
Cristina, condenada pero central: el peronismo tambalea, Milei recalcula
OPINIÓN Agencia de Noticias del Interior



- La condena firme a Cristina Fernández de Kirchner la inhabilita como candidata, pero sigue siendo central en la política argentina.
- El peronismo se reorganiza entre el discurso de “proscripción” y estrategias locales, especialmente en Buenos Aires.
- El Gobierno de Milei debe redefinir su campaña sin Cristina como antagonista directa.
- Ambos espacios políticos se enfrentan a un dilema: cómo sostener la polarización sin la figura de CFK en competencia.
- El kirchnerismo busca mantener su influencia simbólica, mientras crece la tensión interna en el peronismo.
- Se espera una respuesta callejera ante la detención domiciliaria, como forma de sostener centralidad.
- El oficialismo podría apuntar contra Kicillof como nueva figura de oposición, aunque sin el mismo peso polarizante.
- Cristina, fuera de la boleta, sigue siendo una referencia clave en la dinámica política nacional.
Cristina Fernández de Kirchner ya no podrá ser candidata, pero sigue siendo la figura que define los movimientos políticos en Argentina. La ratificación de su condena en la causa Vialidad reconfiguró el tablero con una intensidad pocas veces vista desde la restauración democrática. Mientras el peronismo busca reacomodarse entre la victimización discursiva y la estrategia territorial, el oficialismo libertario se enfrenta a un dilema inesperado: ¿cómo polarizar sin Cristina?
La noticia cayó como una bomba en medio de un calendario político en marcha. Aunque la inhabilitación era esperada, su confirmación judicial desacomodó los planes tanto del peronismo como del Gobierno nacional. En el PJ bonaerense —el verdadero corazón del poder territorial— se reabrieron debates urgentes: cómo reagrupar sin su principal figura electoral y cómo mantener el caudal histórico que aún conserva la ex presidenta, incluso en retirada.
El kirchnerismo activó rápidamente la narrativa de la “proscripción”, una etiqueta potente para mantener la cohesión del núcleo duro. Sin embargo, en la base peronista no todo es lealtad militante: los intendentes y caciques seccionales ya comenzaron a pensar en términos de supervivencia. La elección de septiembre en la provincia de Buenos Aires es ahora el primer gran test, no sólo para el oficialismo local, sino también para medir el verdadero peso de Cristina sin posibilidad de jugar en la boleta.
Del otro lado, el Gobierno de Javier Milei también quedó en una zona ambigua. A pesar del rédito que podría obtener por la salida de escena de su principal rival simbólica, la reacción fue de extremo cuidado. Milei se aferró a su discurso de no intervención en la Justicia y evitó cualquier festejo que pudiera parecer revancha. El mensaje es claro: no quieren ser vistos como instigadores de una maniobra política desde los tribunales. Pero hay algo más: sin Cristina, ¿quién ocupa el rol de antagonista perfecto?
La polarización es la herramienta favorita de esta era política. A falta de gestión visible, el “ellos contra nosotros” se volvió una maquinaria electoral eficiente. Milei necesita de un kirchnerismo activo para sostener su narrativa de ruptura. Y Cristina, aún fuera de carrera, necesita del mileísmo como amenaza para mantener su centralidad en el peronismo. El drama es mutuo y funcional.
Sin embargo, el terreno se mueve. La baja participación en elecciones provinciales y el creciente desinterés del electorado plantean otro interrogante: ¿hay espacio para una nueva centralidad política o todo seguirá girando alrededor de las mismas figuras, incluso vencidas?
El efecto inmediato será callejero. El día que se concrete la detención domiciliaria de CFK será una postal política que puede marcar el tono de los próximos meses. El peronismo organizará su músculo territorial, aunque las fisuras ya son evidentes: algunos gobernadores dudan, los sindicatos responden a su propio juego y los intendentes miden costo-beneficio antes de cada declaración.
Cristina sabe que su mayor capital hoy es simbólico. Su condena la deja fuera de la boleta, pero no del mapa. Si logra mantenerse como centro de gravedad en el espacio peronista, puede todavía influir en las listas, en las campañas y hasta en el destino de posibles candidatos. Para eso, necesita una épica de resistencia. Y el fallo judicial, aunque lapidario, le ofrece esa narrativa.
Del lado del Gobierno, la necesidad de reformular su campaña sin la “villana ideal” es urgente. Intentarán hacer de Axel Kicillof el nuevo blanco predilecto. Pero no es lo mismo. El gobernador tiene su propio conflicto interno con el kirchnerismo y no logra proyectar el antagonismo emocional que CFK garantiza.
Todo indica que los próximos meses serán una danza forzada entre estrategia, improvisación y supervivencia. Porque, pese a la condena, Cristina sigue marcando el ritmo. Y mientras haya ritmo, el peronismo baila. Aunque sea sin pista.



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