Un “mini plan platita” para Navidad: el Gobierno busca reactivar el crédito sin poner en riesgo la calma cambiaria

ECONOMÍA Agencia de Noticias del Interior
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  • El Gobierno prepara un “mini plan platita” navideño con foco en reactivación y crédito.
  • La estabilidad del dólar mejoró expectativas de consumidores y empresarios.
  • Caputo y Bausili iniciaron una flexibilización gradual del “apretón monetario”.
  • El BCRA redujo encajes y habilitó más integración con bonos para liberar liquidez.
  • La inflación limita la velocidad del desarme regulatorio y del estímulo crediticio.
  • Persisten dudas sobre el cepo, el esquema cambiario y la capacidad de reactivar la economía real.

El Gobierno apuesta a cerrar el año con un impulso a la actividad económica y prepara un paquete de medidas orientado a mejorar el clima de consumo hacia las Fiestas. El llamado “mini plan platita”, que en la Casa Rosada prefieren describir como un “alivio estacional”, combina dos ejes clave: flexibilización del crédito y desarme gradual de algunas restricciones financieras impuestas durante la corrida preelectoral. Todo, bajo la condición de no alterar la estabilidad del dólar, convertida en el pilar psicológico que ordena expectativas de consumidores, inversores y comercios.

Desde la victoria electoral, el humor social cambió de manera visible. La confianza del consumidor mostró una recuperación sostenida y los empresarios comenzaron a proyectar un 2026 con mayor previsibilidad. Ese optimismo, sin embargo, convive con la prudencia del propio Gobierno, que evita avanzar en cambios bruscos para no desestabilizar el tablero económico y político que se consolidó tras los comicios.

La dupla económica Luis Caputo–Santiago Bausili, que piloteó la etapa más crítica previa a las elecciones, inició en los últimos días un giro paulatino. Después de mantener por casi un mes el esquema de “apretón monetario” que ayudó a contener la corrida, comenzó a delinear una estrategia más flexible. El objetivo es remover trabas que frenan el crédito y habilitar un mayor flujo de pesos hacia la economía real, aunque sin abandonar la línea dura contra la inflación.

La primera señal llegó con la reducción de la tasa que el Banco Central paga por las “simultáneas”, el mecanismo por el cual toma pesos de los bancos. La segunda medida, anunciada horas después, apunta directamente a la estructura de encajes del sistema financiero. El BCRA resolvió bajar en 3,5 puntos porcentuales la exigencia de efectivo mínimo para depósitos a la vista, cauciones y pases pasivos, lo que liberará parte de los fondos inmovilizados en los bancos. Esa reducción será compensada con un aumento equivalente en la posibilidad de integrar encajes con bonos, lo que permite a las entidades ganar margen operativo sin erosionar la disciplina monetaria.

Las medidas buscan aflojar los nudos regulatorios más rígidos heredados de la etapa de estrés cambiario. Pero la velocidad será moderada: el Gobierno no quiere poner en riesgo el clima positivo que generó el ordenamiento del dólar. La apuesta de la Casa Rosada es mostrar, hacia fin de año, una economía en movimiento, con crédito en alza y consumo estable.

Los límites, de todos modos, están a la vista. Con la inflación por encima del 2% mensual y sin señales claras de desaceleración sostenida, cualquier relajación monetaria deberá ser calibrada al milímetro. Además, aún no hay fecha para desmantelar el cepo para empresas ni definiciones sobre un nuevo esquema cambiario, dos reclamos que grupos exportadores e inversores consideran prioritarios para 2026.

En este marco, la consultora 1816 planteó que existe margen amplio para expandir el crédito sin incrementar la base monetaria, simplemente reduciendo los encajes en efectivo y mejorando el multiplicador bancario. La firma recuerda que durante la década del ’90 el crédito al sector privado llegó al 24% del PBI, más del doble del nivel actual. Y que, al comparar con países vecinos, el atraso argentino es todavía más evidente: Chile exhibe un crédito equivalente al 103% del PBI y Brasil al 76%.

La estabilidad del dólar, entonces, funciona como el principal sostén del plan oficial. Sin ese ancla, difícilmente los consumidores mantendrían una disposición más optimista hacia las compras de fin de año, ni los bancos acelerarían la recuperación del crédito. La incógnita es si el gradualismo que eligió el Gobierno será suficiente para dinamizar la actividad sin poner en riesgo el equilibrio macroeconómico.

Para Milei, Caputo y Bausili, el desafío consiste en dosificar audacia y prudencia. En Casa Rosada dicen que el clima postelectoral no debe desaprovecharse. Pero admiten que la recuperación será frágil si no se consolida un sendero más convincente sobre inflación, reservas y tipo de cambio.

Mientras tanto, el “mini plan platita” asoma como un intento por mostrar que la economía real puede empezar a moverse, aunque sea unos centímetros, antes de que termine el año.

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