Dar sin contar: el regreso a la política del "como si"

OPINIÓN Agencia de Noticias del Interior
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  • El Senado aprobó nuevos gastos sin debatir cómo se financiarán, lo que pondría en riesgo el superávit fiscal.
  • La crítica no es al aumento a los jubilados, sino a la falta de responsabilidad fiscal.
  • Las opciones de financiamiento son escasas: recortar otros gastos, endeudarse (inviable) o emitir (inflacionario).
  • Se denuncia el oportunismo de sectores políticos que antes perjudicaron a los jubilados y ahora los usan como bandera.
  • El texto remarca que los recursos son limitados y gobernar implica priorizar, no prometer todo a todos sin sustento.
  • Votar gasto sin respaldo es calificado como populismo disfrazado de institucionalidad.

El Senado argentino acaba de protagonizar una escena clásica de la política nacional: aprobar gasto sin discutir de dónde saldrá el dinero. Casi sin debate, y definitivamente sin definir una fuente de financiamiento, votaron un paquete que revierte el frágil superávit fiscal en un nuevo déficit. Una vez más, se actúa como si la riqueza brotara espontáneamente de los árboles, como si fuera posible satisfacer todas las demandas sin costo alguno.

Esta no es una crítica al aumento a los jubilados per se. Nadie con sensibilidad social puede ignorar que las jubilaciones en Argentina están por debajo de niveles dignos. Pero lo preocupante no es el “qué” sino el “cómo”: se legisla para la tribuna, se promete sin respaldo, y se omite la discusión más básica de cualquier presupuesto: ¿cómo se financia?

Las opciones, en un país sin crédito ni confianza, no son muchas. O se recortan otras partidas —lo que implica enfrentar intereses concretos—, o se emite —lo que dispara la inflación que destruye todo aumento previo—. Endeudarse, en este contexto, ni siquiera es opción: nadie está dispuesto a prestarle a un Estado que no se toma en serio.

Lo más cínico es que muchos de los que ahora claman por los jubilados fueron quienes en el poder los condenaron a perder poder adquisitivo, licuaron haberes y desobedecieron fallos judiciales. El peronismo opositor, tan locuaz ahora, fue durante años el principal verdugo de los jubilados. Pero hoy descubren su causa con una súbita urgencia que, curiosamente, llega cuando no les toca gobernar.

El problema de fondo, sin embargo, va más allá del oportunismo político. Tiene que ver con una incomodidad estructural de la dirigencia argentina frente a una verdad sencilla: los recursos son limitados. El nivel de vida posible en una sociedad no se define por decreto, ni por buena voluntad, ni por romanticismo parlamentario. Depende de la productividad, del capital acumulado, de cuánto produce una sociedad y cómo decide distribuirlo. Todo lo demás es ficción o irresponsabilidad.

Durante siglos, la humanidad vivió con hambre, trabajando sin descanso. El capitalismo, con sus luces y sombras, permitió acumular capital y liberar a niños y ancianos de la necesidad de trabajar para sobrevivir. Pero ni siquiera en este contexto es posible satisfacer todos los deseos. La jubilación, como tantos otros derechos sociales, es una conquista moderna, no un derecho natural. Y sostenerla requiere decisiones duras, prioridades claras y, sobre todo, responsabilidad.

Gobernar no es dar todo a todos. Es decir que no, administrar escasez y priorizar. Hacer creer lo contrario es estafar al electorado. Y votar gastos sin financiamiento, simplemente, es hacer populismo con disfraz institucional. En Argentina ya conocemos demasiado bien ese camino. Y sabemos cómo termina.

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