias, generar empleo, atraer inversiones. Pero todo eso exige previsibilidad. Y previsibilidad es lo contrario de improvisación, tanto la del Gobierno como la de la oposición.

Milei debe comprender que la sociedad ya no está únicamente en modo furia. Ahora exige resultados. Y la oposición debería entender que no se construye alternativa proponiendo cepos, defaults ni oposiciones de diseño. La Argentina está en medio de un río. Del otro lado hay estabilidad y crecimiento. Pero si nos empeñamos en dar vuelta el bote, no habrá orilla que nos espere.

Últimas noticias
Te puede interesar
Lo más visto