Estados Unidos y Argentina avanzan en un acuerdo arancelario con fuerte tinte político

ECONOMÍA Agencia de Noticias del Interior
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  • Argentina y EE.UU. avanzan en un acuerdo arancelario impulsado por afinidad política entre Trump y Milei, no por conflicto comercial.
  • A diferencia de Brasil, México y Canadá, Argentina no será castigada con subas de aranceles.
  • El acuerdo incluiría al menos 100 productos, con aranceles de entre 0% y 10%; el acero y el aluminio siguen en negociación.
  • Argentina obtendría ventajas comerciales frente a otros países de la región.
  • El anuncio será más político que técnico, y lo haría Trump por redes sociales.
  • El vínculo geopolítico con Milei es clave en la estrategia regional de Trump.

En un giro diplomático que contrasta con la tensión comercial que atraviesan otras potencias regionales, Argentina se encamina a cerrar un acuerdo arancelario con Estados Unidos impulsado más por afinidades políticas que por conflictos comerciales. A diferencia de Brasil, México y Canadá, que fueron blanco de medidas proteccionistas, la administración de Donald Trump decidió no castigar a la Argentina con subas arancelarias. Por el contrario, optó por privilegiar su alianza estratégica con el presidente Javier Milei.

El caso brasileño es emblemático. El republicano presiona al gobierno de Lula da Silva por su acercamiento a los BRICS —grupo liderado por China y Rusia— y por su confrontación directa con Jair Bolsonaro, al que Trump considera un aliado. En ese contexto, Washington avanza con un trato preferencial para Buenos Aires, que ha cultivado una sintonía política explícita con el expresidente estadounidense.

La negociación técnica del acuerdo prácticamente concluyó en Washington, y el embajador argentino Luis Kreckler ya regresó al país. Lo que resta definir —principalmente los aranceles al acero y al aluminio, aún muy elevados— se resolverá en las próximas horas mediante contactos directos entre la Cancillería y la Oficina del Representante Comercial de los Estados Unidos (USTR).

Un acuerdo con ejes estratégicos

El borrador del acuerdo contempla al menos 100 posiciones de comercio exterior, con aranceles que oscilarían entre el 0 y el 10 por ciento. Aunque se mantienen las reticencias en torno a los metales —Trump los ubicó en un 50% globalmente—, se negocia un eventual alivio parcial.

Más allá del detalle técnico, el acuerdo le brindaría a la Argentina una ventaja arancelaria sobre el resto de América Latina para acceder al mercado estadounidense, mejorando sus volúmenes exportables. La estrategia negociadora estuvo en manos del canciller Gerardo Werthein y del ministro de Economía Luis Caputo, con el respaldo en Washington de Alec Oxenford (embajador), Juan Cortelletti (jefe de misión adjunto) y Julia Hoppstock (sección económica).

Trump define el tono final

Por parte de EE.UU., lideraron la negociación Howard Lutnick, secretario de Comercio, y Jamieson Greer, titular de la USTR. Ambos recibieron instrucciones directas de Trump para cerrar el acuerdo con Argentina bajo condiciones previamente estipuladas por el expresidente.

El anuncio, cuando llegue, será más político que técnico. El texto será redactado con especial cuidado por la Casa Blanca y la Cancillería argentina, pero Trump tendrá la última palabra. La comunicación oficial se haría a través de su cuenta de Truth Social, en un gesto que buscará reforzar la narrativa de una alianza estratégica.

Incluso se evalúa una conversación previa entre Milei y Trump, aunque el contacto dependerá del estado de salud del republicano, afectado por una insuficiencia venosa crónica que lo mantiene con una agenda reducida.

Más geopolítica que comercio

Como ya ocurrió con los acuerdos arancelarios firmados por EE.UU. con el Reino Unido, Vietnam e Indonesia, se espera que la comunicación pública se enfoque en la dimensión geopolítica, dejando en segundo plano los detalles económicos. Para Trump, el vínculo con Milei trasciende lo comercial: se trata de consolidar un eje ideológico en el continente.

En ese marco, la Argentina —por ahora— se perfila como un socio privilegiado en la visión hemisférica del republicano, que juega su propia partida diplomática mientras avanza hacia una nueva contienda electoral.

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