Amenazas a Grossi: un ataque inaceptable contra la diplomacia y la paz nuclear

OPINIÓN Agencia de Noticias del Interior
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  • Irán amenazó al argentino Rafael Grossi, director del OIEA, tras un informe crítico sobre su programa nuclear.
  • Las amenazas buscan intimidar a la máxima autoridad técnica en verificación nuclear.
  • Grossi ha mostrado liderazgo en escenarios complejos y fue recientemente reelegido por aclamación.
  • Su nacionalidad argentina agrava la situación por los antecedentes de atentados iraníes en el país.
  • Se reclama una reacción firme de la comunidad internacional para defender a los funcionarios de la ONU y el sistema multilateral.
  • El caso refleja un ataque al orden global que supervisa la no proliferación nuclear.

Las amenazas proferidas por el régimen iraní contra el Director General del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), el argentino Rafael Grossi, no solo son inadmisibles: son un mensaje alarmante al sistema internacional. Lo dicho por Ali Larijani, uno de los hombres fuertes del círculo del líder supremo Jamenei, es mucho más que una declaración intimidatoria: es un intento de condicionar, por vía del miedo, a la máxima autoridad técnica en el control del programa nuclear de Irán.

Grossi, que acaba de ser reelegido por aclamación al frente del OIEA, ha demostrado liderazgo, equilibrio y firmeza en escenarios sumamente complejos, desde la supervisión de instalaciones nucleares en medio del conflicto en Ucrania hasta la tensa relación con regímenes opacos. Que sea ahora objeto de amenazas personales por cumplir con su rol —es decir, constatar técnicamente la falta de cooperación de Teherán con los inspectores internacionales— refleja con crudeza el carácter autoritario y agresivo del régimen iraní.

Pero esta situación va más allá de una cuestión institucional. La nacionalidad argentina de Grossi no es un detalle menor. En un país que aún no ha encontrado justicia por los atentados a la AMIA y la embajada de Israel, y que arrastra una historia trágica con Irán en materia de terrorismo internacional, la amenaza adquiere una gravedad distinta. En este contexto, la Argentina tiene no solo el deber moral, sino el imperativo político de elevar su voz en defensa de su compatriota y de los principios que representa.

La comunidad internacional no puede mirar para otro lado. Las convenciones que protegen a los funcionarios de Naciones Unidas no son letra muerta. Son compromisos vivos y urgentes. Si un país como Irán —que insiste en negar acceso a instalaciones nucleares sospechosas— se siente con derecho a amenazar al director del organismo que lo supervisa, se está desafiando el corazón mismo del multilateralismo.

El mensaje debe ser claro y sin matices: ningún funcionario de la ONU puede ser intimidado por cumplir con su mandato. No se trata solo de Grossi, ni de un conflicto aislado. Se trata de proteger la integridad de las instituciones que, a pesar de sus falencias, siguen siendo el mejor dique de contención frente a la proliferación nuclear y a los abusos del poder. Es el momento de demostrar que el mundo todavía puede unirse frente a lo inaceptable.

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