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El capitán Beto, perdido en el espacio

La nueva estructura institucional de la Argentina está concentrando todo el poder en el Congreso cristinista mientras vacía de todo poder al Ejecutivo y a la Justicia.

OPINIÓN 04/04/2021 Carlos Salvador La Rosa*
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Ahí va el Capitán Beto por el espacio 

Con su nave de fibra hecha en Haedo

Ayer colectivero

Hoy amo entre los amos del aire

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Ya lleva 15 años en su periplo

Su equipo es tan precario como su destino

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¿Por qué habré venido hasta aquí, si no puedo más de soledad?

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Su anillo lo inmuniza en los peligros

Pero no lo protege de la tristeza

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¿Dónde habrá una ciudad en la que alguien silbe un tango?

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Si esto sigue, así como así, ni una triste sombra quedará

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Ahí va el Capitán Beto por el espacio

Regando los malvones de su cabina

Sin brújula y sin radio

Jamás podrá volver a la Tierra. 

- “El anillo del capitán Beto”  - Canción de Spinetta Invisible


En 2019 un grupo de simpatizantes peronistas ideó una historieta donde el héroe era Alberto Fernández (el capitán Beto) y el villano era Macri (el maléfico Dr. Vago) para apoyar en la campaña presidencial. Estaba inspirada en una canción de Spinetta de 1976 cuyas profecías sobre lo que le pasaría a Alberto son premonitorias. El tanguero inmunizado de los peligros por el anillo de poder que le otorga Cristina pero que sucumbe a la tristeza, la soledad y a la precariedad de su equipo. Un hombre que perdió su brújula en su periplo espacial.

Ya en el gobierno, el capitán Beto haciendo gala de heroicidad se puso al frente de la lucha contra el Covid que convirtió en una operación Malvinas II, donde con puntero, pizarra y televisión, junto a sus dos generales, Kicillof y Larreta, comenzó el momento más crucial de su vida política. Se la pasó lanzando consignas triunfalistas, pero terminó perdiendo por goleada con su estrategia de la cuarentena más larga del mundo que fundió al país. En cada aparición por tevé decía que le estábamos ganando a algún otro país que estaba perdiendo, aunque se equivocó en todas las cifras y se ganó la animadversión de muchos. Propuso que hubiera si fuera inevitable un 10% más de pobres a cambio de que no mueran 100.000 personas por el coronavirus. Y patéticamente logró acercarse a ambas cosas. En un año produjo un 7% más de pobreza y cerca de 60.000 muertos y continúa aumentando. Un fracaso estrepitoso. A partir de allí la Comandante Cris, su superior, comenzó el operativo de ocupación del poder y no cesó jamás hasta ahora.

En las últimas semanas se vienen multiplicando los operativos de traslado de poder desde el Capitán Beto hacia la comandante Cris. En anteriores columnas hemos analizado cada operativo en sí mismo, pero como crecen en progresión geométrica, veamos ahora los cinco últimos:

La “Operación Justicia” fue muy triste. En la asunción de Martín Soria en reemplazo de Marcela Losardo, Alberto no le agradeció a ésta por los buenos servicios prestados sino simplemente porque hizo todo lo que él le pidió. Casi como un pedido de disculpas inconsciente le dijo a su amiga de la vida que debió echarla porque era ella o él. No la echó por haber hecho mal las cosas, sino por haber hecho todo lo que le dijo él. La echó para que no se fuera él.

La “Operación Grupo de Lima” estaba cantada. Una vez, audaz, el capitán Beto y su precario equipo de política exterior coincidieron con Bachelet en que la Venezuela de Maduro era una dictadura. A partir de allí una colosal marea de fuego interno se precipitó sobre los temerarios hasta que debieron rendirse y ceder. Venezuela pasa a ser de nuevo nuestro aliado, cualquier otra explicación peca de ingenua, no hay terceras posiciones.

La “Operación FMI” fue un tanto humillante. Luego de un par de sopapos de Hebe, Alberto se subordina otra vez (y van...) a Cristina y se pone confrontativo con el FMI al cual hasta poco antes había tratado de seducir para negociar. Pero lo retaron y Alberto prefirió ser agresivo con el acreedor solo porque Cristina lo pide.

La “Operación Verbitsky” fue sorprendente y penosa. Luego del fallido operativo Malvinas II, Alberto volvió a vestirse de capitán Beto para atacar a los vacunados VIP. Dijo que era imperdonable haber vacunado y vacunarse de privilegio. Jugó otra vez al héroe, pero apenas vió lo que le esperaba si pretendía seguir actuando como justiciero dio una voltereta en el espacio y dijo que la vacunación VIP no tenía más de malo que colarse en una fila. Y para demostrar que su arrepentimiento era real dio una entrevista al principal vacunado VIP, a Horacio Verbitsky, leal ideólogo de CFK.

La “Operación Mercosur” ya se acerca al síndrome de Estocolmo. Al de enamorarse de su verduga. El capitán Beto es tan osado que no duda enfrentar a todo el resto del Mercosur en nombre del ultraproteccionismo cristinista y su agresividad llega a la ofensa contra su colega de Uruguay. Todo el temor que muestra hacia quien considera arriba suyo (Cristina) lo transforma en insultos y agresividad hacia los que considera debajo suyo (todos menos Cristina). De diván.

Por último, ya en actitud de provocador neto le concede una entrevista al Coco Silly luego de que éste amenazara con cagar a trompadas a un diputado de la Nación. Y se la concede porque lo amenazó. Aquí Alberto ya asume el papel de un compadrito tanguero defensor de cumpas malevos.

Como dice la canción, desorientado, sin órbita, naufragando dentro de una nave que no puede conducir. El capitán Beto perdido en el espacio.

La consecuencia de todo este sinfín de operaciones por las cuales Alberto cede todo el poco poder que le queda a Cristina es, de hecho, la conformación de una nueva estructura institucional en la Argentina. Un Frankenstein no explícitamente premeditado pero conformado a través de las distintas partes que se están uniendo para diluir el Estado de Derecho en una autocracia populista.

Ahí va el capitán Beto sin brújula ni radio, dice la canción y agrega que su equipo es tan precario como su destino. En efecto, no sólo Alberto está licuando todo su poder en manos de Cristina, sino que su gabinete se difumina en la nada como una suma de intrascendencias. Nadie tiene el menor poder ni siquiera sobre su área de acción donde de hecho mandan las segundas y terceras líneas cristinistas. El único que ejerce poder real es Wado de Pedro, el virrey de Cristina en el Ejecutivo, y en su desesperación Alberto va entregando humillantemente a sus mejores cuadros para cambiarlos por barras bravas como ocurrió con María Eugenia Bielsa por Jorge Ferraresi y Marcela Losardo por Martín Soria. El resto del gabinete está pintado y los que aún existen en parte, tal cual Guzmán o Cafiero, deben besarle la mano a Cristina como Guzmán o sobreactuar cristinismo como Cafiero haciéndose el malo.

En forma no parlamentaria, el poder político real se ha trasladado entero al parlamento. En Diputados manda la alianza Máximo-Massa y en el Senado Cristina con los suyos. Le han chupado toda la sangre al Ejecutivo y ahora se proponen hacer lo mismo con el Poder Judicial. Y allí, en el Legislativo, van sumando todo el poder acumulado. Massa sabe que él puede ser el siguiente después de Alberto, pero hoy acepta con gusto estar del lado de los vencedores.

Cómo se puede dirigir un país así es algo que ni siquiera saben los constructores del mismo, pero en eso están. Mientras tanto, el capitán Beto, perdido en el espacio, no puede más de soledad y de tristeza mientras dolorosamente intuye que si esto sigue así ni una triste sombra quedará y jamás podrá volver a la tierra. En penosa identificación entre la realidad y una canción anticipatoria.

 

 

* Para Los Andes

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