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La muy puta rutina

PARA LEER EN PANTUFLAS 18/06/2023 José Ademan RODRÍGUEZ
hoy (2)

jose ademan Por José Ademan RODRÍGUEZ

Estoy convencido que la rutina es una verdadera mierda, diría es una porquería, algunos dicen que no hay rutina buena, otros que no es tan mala, yo la bauticé como "LA PUTA RUTINA", con eso les digo todo, pero pensando y pensando, llegué a la conclusión que hay una excepción, dentro de una semana los cordobeses vamos a tener la mejor rutina que los pueblos pueden tener, la de ir a votar. En siete días vamos a tener la oportunidad de elegir a la persona que nos va a gobernar por los próximos 4 años. Los Argentinos, más allá que Córdoba es un país en si mismo no deja de ser Argentina y con mucho orgullo, sufrimos mucho "la no rutina" de no poder votar, años de plomo y sangre nos atravesaron y no pudimos cumplir con el ejercicio democrático más sagrado. No quiero en estas líneas influir para uno u otro candidato, no quiero influenciar, solo deseo que los que se comprometen a gobernarnos, al otro día de ser elegidos, no nos abandonen como están acostumbrados a hacer. Quiero que se sigan ocupando, que sigan recorriendo las calles y se sigan interesando por la gente, por ese ciudadano que con la esperanza de que la suerte cambie de una vez, se levantó el domingo, agarró su documento y se dirigió a cumplir con el deber más sagrado que una persona libre puede tener: votar. El próximo domingo el ciudadano es el que tiene el sarten por el mango, es quien decide, quien tiene el verdadero poder. Usemos ese poder, lo hagamos valer y votemos con responsabilidad, para que la rutina de votar, sea el ejercicio más hermoso que pueda tener una persona en democracia.

MI NOTA PARA ESTE DOMINGO

El sol de los domingos, sí que valía la pena...

De cuando se estilaba comer con la familia a pleno, y el goce inigualable de llevar a tus pequeños a la cancha (al menos en mi caso). Y esa sensación única de saltar con ellos festejando un gol o putear con tus hijos por aquel penal en el travesaño, o discutir si debió jugar Miguel Laciar o la Pepona Reinaldi. Y luego el pitido final. El choripan y se acabó la magia de ese universo encantado del fútbol...

La vuelta a casa...

Mientras se van escuchando las grabaciones de los goles en el auto el sol se va poniendo oblicuo luego de las 5...

Hora en que ese señor separado tiene que devolver los niños a la madre, en medio de barrios clausurados de persianas bajadas convertidos en necrópolis invisibles... como una cortina gris que se llevó las ganas de vivir, luego de las 5...

Y menos mal que Tato Bores aligeraba con su talento en blanco y negro el sopor de la tarde noche dominguera.

Pero lo más triste era que se venía el monstruo de la rutina, el día lunes...

Ayyy, ¡si pudiera quedarme en camita!

‘’Mira negrito, no hay nada que merezca la pena hacer, que no se pueda hacer en una cama'', me dijo una vez el zurdo Rivadero.

93A35619-8BCA-473C-BB05-22DE3BBD2DA1¿Cinco puntos arriba?

Y mucho más cierto en nuestra infancia, haciéndote el enfermo para que tu vieja te traiga el desayuno y de paso faltar a clase.

O que una naifa te despierte con un mate como premio a tu ritmo feroz (ni pensarlo con una feminista, que seguro te haría quilombo).

O puede soñar que la cama es un castillo o una carpa en medio del bosque o cagarse a almohadonazos con otro amigo.

O de vago nomás, porque es un lunes, que merece más respeto que el sábado inglés, que vino por la cuestión industrial desde Inglaterra.

O sino, divagar o pensar que te coges a la mujer de tu jefe...

Yo fui el pionero de esa idea de borrar el puto lunes mandándolo a la miércoles.

 

Hoy es domingo, ya empezó el otoño, pasadas las tres de la tarde, y estoy en mi habitación tendido en la cama, inmerso en la penumbra amortiguada y placentera de las persianas bajas... con cientos de agujeritos que son los ojos del sol. La luz tamizada es atrapante, filtrándose como hilos de miel, que hacen caminitos de oro sobre la ropa amontonada en una silla al lado de mi ventana.

Estoy boca arriba, con ataque de pensamientos y los ojos fijos en el techo, jugando con la bolita de un moco. No se escandalicen; éstas son marranadas que la mayoría de la gente practica en solitario sin atreverse a decirlo (más feo queda hurgarse la nariz dentro del coche cuando el semáforo está en rojo, pues lo hacen en la vía pública y las mujeres se repintan al no poder rascarse las bolas). Y pienso... Hay quien ve películas pornos por no “poder”,minisadismos asintomáticos, perversidades incipientes Etc, etc...

 

A los tipos que alardean de dinero, habría que pregúntales si trabajan los lunes por la mañana. En caso afirmativo, se revelarán como pobres esclavos. Los tipos inteligentes y ricos no cometen la grosería de trabajar los lunes. Yo no soy rico, pero considero que laburar los lunes es una explotación de uno mismo, olvidando que la autocompasión es necesaria.

Me convenzo para revalorizarme de que los demás trabajan para que yo pueda dormir. Y soy yo mismo el que me fijo mis días laborables, festivos y de luto, porque nunca me sentí sometido por ningún jefe, patrón o director; mejor así, pues no hay peor amo que el que ha sido esclavo.

Y llegué a la conclusión, hace ya más de 40 años, que no tenía que ajustarme a semejante deshonra: aguantar los nervios tensos de los lunes y sus lunáticos, el mal humor columpiándose en los párpados inflamados, y evitar el “hola” cavernoso que emana de una cara constricta, que más que saludo es como un eructo duodenal. ¡Hasta parece que tuvieran pelos en el corazón! Ya demasiado los veo en la semana a la hora en que se baja la basura.

 

GNQTSMLGMVRWGNLBGM3TEZTEGU“Chiche” Duhalde será la primera diputada en la lista de Schiaretti

Por eso, tomó cuerpo la frase esa: “¿Te gusta Plácido Domingo? ¡Mucho más que el puto lunes!”. Quedé desafectado de esa humillante obligación y me declaré en estado de vagancia indefinida, enmendando una clásica frase: “Dime lo que no haces y te diré quién eres: un tipo inteligente”. Soy a la pereza lo que Leonardo Da Vinci a la creatividad. Y me pongo contento haciendo fiaca los lunes por la mañana, como un bebé al que le arrimaran la teta de Gina Lollobrigida y bien llenito, luego, ella me dará golpecitos en la espalda para que eructe como todos los bebés, con la diferencia que tratándose de la Gina sería un bebito diferente o un aristocrático gran mamón.

Más tarde invadiéndome una dulce modorra de articulaciones estiradas hasta el infinito, me aferro a una almohada gorda y blandita, y me revuelco en la cama tibio y jocundo. Y no es una fiaca vulgar, de simple comodidad, es un protestón de pancarta, una magnifica rebeldía que me eleva por encima del rebaño, segregando una profunda filosofía que me hace sentir diferente.

 

¡Uff! ¡Qué desgracia, suena el timbre de la puerta! Me salta el corazón, no, no es nadie, es el del anuncio de tv que lleva pizza a domicilio. Además, tengo todo el cubrecama para mí porque estoy solo. ¡Y me importa una mierda el mundo! Hasta me es antipática la porteña calle Corrientes, “la que nunca duerme”.

Desentraño el enigma de las pirámides que no resolví cuando las visité: una vuelta a cada una equivale a la misma distancia desde la calle Ocaña Norte hasta la entrada a la cancha de Belgrano.

Tracé parámetros teóricamente imposibles, como medir mi capacidad de sufrimiento, entre mi ignorancia, el saber científico y la Cruz del Sur, que no les voy a revelar, para que siga siendo enigma, como el del Santo Grial. ¡Lunes agorafóbicos, lunes de orquídeas! Me transfiguro, no soy Ademan Rodríguez, soy un ademán flemático... Para el resto no existo.

Ese día más que el bien hacer hay que interpretar el buen yacer. Me autorizo a mí mismo el franco de decúbitos dorsales y ventrales. Ahora entiendo, casi con certeza, por qué la época de bebé es la más feliz: por dormir mucho y todo lo que uno quiere, calentito.

De adulto, uno se nota siempre fatigado, por contraste, y odia el frío; por eso hay mujeres superinteligentes que cuando se casan lo tratan al hombre como a un bebé. ¡No me vengan con el cuento de la teta y el Edipo de lactantes! Simplemente, de pendejito uno se siente seguro por dormir mucho y calentito, y de grande tiene miedos por dormir con el culito destapadito. Dormir, dormir… Mi hobby, mi sueño de toda la vida, mi adicción, mi locura. A veces creo que sin dormir no sería nadie, me convertiría en un hombre desgraciado.

Es como si me revolcara en el líquido amniótico. Con razón placer viene de placenta. Algo así, tan dulce, debe ser el suicido con barbitúricos... y tan fácil es morirse así en relación a lo difícil que es vivir. Es cierto, y si es tan jodido vivir, para que hacerlo?, o será por eso que siempre algún boludo, o un profundo filósofo, (que en eso se dan la mano) te largue en un velorio aquello de “ ...no somos nada, Doña...” relativo, ya que si el muerto es Pelé, Fleming, Sabin o Tarzán, no se le puede decir eso la madre. Mi cuerpo descansa de las malas posturas. Soy el amo del ying y el yang. Más que pensar en hacerme budista, me solaza el placer íntimo de sentir cómo me crecen las uñas de los pies.

Mis líquidos corren a su aire. Me abandonan los miembros en mórbida miastenia. Duermo con la laxitud de los santos y los muertos incinerados. Solamente las personas puras como el Kiko (mi hijo adoptivo) al final de la jornada duermen como un niño de pecho. Gozo los diálogos eufónicos del pulso superficial que responden a los más profundos de la expulsión ventricular. Lunes que se cuela dentro mío... Tantea mis huesos, se instala en mí, en mis riñones, me aferra a la tierra. Y me arrepiento los lunes de haber trabajado los restantes días de la semana. Atiborrándome de bostezos, lo que haga falta... doce, catorce horas.... para mantener el divino sopor.

 

Son cinco horas menos en Argentina: cuatro horas más para dormir. Mañana hay que adelantar la hora. Serán cinco... Desde la cama marco directrices a mis enfermeras, a las que, por vago, conveniencia y comodidad, delego responsabilidades. Lo más probable es que termine en la situación de aquel personaje de Dickens, esclavo de sus dependientes.

Cierta vez mi hijo Néstor me reprochó “tenés que fijarte en las cuentas papá...”. Se nota que no me conoció nunca! Cualquiera sabe que soy de hablar, no de contar (cuentos sí!) me gusta tanto la contabilidad como al zurdo una película de Ingmar Bergman. Soy un revoltoso provocador dadaista de la inactividad. ¡Lunes de regocijo sólo al pensar que vendrá otro lunes! Claro, no hay más remedio: tendré que aguantar el martes, lindo día para mandar todo “a la miércole”. ¡Qué gusto da descubrir un lunes que en la heladera hay una sopa del sábado, no por lo rico de la sopa (que se hace más gustosa y concentrada), ¡sino más que nada porque es un lunes! Dicen que dormir es perder horas de vida. En parte es verdad. También me quejaré como todos de lo de siempre: la brevedad de la vida. Pero, qué quieres que te diga: dormir es mucho dormir. Se hace camino al dormir.

Pongamos mejor que soy un muertoide que respira lo justo, o un vivaracho que se resiste a respirar el aire innoble de las chimeneas, caños de escape y otros gases ciudadanos. Si me llaman por teléfono, profanan el abismo de mi sueño, igualando a Lord Carnarvon en la cámara mortuoria de Tutankamón.

 

Para saber qué pasa en nuestra esfera llena de achaques, escucho la radio. Está nevando; a la nieve, los boludos del hombre del tiempo le llaman estrafalariamente el blanco elemento... Pero las observaciones meteorológicas no hacen declinar mi férrea adhesión a Morfeo. Solamente una vez escuché un pronóstico de certeza de labios de uno que predecía el tiempo: “Esta noche... es Nochebuena y mañana es Navidad”. “Los presuntos atracadores tenían acento suramericano”, sin distinguir un pito entre un canario, un chileno, un argentino y los que simulan ser tales. “El Barcelona asombró a propios y extraños con su derrota”, como si fuesen propietarios de la gente o se refirieran a extraterrestres. Y aún siguen preguntando al invitado la planta, árbol o animal en que le gustaría reencarnarse.

Afuera hay mucho viento... Mi pensamiento sigue ahora los círculos concéntricos del agua de un estanque. Arrojo un objeto; no sé bien qué es, si un anillo, un paquete de cigarrillos abollado, una vileza ajena, una ilusión bien pesada que no pude sacar a flote y se hundió...

 

Un cronista financiero explica que “hay que ajustar las variables y los parámetros” (??????????????). Los periodistas no comentan sino que “analizan”, haciendo girar el mundo entre sus lenguas, como en “estado de asamblea permanente” (al pedo), conformando una “mesa de trabajo” para referirnos que el gabinete gubernamental tiene hoy una “reunión de trabajo” o que tal sindicato tendrá una “comida de trabajo”, al escuchar tan reiteradamente lo de “trabajo”, apago el aparato y sonrío satisfecho... ¡que bien se está!.

Hasta me he enterado, que los japoneses ya dormían en las empresas para quedar bien con el patrón (¡qué boludos!). ¿Ése es el concepto de la libertad y del Estado del Bienestar? ¡Que me chupen un huevo! El italiano Cesare Pavese tituló uno de sus libros Trabajar cansa. ¡Que me lo diga a mí, flor de pelotudo! Lunes de orquídeas... Lunes metafísicos, trascendentes, trascendentalísimos. ¡Lunes de antes de Cristo y después de Cristo! Así debió quedar Dios cuando descansó, con la vista en el cielo raso. Puedo dar vida a lo que no existe, captar lo que olvidé o me pasó de largo. Los vientos de la historia, los soplan las minorías los días lunes. Afuera, un ejército de hombres, como una casta de miserables atrapados, carne y mugre, trabajan colaborando con el mundo a cavar su propia tumba, segregando la vida que se va.

Son los topos, que ignoran que los pozos de petróleo, los bombardeos y los refugios nucleares se comienzan por arriba; ellos empujan desde abajo en un trabajo ciego, como los volcanes. No saben que si algún día se produce una revolución, ésta será el fruto de una trabajosa educación del hombre, no del trabajo en sí mismo, en su vulgar expresión, menos de grupos con fusil escondidos en el monte, enfrentados a ejércitos de radar y misiles. Me recuerdan a los cerdos apretujados en los camiones que circulan por las autopistas, y a las horas puntas de los metros, como en una lata de sardinas; salen despedidos como la pasta dentífrica al oprimir el tubo; magma en torrente que baja y sube escaleras y saltarán las barreras ¡rapados, sudacas, argelinos, okupas!, adolescentes de arito y sucia prepotencia, como sentando un principio rebelde de que la sociedad ordenada es propia de la globalización.

Tántalos que se vuelven tontos de bajar y subir y no arribar jamás en la escalera de la vida donde unos escalan los peldaños y otros los trepan sin que estén bien dadas las reglas del juego. ¡Si por lo menos alguno tuviera la originalidad de bajarlos de espaldas! Currantes como termitas que empujan, cuyo logro más preciado es estar en nómina, tener actualizado el carnet de conducir, recibir el aguinaldo y poner el culo en alguna playa durante el estío.

Gente que permite pensar que en el mundo hay dos clases de personas: los que tienen dinero y los que no saben ni lo que quieren. Clase media saltando entre un campo minado de tributos y créditos, intentando ahorros que dan pena. Víctimas de la productividad que llevan a la rastra el escepticismo del talentoso frustrado, que esperará con avidez saber qué tal sirven el menú en el bar restaurante más próximo. Y no quiero hablar del olor mierdebundo a sudor.

 

Algunos estarán placenteramente tirados como yo, mañana lunes, como los chanchos revolcándose en el barro para hidratarse la piel. Trabajo, laburo, sacrificio… ¡La gran mentira de los explotadores y líderes del borreguismo humano! Lo lógico es tener dinero para no trabajar (o trabajar menos), y no trabajar como un burro para tener dinero. De ahí aquello de: "No hay montaña tan alta que no la suba un asno cargado de oro".

 

Por supuesto que uno en la cama se desvela y tal vez pueda evocarse un amor, aunque en esas negras horas del insomnio mis pobres ojos no podían cerrar, porque sigue rondando por el cuarto tu figura, aunque me haya besado con su boca mentirosa...

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