Gordicidio: El crimen perfecto. Una historia real que Netflix quiere recrear

PARA LEER EN PANTUFLAS José Ademan RODRÍGUEZ
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Hace pocos días el telefono sonó en la redacción, grande fue la sorpresa cuando se identificaron como "Director de Contenidos" de Netflix, el gigante del cine. Querían conversar sobre una historia real que supimos contar en esta sección. Inmediatamente enviamos el material y en las próximas semanas los responsables van a entrevistar al autor, José Ademan Rodríguez. Es él quien conoce la verdadera historia, es él quien mejor puede aportar. Nos sentimos felices de haber llegado a esta instacia, lo tomamos con la calma necesaria y nos enorgullece la vigencia de quien es seguramente el periodista cordobes más emblematico y prestigioso.

multimedia.normal.b565236476152812.494d472d32303230303930362d5741303031335f6e6f726d616c2e6a7067Por José Ademan RODRÍGUEZ

Era una tarde tranquila en Río Cuarto. En una casa modesta, Laura, una mujer de cabello rizado y mirada intensa, escuchaba las risas de su esposo, Javier, que jugaba a las bochas con sus amigos en el patio. “La mujer debe ganar espacio en la sociedad”, decía él, con sorna en su voz. “Por eso, a la mía, le agrandé la cocina”.

Laura, hirviendo de rabia, apretó los dientes. “¿La comida? ¡Eso es!”, pensó mientras se mordía el labio inferior. Para ella, la cocina se había convertido en un campo de batalla, y pronto tendría su venganza. Esa noche, cocinó como nunca antes; una cena deslumbrante, pero con un matiz oscuro.

La Preparación del Plan

Con cada plato que servía, su mente tramaba cómo convertir el amor en una trampa mortal. Su amigo más cercano de la infancia, Martín, siempre decía que el crimen perfecto no existía. Pero, ¿acaso no era Laura la mujer más inteligente de todas?

“¡Darle mucha grasa animal!”, murmuraba para sí mientras pelaba papas. “Y locro, ¡que nunca falte! La grasa, sí, eso es.” En la intimidad de su cocina, comenzaba a desatar su maligno plan.

“¡Ay, Javier!”, dijo con dulzura al servir el foie gras. “Hoy no tienes escapatoria”.

La Cena

Esa noche, el ambiente era festivo. Laura colocó la mesa con esmero, incluso un toque especial: copas de anís y postres decadentes. Javier se sentó, miro a su esposa y sonrió. “¡Está exquisito, vieja!”

“Sabía que te gustaría. No creo que vayas a probar algo así en mucho tiempo”, le respondió, intentando ocultar la tensión en su voz.

Mientras él comía, ella lo observaba. “¿Y si mueres de placer, gordo? ¿Te quedarás conmigo para siempre?”, pensó con una sonrisa interior. Sus ojos centelleaban con un brillo de satisfacción.

El Sueño de Laura

Por la noche, mientras Javier roncaba, Laura se arropó en su cama, casi en trance. “La muerte, que nunca nos iba a separar”, se repetía. Pero su mente, atrapada en la lucha entre el amor y el odio, comenzó a torturarla. En sus sueños, Javier se transformaba en un monstruo, una representación de todo lo que ella quería eliminar.

“¡Está exquisito, vieja!” —se oía su voz burlona.

“Debes demostrarlo, amorcito”, cevapó ella en un susurro suave pero amenazador.

El Último Aliento

La noche elegida llegó. Mientras Laura acariciaba su enorme vientre, él se quejó. “Vieja querida, me siento mal”. Con la fe de que todo estaba calculado, Laura le respondió con una sonrisa. “Debe ser la hernia de hiato, comete otro choricito gordo, que siempre los tengo que tirar”.

Mientras él disfrutaba de su última cena, sus ojos se entrecerraron, y un brillo de triunfo iluminó el rostro de Laura. “¡Lo logré!”, pensó. “¡Adiós, Javier!”.

Ecos del Pasado

Pasaron los días y Laura comenzó a notar cambios extraños. Las vecinas comenzaron a murmurar. “¿Y la señora que venía a ver a Javier?”, preguntó Doña Ana, la vecina del frente.

“¿Qué señora?”, respondió Laura, disimulando la creciente inquietud.

Esa noche, Laura se sintió observada. Ruidos en la oscuridad la seguían mientras regresaba a casa. Caminó rápido, el latido de su corazón resonando en sus oídos. “¿Qué es eso?”, pensaba, sintiendo cómo la paranoia la invadía.

Un Último Sueño

Mientras dormía, soñó con su boda, con un Javier delgado y atento. De repente, el escenario cambió dramáticamente. Javier se convirtió en el monstruo que había alimentado; un horror hecho carne.

“¡ZAS!” —la espada de la tarta se hundió en su corazón.

Laura nunca despertó de aquel sueño agónico. La conciencia no admite crímenes perfectos, y su último suspiro la atrapó en la tela tejida de su propio destino.

El eco de su risa y los gritos se perdieron en la noche, dejando solo un vacío, un susurro de lo que había sido un amor transformado en odio, y una historia de venganza que nunca debió suceder.

 

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