




- Milei gobierna con teatralidad, haciendo del show político su principal herramienta de poder.
- En la Derecha Fest consolidó su liderazgo, cerró internas y ungió a Karina Milei como jefa política.
- La lealtad se volvió dogma: no hay lugar para disensos, ni siquiera entre aliados históricos.
- Los “celestiales” y figuras como Caputo o Villarruel fueron desplazados o silenciados.
- El armado electoral se concentrará en listas puramente libertarias, sin alianzas.
- La política libertaria se basa en la adhesión total al líder, combinando mística, dogma y confrontación constante.
Por momentos, Javier Milei no parece gobernar, sino interpretar un personaje. Uno que, desde la escenografía exacerbada del show político, encuentra en la espectacularidad no solo una herramienta de comunicación, sino el propio ejercicio del poder. La Derecha Fest no fue un acto más: fue un rito de reafirmación, un golpe de autoridad interno y una consagración mística del nuevo orden libertario.
En un escenario plagado de símbolos, merchandising y exaltación ideológica, el Presidente rugió para los suyos y cortó de raíz la interna que venía desgastando su círculo íntimo. La disputa entre Santiago Caputo y Karina Milei por el armado electoral bonaerense fue resuelta, no con diálogo, sino con liturgia y show. Milei bendijo a su hermana desde lo alto del púlpito libertario, la ungió como líder del armado político y clausuró el debate: “Karina es Milei. Milei es Karina.”
El mensaje fue claro: la lealtad no es optativa, es dogma. “Quien cuestiona el armado, cuestiona al Presidente mismo”, proclamó Karina en redes. No hay espacio para matices, ni siquiera para aliados históricos. La política, para este gobierno, no es consenso sino adhesión fervorosa, un contrato de fe con su líder.
En ese marco, los “celestiales”, el ejército digital que nutrió la mística libertaria en redes, entró en conflicto. Figuras como @TraductorTeAma o @GordoDan lanzaron críticas, ironías, desafíos. Pero Milei, fiel a su estilo, no dialoga: sentencia. La horda digital, desconcertada por el avance territorial de los “karinistas”, se replegó en silencio. El “brazo armado” de las redes quedó sin señal.
Alejandro Fantino, ladero mediático del Presidente, tampoco contuvo la furia. Apuntó directamente contra Sebastián Pareja, operador bonaerense y figura blindada por Karina, al que calificó sin rodeos de “parásito estatal”. La interna se volvió mediática, visceral, sin intermediarios ni diplomacia.
Mientras tanto, Caputo retrocede en puntas de pie. Sin cargo formal pero con control sobre áreas clave del Estado, evita confrontar. Lo mismo ocurre con legisladores ninguneados como Agustín Romo, que optan por el bajo perfil a la espera de que la tormenta amaine.
El verdadero eje del reordenamiento es Karina Milei, que emerge como poder centralizado, sin fisuras ni disensos. Junto a los primos Menem y Pareja, conforma un trípode territorial que avanza sin contemplaciones. El proyecto es claro: llegar a octubre con listas 100% propias, sin pactos, sin mezclar el “violeta intenso” con alianzas incómodas. Quien no se suba a ese tren, queda fuera.
En este esquema, Victoria Villarruel fue literalmente borrada del mapa. De aliada incómoda pasó a ser una figura indeseada, silenciada con eficacia. “No forma parte del Gobierno”, sentenció Adorni, vocero de una decisión ya tomada. Otro ejemplo de que, en el universo libertario, la fidelidad no se discute: se obedece o se desaparece.
Milei no gobierna “a pesar” del show. Gobierna a través del show. Su política no es forma que oculta el fondo: es forma que es el fondo. La teatralidad no tapa la gestión, la reemplaza. Las declaraciones altisonantes, la confrontación constante, la espectacularización del conflicto son herramientas esenciales de su método.
Desde allí lanza su cruzada contra la “casta”, los “ensobrados” y los “empresaurios”, mientras se proclama salvador económico. El discurso mesiánico, que mezcla números, religión y motosierra, no solo construye una narrativa, sino una lógica de poder basada en la fe. Y en esa liturgia, el Presidente es infalible.
La Derecha Fest fue eso: un sermón, una purga, una reorganización del templo. Milei no solo reafirmó el rumbo, lo sacralizó. Ahora queda por ver si los heridos, silenciados o desplazados optan por la pasividad o si —cuando el fervor baje— se animan a mover fichas.
Pero mientras tanto, todo gira en torno a él. El líder no duda. El guion es él. El poder es él.





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