La política del micrófono encendido

OPINIÓN Agencia de Noticias del Interior
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  • La filtración de un audio de Karina Milei golpeó al Gobierno más por el hecho de la grabación que por su contenido.
  • En la Casa Rosada descartan espionaje sofisticado y creen que alguien del entorno grabó la reunión, lo que genera desconfianza interna.
  • Se sospecha de viejos aliados desplazados y de vínculos con medios digitales, lo que convierte el episodio en una operación política.
  • En el oficialismo lo leen como una “guerra psicológica” destinada a sembrar miedo e incertidumbre dentro del círculo más cercano.
  • La situación profundiza la interna entre Caputo y los Menem, con Milei respaldando a Lule y responsabilizando a Spagnuolo.
  • La campaña bonaerense queda debilitada: los audios dominan la agenda y exponen la fragilidad del oficialismo frente a la oposición y a sus propias divisiones.

El escándalo por los audios en el corazón del poder libertario expone algo más profundo que la filtración de un archivo de WhatsApp o una charla casual grabada con un celular. La irrupción de la voz de Karina Milei, aunque en un registro anodino, es un golpe simbólico a la intimidad de la mesa chica del Gobierno. No importó tanto lo que se escuchó, sino el hecho mismo de que la “Jefa” fuera grabada.

Esa constatación abrió un escenario de paranoia en Balcarce 50. Porque si alguien pudo registrar a la mujer que, puertas adentro, define la vida política del presidente, ¿qué otras conversaciones pueden haber sido capturadas? ¿Cuántos minutos más circulan en la sombra, esperando ser difundidos por algún canal de streaming en el momento más inoportuno? En esa duda habita la vulnerabilidad de un Gobierno que llegó al poder predicando contra “la casta” y que hoy parece víctima de sus propios fantasmas.

La hipótesis de la traición interna

En la Casa Rosada descartan un espionaje sofisticado. La conclusión que circula es más cruda: alguien del entorno grabó la reunión con un teléfono. Eso abre un juego de sospechas mutuas que erosiona la confianza en la mesa de conducción. La filtración no vino de afuera, sino de adentro. Y lo que se lee como una operación electoral contra Milei puede convertirse en una sangría silenciosa dentro del oficialismo.

Los rumores apuntan a viejas rencillas, exaliados desplazados y operadores con cuentas pendientes. La versión más instalada es que el entorno de una exlibertaria muy cercana al Presidente habría tenido acceso al material y articulado con un medio digital para su difusión. Si esto se confirma, el episodio no solo sería una guerra de audios, sino también una advertencia sobre el precio de las lealtades rotas.

La política como guerra psicológica

En el oficialismo hablan de una “guerra psicológica”. El término no es exagerado: las filtraciones no buscan revelar delitos ni irregularidades, sino sembrar miedo e incertidumbre. El Gobierno sospecha que el objetivo es instalar la idea de que nadie está a salvo, que todo puede ser registrado y publicado. Esa inseguridad paraliza, erosiona la dinámica cotidiana y alimenta las tensiones entre los propios.

El efecto inmediato se siente en la campaña. La Libertad Avanza ya no cree posible un triunfo en territorio bonaerense el próximo 7 de septiembre. Las encuestas internas muestran distritos favorables en el interior, pero la Primera y la Tercera sección electoral —las que deciden— se inclinan hacia el peronismo. En ese contexto, cada nuevo audio, por inocuo que parezca, refuerza la imagen de un oficialismo desordenado y bajo ataque.

Fricciones en la mesa chica

El episodio también profundizó la interna entre los asesores Santiago Caputo y los primos Martín y Lule Menem. Las filtraciones alimentan la disputa por la centralidad del poder, al punto que cualquier estrategia electoral queda enredada en un clima de recelo. No es casual que Milei haya optado por respaldar a Lule frente a las acusaciones y, en paralelo, descargar toda la responsabilidad sobre Diego Spagnuolo.

El problema es que esa salida coyuntural no resuelve lo de fondo: quién conduce realmente la política del Gobierno y con qué reglas de confianza. La reorganización del Gabinete, prevista después de octubre, aparece como la única válvula de escape para recomponer la dinámica. Pero la pregunta es si la gestión aguanta dos meses más bajo este nivel de sospechas cruzadas.

Una campaña bajo sombra

El Gobierno intenta enfocar su discurso en la polarización bonaerense contra el kirchnerismo, pero los audios siguen marcando agenda. Cada filtración refuerza el contraste entre la promesa libertaria de “romper con la casta” y la imagen de un oficialismo atrapado en conspiraciones de pasillo. No es casual que, en este marco, la campaña legislativa provincial resulte incomprensible para buena parte del electorado: candidatos desconocidos, alianzas rotas y un clima de desconfianza que lo tiñe todo.

En definitiva, la filtración de Karina Milei muestra que el poder libertario no solo enfrenta a la oposición, sino a su propia fragilidad interna. Los micrófonos encendidos no destruyen por lo que revelan, sino por lo que insinúan. Y ese veneno de la sospecha es mucho más corrosivo que cualquier frase imprudente captada en una grabadora.

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