Inteligencia artificial, energía y futuro: la revolución que exige decisiones hoy

OPINIÓN Agencia de Noticias del Interior
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  • La revolución digital también es energética: El crecimiento de la IA, el Big Data y el IoT está generando una demanda energética masiva, especialmente en data centers.
  • Impacto creciente: Actualmente, la IA representa el 13% del consumo energético de los data centers, y se proyecta que llegará al 40% en cinco años.
  • Infraestructura y talento: Se necesita transformar los centros de datos para que sean más eficientes, sostenibles y resilientes, junto con la formación de profesionales capacitados en áreas técnicas y digitales.
  • Oportunidad regional: Argentina y Sudamérica, con su acceso a energías renovables, pueden posicionarse como referentes en infraestructura digital verde.
  • Decisión urgente: La transición energética en el ecosistema digital debe ser inmediata y planificada, con políticas públicas audaces y colaboración multisectorial.

La revolución digital que estamos viviendo no es solo tecnológica: es también energética. Detrás del crecimiento exponencial de la inteligencia artificial, el Big Data y el Internet de las Cosas (IoT), se esconde una demanda energética que no puede seguir siendo un apéndice técnico en el debate público. Es un eje central. Y cuanto antes lo asumamos, mejor podremos prepararnos.

La inteligencia artificial está transformando nuestra manera de vivir, producir y tomar decisiones. Pero el otro lado de esa moneda brillante es su voracidad energética. Los data centers —auténticos pulmones digitales del siglo XXI— ya consumen más electricidad que muchas ciudades enteras. Y si no se toman medidas ahora, hacia 2050 podrían consumir más energía que varios países medianos. ¿Es este el precio inevitable del progreso? No necesariamente. Pero sí es una alerta.

La aceleración de la digitalización es impresionante. ChatGPT llegó a 100 millones de usuarios en dos meses. Dipseek, en apenas 20 días. Y cada uno de esos usuarios consume datos, y esos datos requieren servidores que funcionen las 24 horas. Lo que no vemos cada vez que usamos una app, hacemos una consulta o entrenamos un modelo, es la cantidad de energía —y emisiones— que eso implica. Más aún: hoy el 13% del consumo de los data centers se destina a IA. En cinco años, será el 40%.

Esto obliga a una transformación profunda de la infraestructura digital. Pero también de la formación profesional, la planificación energética y, sobre todo, la voluntad política. No se trata solo de tener más data centers, sino de tener mejores: más eficientes, resilientes y sostenibles. Rediseñar lo existente, adoptar modelos híbridos, formar técnicos integrales con habilidades digitales, eléctricas y de automatización. Pensar el futuro de forma sistémica.

En este escenario, Argentina y América del Sur tienen una carta poderosa que aún no han jugado del todo: su capacidad de producir energía limpia. Con una matriz energética que ya incluye fuentes eólicas, solares e hidroeléctricas, el país tiene la posibilidad de convertirse en un hub regional de infraestructura digital verde. Pero para eso se necesita visión, inversión y planificación.

El futuro energético de la inteligencia artificial no puede seguir atado al carbono. No tiene sentido alimentar la innovación con combustibles fósiles. Si la IA es la herramienta del mañana, que lo sea con la energía del mañana. Schneider Electric lo advirtió recientemente: lo que antes se proyectaba como una tendencia de largo plazo, ya está ocurriendo. El mercado de consumo energético de los data centers crecerá en más de 150 GWh en el corto plazo.

La revolución digital no espera. No hay tiempo para debates tibios o estrategias de mínima. Necesitamos políticas públicas audaces, alianzas entre sectores, inversión en talento humano y compromiso con la transición energética. Porque no se trata solo de tener inteligencia artificial: se trata de tenerla con inteligencia colectiva.

Y eso, como siempre, empieza por una decisión.

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