




- Gildo Insfrán gobierna Formosa desde hace casi 40 años, lo que contradice el principio republicano de alternancia en el poder.
- La reelección indefinida vulnera la democracia real, y ya fue declarada inconstitucional por la Corte Suprema y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
- La reforma constitucional convocada para el 29 de junio podría ser una trampa, al permitir otra reelección si el nuevo límite rige recién desde 2025.
- Formosa sufre una fuerte dependencia del Estado, con empleo público dominante, baja producción y alta emigración por falta de oportunidades.
- Insfrán representa un feudo más que una república, y el pueblo formoseño tiene la oportunidad de romper con ese modelo autoritario y clientelar.
Por demasiado tiempo, Formosa ha sido una excepción inaceptable dentro del sistema republicano argentino. Bajo el mando de Gildo Insfrán desde 1995 —y antes como vicegobernador—, la provincia vive desde hace casi cuatro décadas bajo un régimen personalista que contradice flagrantemente los principios de alternancia y renovación establecidos por la Constitución Nacional.
El republicanismo no es solo una formalidad electoral. No basta con que haya comicios si las condiciones materiales, institucionales y culturales para una elección libre están deterioradas por el clientelismo, la dependencia económica del Estado y el miedo. La reelección indefinida, amparada por el artículo 132 de la constitución formoseña, ha sido un instrumento para consolidar un poder que no se renueva, no se oxigena y que, con el tiempo, deja de representar.
La democracia sin alternancia se convierte en simulacro. La Corte Suprema ya declaró inconstitucional la cláusula que habilita la eternización de Insfrán en el poder. Lo mismo ha hecho la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en su Opinión Consultiva 28, dejando claro que los derechos políticos —como el de ser elegido— pueden y deben ser limitados para preservar el principio mayor de la república: la limitación del poder.
La convocatoria del 29 de junio para reformar la constitución provincial podría haber sido una oportunidad histórica para iniciar la transición hacia una democracia real. Pero todo indica que podría ser una trampa más: limitar la reelección… a partir de 2025, permitiéndole al actual gobernador una nueva postulación. El viejo truco de las cláusulas transitorias al servicio de la eternidad.
El pueblo formoseño merece otro destino. No puede naturalizarse que el 75% de la población económicamente activa dependa del empleo público. No puede aceptarse que una provincia rica en recursos tenga cifras de producción ridículas y expulse a su gente por falta de oportunidades. Ni que el 90% de su presupuesto dependa de Nación, como un subsidio al sometimiento.
Insfrán no es un gobernador: es un síntoma. El síntoma de cómo, en democracia, puede sostenerse una estructura feudal cuando el poder no encuentra límites, ni contrapesos, ni voluntad de cambio. Su permanencia no es solo una anomalía institucional: es una tragedia social. Porque donde no hay república, no hay derechos. Hay súbditos, no ciudadanos.
El 29 de junio, Formosa tiene una posibilidad. Una entre muchas frustradas. Pero es una. La de iniciar un camino que rompa el vínculo tóxico entre prebenda y voto, entre miedo y obediencia. La de empezar a construir una provincia libre, donde el poder no se herede ni se eternice, y donde los formoseños no sigan arrodillados ante un caudillo, sino de pie frente a la ley.
La historia nos enseña que los feudos solo caen cuando los pueblos deciden dejar de temer. Ojalá ese día haya llegado.



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