Macri, Milei y la búsqueda de una alternativa que aún no nace

OPINIÓN Agencia de Noticias del Interior
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  • Mauricio Macri mantiene silencio estratégico ante la alianza de dirigentes del PRO con Javier Milei, que observa con escepticismo.
  • Critica el enfrentamiento entre extremos (Milei vs. Cristina) y ve la falta de gobernabilidad como un problema mayor que el déficit.
  • Aunque celebra el superávit fiscal, advierte que no hay confianza ni alivio social; el ajuste golpea empleo, consumo y salarios.
  • Milei gobierna solo, sin alianzas ni institucionalidad sólida, y desprecia incluso a antiguos aliados como Macri.
  • Cristina Kirchner sigue teniendo influencia desde las sombras, pese a estar condenada.
  • Macri busca construir una alternativa política centrista, pero enfrenta divisiones internas en el PRO y la desaparición de Juntos por el Cambio.
  • El oficialismo necesita respaldo legislativo en octubre para avanzar con reformas clave.
  • Macri no busca enfrentarse directamente a Milei, pero sí ofrecer una opción moderada ante un eventual fracaso libertario.

Mauricio Macri no habla. Observa. Su silencio, sin embargo, no es indiferencia. Es estrategia. Es advertencia. Es también, quizás, decepción. Mientras el PRO, el partido que él fundó, se parte entre el seguidismo sin condiciones y la resistencia silenciosa, Macri deja que los hechos hablen por él. No bendijo el acuerdo electoral que algunos dirigentes bonaerenses de su partido —Cristian Ritondo, Diego Santilli y Guillermo Montenegro— sellaron con Javier Milei en la provincia de Buenos Aires. Tampoco lo condenó. Pero quienes lo conocen aseguran que lo ve con escepticismo. Y, sobre todo, con fastidio.

En el fondo, Macri detesta que la política argentina parezca obligada a elegir entre extremos: Milei o Cristina. Dos caras de una misma moneda antisistema que se niega a reconocer la legitimidad del otro, que desprecia los matices, que convierte la política en guerra cultural. Un presidente que insulta y un pasado que insiste en volver. Es un círculo vicioso, no una alternativa.

Durante su gestión, Macri alcanzó un riesgo país de 342 puntos básicos con un déficit fiscal de 4% del PBI. Hoy, Milei ostenta un superávit fiscal desde su primer año, pero el riesgo país supera los 770 puntos. Es una contradicción evidente: las cuentas están ordenadas, pero la confianza no aparece. ¿Por qué? Porque el orden económico, sin respaldo político ni institucional, no garantiza estabilidad. Porque los inversores no solo leen balances, también miden gobernabilidad. Y porque nadie invierte en un país donde el diálogo político se reemplaza por amenazas de motosierra.

La Fundación Pensar, el think tank del PRO que Macri respalda activamente, publicó recientemente un diagnóstico descarnado: aumento del desempleo (7,9%), alza de la informalidad laboral (42%), caída del salario real (6%) y desplome del poder adquisitivo de los jubilados (4,7%). También advierte sobre el descenso del consumo masivo y la pérdida de empleos en sectores clave como la industria y la construcción. En otras palabras, el ajuste llegó, pero no trajo alivio.

Macri lo ve. Y por eso, aunque celebra el superávit fiscal de Milei, marca con claridad sus límites. La política económica necesita más que números ordenados: necesita rumbo, legitimidad y un marco institucional sólido. Milei gobierna solo, agrede a propios y ajenos, desprecia a los aliados y dinamita los puentes. Lo dijo él mismo, sin rodeos: “Macri ya fue”. Y Macri no olvida.

En paralelo, Cristina Kirchner, aunque condenada y con prohibición para ejercer cargos públicos, sigue en la sombra. Tiene poder real: lidera el Partido Justicialista, influye en Axel Kicillof, guía a su hijo Máximo y mantiene contactos con Sergio Massa. Las viejas peleas, en el peronismo, rara vez son definitivas. El poder une más que lo que la historia separa. Ya lo demostró en 2019 cuando eligió a Alberto Fernández, a quien despreciaba, para salvarse. No lo logró, pero dejó claro que en la política argentina nada es imposible, ni siquiera lo indeseable.

La pregunta que flota en el aire es inquietante: ¿debe el país resignarse a elegir entre el ruido de Milei o el eco de Cristina? ¿No hay un camino alternativo que recupere el valor del acuerdo, la previsibilidad, la moderación?

Macri cree que sí. O, al menos, quiere construirlo. Aunque aún no tiene forma ni liderazgo definido, su apuesta parece orientada a reconfigurar un espacio centrista, racional, con vocación de poder y de reforma, sin caer en el maximalismo ideológico de los extremos. Pero la tarea no es sencilla. El PRO está dividido, Juntos por el Cambio ya no existe como tal, y muchos dirigentes optaron por salvarse individualmente negociando con el Gobierno, aun a costa de perder identidad.

Ejemplos sobran: Ritondo se alinea sin matices con Milei, Santilli se muestra dispuesto a hacer “lo que el Presidente quiera”, y Montenegro sueña con un cargo ministerial. Mientras tanto, intendentes y gobernadores del PRO —como Ignacio Torres en Chubut— marcan distancia y reivindican su rol opositor. Las alianzas distritales con el oficialismo son escasas y complejas. La Libertad Avanza no negocia: exige sumisión. “Con ellos hay que hablar como empleado, no como aliado”, confesó uno de los pocos que logró cerrar un acuerdo.

Y es en este contexto donde se vuelve vital el próximo turno electoral. Milei necesita una mayoría legislativa para impulsar las reformas estructurales que el país demanda: tributaria, laboral y previsional. Ninguna puede hacerse por decreto. Todas requieren volumen político. Moody’s mejoró la calificación crediticia de Argentina, pero aclaró que el verdadero salto vendrá si el Gobierno logra respaldo parlamentario en octubre. Sin eso, cualquier plan de reformas será una ilusión.

Macri lo sabe. Por eso, más allá de su silencio público, trabaja por una alternativa. No para enfrentar directamente a Milei, sino para ofrecer una salida real si el experimento libertario se agota o fracasa. Hoy, el Presidente conserva una imagen personal alta, pero la del Gobierno cae, y la intención de voto de su espacio se debilita. La sociedad celebra la baja de la inflación, pero exige algo más: crecimiento, empleo, bienestar. Milei podrá resistir, pero no podrá gobernar solo por siempre.

Argentina necesita salir del péndulo. Macri lo entendió antes que muchos, pero todavía no logró plasmar esa comprensión en una propuesta concreta. Tal vez su silencio sea, también, un llamado. Porque la alternativa a Milei no puede ser Cristina, pero tampoco puede ser Milei sin contrapesos. El tiempo corre. Y la política, como la economía, no tolera el vacío.

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