Milei: el experimento libertario que desafía la historia económica argentina

OPINIÓN Agencia de Noticias del Interior
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  • Niall Ferguson analiza a Javier Milei como un fenómeno político e ideológico inédito, que representa un experimento libertario radical en un país devastado como Argentina.
  • Destaca el ajuste fiscal extremo y la desregulación económica como un posible “cambio de régimen” sin precedentes desde la vuelta de la democracia.
  • Ferguson admira la coherencia ideológica de Milei y su rechazo al keynesianismo, al tiempo que advierte sobre el alto costo social y los riesgos políticos que enfrenta.
  • Resalta que el éxito del plan depende de la sostenibilidad política y la estabilidad macroeconómica.
  • Concluye que si Milei tiene éxito, podría convertirse en el primer caso de éxito global del libertarismo puro.

Por estos días, leer al historiador británico Niall Ferguson escribir sobre Javier Milei no es simplemente leer una crónica económica: es asistir a una suerte de epopeya intelectual. En su reciente columna, Ferguson —uno de los académicos más influyentes del pensamiento liberal-conservador global— no escatima elogios ni tampoco advertencias. En Milei ve un fenómeno político inédito, un revival ideológico y, sobre todo, una oportunidad única para testear si el liberalismo económico más ortodoxo puede sobrevivir en el terreno minado de la política argentina.

Ferguson no se queda en la superficie. No habla solo del personaje mediático, del “León” que grita contra la “casta” o del economista que abrazó el cosplay de anarco-capitalista. Habla de un posible “cambio de régimen”, en los términos que Robert Lucas o Thomas Sargent utilizaron para describir quiebres estructurales en la economía de un país. Y lo dice con todas las letras: lo que está haciendo Milei en Argentina, desde el ajuste fiscal más profundo de los últimos tiempos hasta la desregulación feroz de mercados, es algo que no se había intentado con tal grado de convicción ni velocidad desde el retorno de la democracia.

Milei, el hereje de Occidente

El texto de Ferguson, publicado en The Free Press, es un retrato que combina lo académico con lo personal. El historiador británico no oculta su fascinación por Milei, al punto de dedicarle largas reflexiones sobre su coraje para romper con los consensos típicos de la política global: el keynesianismo, el asistencialismo, la corrección política. Y lo hace contrastándolo con el tibio centrismo europeo o el estatismo creciente en Estados Unidos.

“Milei está ejecutando un ajuste brutal, sí, pero lo hace desde una convicción ideológica pura, sin pedir perdón”, señala Ferguson. Esa pureza —para muchos peligrosamente dogmática— es precisamente lo que lo convierte en un caso de estudio global. En un mundo donde el péndulo gira entre populismos de derecha identitaria y progresismos intervencionistas, el anarco-capitalismo de Milei aparece como un unicornio político: una rareza sin antecedentes recientes en el poder.

El ajuste, la herencia y el método Milei

Ferguson no ignora la situación dramática que heredó Milei: inflación de tres dígitos, déficit fiscal crónico, un Banco Central sin reservas y una moneda que se depreciaba sin control. En ese contexto, considera que el ajuste no es solo una opción: es una necesidad. Y celebra que, a diferencia de otras experiencias fallidas, esta vez no haya medias tintas: el déficit cero se convirtió en mantra, y el gobierno no dudó en licuar el gasto público a través de una mezcla de motosierra, licuadora y disciplina monetaria.

En cifras, el resultado fue sorprendente: superávit fiscal durante varios meses consecutivos y una desaceleración de la inflación. Ferguson lo subraya como una hazaña digna de estudio, aunque también advierte que el costo social es enorme y que la sostenibilidad del modelo depende, en gran medida, de variables políticas que Milei aún no controla.

La política como campo de batalla

Aquí es donde el texto gana en matices. Ferguson reconoce que el experimento Milei está lejos de estar consolidado. Señala los riesgos legislativos (al no tener mayoría en el Congreso), las tensiones con los gobernadores, la resistencia sindical y la amenaza latente de un rebrote inflacionario si no se avanza hacia una estabilidad macroeconómica más estructural. También menciona el caso YPF, donde la sentencia judicial internacional le impuso al Estado argentino una multa multimillonaria, como un ejemplo de las trampas del pasado que siguen condicionando el presente.

Asimismo, se detiene en el fenómeno de la narrativa: Milei no solo es un plan económico, es un discurso. Un relato libertario que mezcla economía austríaca, liberalismo moral, batalla cultural y una comunicación agresiva, disruptiva, casi performática. Ferguson sugiere que este estilo es parte del éxito: en una era de redes sociales y polarización global, los políticos que logran sostener una narrativa coherente —por más extrema que parezca— suelen sobrevivir más que aquellos que transan sin convicción.

Una advertencia desde la historia

A pesar de su admiración, Ferguson no se entrega al optimismo ciego. Sabe que la historia económica argentina está llena de intentos de reforma que terminan mal: Cavallo en los 90, Macri más recientemente. “¿Será Milei la excepción o el próximo capítulo de ese ciclo de esperanzas y fracasos?”, se pregunta.

La diferencia, sostiene, podría estar en el tiempo. Si Milei logra sostener el ajuste sin romper el contrato social, si consigue construir una coalición de poder más amplia sin traicionar su identidad, y si, eventualmente, logra demostrar crecimiento económico real, entonces habrá sentado un precedente mundial.

Porque, como escribe Ferguson en el cierre de su columna, “el mundo necesita una historia de éxito libertaria”. Una que no surja del Silicon Valley ni de los laboratorios suizos, sino del rincón más impredecible del sur global: una Argentina devastada, gobernada por un outsider de pelo revuelto que grita “¡Viva la libertad, carajo!” mientras intenta hacer historia.

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