
Espert y el escándalo de los USD 200.000: el caso que expone la fragilidad del Gobierno de Milei
OPINIÓN


Por RICARDO ZIMERMAN
El escándalo que envuelve a José Luis Espert, cabeza de lista de La Libertad Avanza en Buenos Aires, es mucho más que un traspié personal de un candidato. Es, en realidad, un síntoma clarísimo de la desorganización, la improvisación y la ceguera política con la que se maneja hoy el oficialismo. Porque, seamos claros: ¿quién puede defender con seriedad a un postulante que primero niega una transferencia de 200 mil dólares, para al día siguiente admitirla en un video leído de corrido, a las apuradas y a medianoche, como si se tratara de una tarea pendiente de último minuto?
El Gobierno de Javier Milei, que se jacta de ser distinto a “la casta”, demuestra en cada crisis que sus reflejos políticos son tan torpes como los de aquellos a los que critica. El caso Espert no es un episodio aislado: ya lo vimos con el escándalo $LIBRA, con los audios bochornosos de Diego Spagnuolo, y ahora con este papelón. Siempre lo mismo: negar, minimizar, esperar a que el tema explote y recién entonces salir a dar explicaciones, tarde y mal.
Lo peor es que todo esto ocurre en medio de una campaña electoral en la que el oficialismo no puede darse el lujo de sumar más golpes. Pero los suma. La defensa televisiva de Espert en A24 fue un desastre: negó lo innegable, confundió, se mostró nervioso y dejó servido en bandeja el escándalo para que lo devoraran la oposición, los medios y, sobre todo, la propia interna libertaria. Porque la primera línea de reproches no vino del kirchnerismo, sino de adentro de La Libertad Avanza.
Patricia Bullrich lo dijo clarito: las explicaciones de Espert fueron “muy confusas”. Y si Bullrich, que es ministra de Seguridad y futura senadora, marca distancia de un candidato oficialista, hay que entender la magnitud de la crisis. No es un comentario al pasar, es una señal de que el proyecto libertario empieza a resquebrajarse en su núcleo.
En Casa Rosada lo saben. El jueves, en un despacho del primer piso, Santiago Caputo y otros asesores le exigieron a Espert un giro de 180 grados en su discurso. Tarde. Muy tarde. La nota de La Nación ya había confirmado la transferencia bancaria de Fred Machado, un empresario preso por narcotráfico. Y ahí ya no había relato que aguantara.
El resultado: un video grabado a las apuradas en el que Espert admite la operación, dice que todo fue legal y declarado, y que pecó de ingenuo. ¿Ingenuo? Con 200 mil dólares entrando a su cuenta personal en Estados Unidos, ingenuo no es la palabra. O es cínico, o es incompetente. Y ambas opciones lo descalifican como figura central de la campaña.
Pero el problema no es solo Espert. El problema es Milei. Porque mientras su entorno —incluida su hermana Karina— pedía poner un freno a esa candidatura, el Presidente decidió bancarlo. Lo sostuvo contra la opinión de casi todos en su mesa chica. Una vez más, Milei elige el capricho personal por encima del cálculo político. Y lo paga caro.
El costo de esa obstinación es altísimo: el oficialismo pierde credibilidad, queda atado a un candidato jaqueado por la Justicia y, lo más grave, transmite a la sociedad la sensación de que gobierna improvisando. Así no se construye gobernabilidad. Así se dinamita cualquier posibilidad de sostener un plan económico que ya de por sí enfrenta enormes dificultades.
La prueba está a la vista: mientras el Tesoro norteamericano anunciaba su colaboración con Argentina y Caputo preparaba un viaje crucial para negociar un rescate financiero, todo se desdibujaba por el caso Espert. Una vez más, la política devoraba a la economía. Y el Gobierno, incapaz de ordenar su comunicación y su estrategia, se convertía en su peor enemigo.
En paralelo, Mauricio Macri volvía a Olivos a ver a Milei, presionado por empresarios que aún creen que este experimento libertario es preferible al regreso del kirchnerismo. Macri llegó con reproches, se fue con malestar y ahora evalúa hasta qué punto conviene darle aire a un Gobierno que se hunde en sus propios errores. Difícilmente se preste a un acuerdo profundo con alguien que ni siquiera lo saludó en su última visita.
El escenario que se abre es alarmante. No solo porque el oficialismo enfrenta una crisis política de proporciones, sino porque los próximos pasos ya están cantados: en Diputados pedirán la remoción de Espert de la presidencia de la Comisión de Presupuesto, nada menos que el ámbito donde se discutirá el Presupuesto 2026. La oposición tiene los votos para forzar ese desenlace. ¿Se da cuenta Milei de lo que significa? Que el hombre que eligió para liderar su boleta en la provincia más importante del país está a punto de ser eyectado del lugar donde se define la caja de la Nación.
El Gobierno ya sufrió derrotas en el Senado con la emergencia pediátrica y el presupuesto universitario. Si a eso se suma un escándalo de financiamiento vinculado a un empresario ligado al narcotráfico, y la pérdida de la Comisión de Presupuesto, estamos ante un combo explosivo que pone en jaque no solo la campaña, sino la gobernabilidad misma.
La conclusión es sencilla: Milei juega al límite, sin red y sin estrategia. Cree que la épica alcanza para tapar la improvisación, pero cada error se multiplica. Y en política, los errores no se borran: se acumulan. El caso Espert es un golpe brutal a la credibilidad de un Gobierno que ya tenía demasiados problemas. Y lo peor es que parece no haber aprendido nada.








FMI subraya la urgencia de reservas y consenso político para respaldar la agenda económica de Milei
:quality(85):max_bytes(102400)/https://assets.iprofesional.com/assets/jpg/2025/10/604116.jpg)
Milei concentra niveles de apoyo que ningún dirigente opositor consigue

