Presiones sobre las bandas cambiarias: el debate que reabre la tensión entre mercado, Gobierno y FMI

ECONOMÍA Agencia de Noticias del Interior
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  • Joaquín Cottani cuestiona la sostenibilidad de las bandas cambiarias y propone dejar flotar el dólar.
  • Advierte que las reservas líquidas reales son bajas y que usarlas para intervenir “es jugar con fuego”.
  • Rechaza el uso del swap chino como herramienta para defender la moneda.
  • Proyecta que el piso de la banda podría subir a $1.400 en enero.
  • El FMI exige acelerar la acumulación de reservas y mantener un esquema monetario coherente.
  • El organismo reconoce mejoras en el mercado, pero alerta sobre desafíos estructurales aún vigentes.

La discusión sobre el futuro del esquema de bandas cambiarias volvió al centro de la escena económica en un momento de aparente alivio financiero. Mientras los mercados celebran el entendimiento alcanzado entre Argentina y Estados Unidos, la sostenibilidad del modelo monetario elegido por el Gobierno se instaló como uno de los temas más sensibles para analistas e inversores. En ese marco, una voz con peso propio dentro del oficialismo —aunque ya fuera del gabinete— reactivó las dudas sobre la estrategia vigente: el economista Joaquín Cottani, exsecretario de Política Económica de Luis Caputo y funcionario durante la presidencia de Carlos Menem.

Cottani cuestionó abiertamente el método con el que el Gobierno sostiene el valor de las bandas cambiarias. Para el economista, el escenario actual “es el momento ideal” para permitir que el mercado determine el precio del dólar, sin necesidad de intervenciones oficiales. A su entender, mantener un tipo de cambio administrado en un contexto de reservas ajustadas implica un riesgo significativo. Su advertencia fue contundente: si se descuentan el oro y el swap con China, “las reservas líquidas que quedan son prácticamente todas de los bancos”, un nivel que —desde su perspectiva— vuelve riesgoso utilizarlas para intervenir en el mercado de cambios.

Las declaraciones no fueron aisladas. Durante la semana, Cottani reiteró su postura al analizar el rol del swap chino. Señaló que utilizarlo como herramienta para defender la moneda enviaría “una pésima señal”, tanto política como financiera. En paralelo, dejó una proyección que rápidamente circuló entre operadores cambiarios: “Es muy probable que en enero el piso de la banda pase a ser $1.400”. En sus intervenciones públicas, también enfatizó la necesidad de sostener un tipo de cambio real “más consistente con el equilibrio de la economía”, algo que, según él, difícilmente pueda lograrse con la presencia activa del Estado en el mercado.

Mientras tanto, el Fondo Monetario Internacional volvió a marcar su posición sobre el tema. En su habitual tono diplomático, la vocera del organismo, Julie Kozack, evitó dar una respuesta taxativa sobre si Argentina podrá cumplir con la meta de acumulación de reservas acordada. Sin embargo, dejó en claro el núcleo de la preocupación del Fondo: para mantener la estabilidad macroeconómica, es imprescindible reforzar el nivel de reservas y asegurar un régimen monetario “coherente y robusto”.

La funcionaria recalcó que el FMI continúa recomendando acelerar la acumulación de divisas para manejar mejor la volatilidad cambiaria y fortalecer la confianza de los mercados. El mensaje, aunque prudente, fue leído como una advertencia directa al equipo económico. El ministro Luis Caputo había insinuado días atrás que las condiciones del mercado cambiaron y que alcanzar la meta pactada podría no ser tan sencillo como lo plantean los documentos oficiales. En ese contexto, las palabras de Kozack funcionaron como un recordatorio de las exigencias vigentes y de la vigilancia cercana que mantiene el organismo.

A pesar de la reciente mejora en los indicadores financieros, el Fondo insiste en que Argentina enfrenta desafíos de gran escala. La presión inflacionaria, la necesidad de atraer divisas genuinas y la fragilidad de las reservas conforman un cuadro que obliga a decisiones rápidas y consistentes. Para el organismo, la combinación de un mercado más receptivo y un Gobierno decidido a ajustar sus políticas podría configurar una oportunidad estratégica, siempre y cuando se mantenga la disciplina fiscal y monetaria.

Así, el debate sobre las bandas cambiarias se transformó en un espejo de las tensiones internas del modelo económico. Por un lado, la visión de quienes piden un giro hacia un esquema más liberalizado, sin intervenciones oficiales; por el otro, la postura del Gobierno, que busca sostener una arquitectura monetaria gradualista y compatible con la negociación internacional. Entre ambos extremos, el FMI observa y presiona con su habitual cautela.

En este tablero complejo, las próximas decisiones en materia cambiaria serán determinantes para definir si la estabilidad reciente se consolida o si vuelve a ceder ante las dudas y la volatilidad que caracterizaron los últimos meses.

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