




- Más de 12 millones de personas en Argentina necesitan cuidados, una de cada cinco en forma intensiva.
- Las tareas de cuidado recaen mayormente en mujeres y siguen siendo invisibles, no remuneradas y desiguales.
- El sistema actual es insuficiente: el Estado, el mercado y las redes comunitarias no dan respuesta.
- El envejecimiento poblacional agrava el problema: más adultos mayores, menos cuidadores disponibles.
- La ONU propone cinco principios clave: reconocer, reducir, redistribuir, representar y remunerar el cuidado.
- El sector privado debe involucrarse con políticas concretas como licencias, flexibilidad y servicios de apoyo.
- Invertir en cuidados es una decisión estratégica para una sociedad más justa, sana y sostenible.
Por décadas, las tareas de cuidado han sido una deuda silenciosa de la sociedad. Invisibles, no remuneradas y desigualmente distribuidas, recaen en su gran mayoría sobre los hombros de las mujeres, quienes, con frecuencia, deben poner en pausa sus proyectos personales y profesionales para sostener a otros. En Argentina, más de 12 millones de personas requieren algún tipo de asistencia, y una de cada cinco necesita cuidados intensivos, especialmente en la vejez. Sin embargo, ¿cuánto de esto se refleja en nuestras políticas públicas, en el sistema de salud, o en la lógica empresarial?
La respuesta es clara: muy poco.
El reciente informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA no hace más que poner cifras a lo que muchas familias viven a diario. La foto es conocida: madres, hijas, hermanas que reorganizan sus jornadas, que duermen menos y producen más, sin salario, sin licencias, sin reconocimiento. Lo hacen por amor, sí, pero también porque no tienen otra opción. El Estado llega tarde, el mercado no responde, y el entramado comunitario, cada vez más débil, tampoco alcanza.
La situación se agrava con el envejecimiento poblacional. Hoy, el 12% de los argentinos tiene más de 65 años. Vivimos más, pero también necesitamos más apoyo por más tiempo. Y la ecuación se rompe: menos cuidadores disponibles, más personas dependientes. Un sistema sin respuestas.
Frente a este escenario, organismos como la ONU insisten en transformar el cuidado bajo cinco principios clave: reconocer, reducir, redistribuir, representar y remunerar. No se trata solo de crear nuevas leyes, sino de cambiar paradigmas. Dejar de ver el cuidado como un asunto privado, de mujeres, de puertas adentro, para asumirlo como una responsabilidad colectiva, transversal, estratégica.
El informe de Unicef y ELA lo deja claro: estamos ante una tensión creciente entre las necesidades reales de cuidado y la capacidad —cada vez más erosionada— de las familias para enfrentarlas. La fragmentación normativa, las brechas entre regiones, sectores y tipos de empleo, y el aumento de hogares monoparentales complejizan aún más el cuadro. No alcanza con ajustes mínimos. Se necesita una transformación de fondo.
Y en esta transformación, el sector privado no puede seguir siendo espectador. Las empresas tienen en sus manos la posibilidad —y la responsabilidad— de innovar en políticas de bienestar que incluyan el cuidado como un eje central. Flexibilidad horaria, licencias extendidas, convenios con servicios de atención, beneficios que contemplen esta dimensión humana y vital. No se trata de caridad, sino de sentido estratégico: personas cuidadas cuidan mejor, trabajan mejor, viven mejor.
Poner el cuidado en el centro no es solo una cuestión de justicia social. Es una apuesta por una sociedad más sostenible, saludable y productiva. Cuidar ya no puede ser una carga individual. Es tiempo de construir, entre todos, un sistema de cuidados que reconozca su valor esencial. Porque, al final del día, cuidar es lo que nos mantiene unidos. Es lo que sostiene la vida.



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