


- Javier Milei enfrenta su peor crisis política tras audios de Diego Spagnuolo que denuncian supuestas coimas en la Agencia Nacional de Discapacidad.
- El exfuncionario señaló directamente a Karina Milei y Lule Menem, lo que golpea al círculo íntimo presidencial.
- El Gobierno reaccionó despidiendo al denunciante y defendiendo a los apuntados, sin desmentir la veracidad de las grabaciones.
- A esto se suma la comisión investigadora por la criptomoneda $Libra, que promete ruido político alrededor de la hermana del Presidente.
- En paralelo, Milei sufrió reveses legislativos: el Congreso desafió su plan económico con votaciones sobre jubilaciones y presupuesto universitario.
- Aunque conserva apoyo en encuestas y la oposición está fragmentada, Milei corre el riesgo de parecer un presidente más, atrapado en los escándalos que prometió erradicar.
Javier Milei creyó que el tramo entre su triunfo electoral y los próximos comicios legislativos sería un paseo libertario, casi un trámite. Pero la política argentina no perdona ingenuidades. En apenas unos días, el Presidente quedó atrapado en un torbellino de acusaciones de corrupción, luchas internas feroces y reveses legislativos que amenazan con desgastar el capital político que lo llevó al poder.
El caso más estruendoso estalló con la filtración de una grabación del exdirector de la Agencia Nacional de Discapacidad, Diego Spagnuolo, viejo amigo de Milei. Allí, con crudeza, aseguró que “están choreando” y señaló directamente a Karina Milei y a Eduardo “Lule” Menem como beneficiarios de presuntos sobornos vinculados a la compra de medicamentos. La denuncia es gravísima: Spagnuolo habló de entre 500.000 y 800.000 dólares mensuales en retornos.
No importa tanto, por ahora, la veracidad del audio —editado, de origen dudoso e ilegalmente difundido— como la reacción política que generó. El primer despedido del Gobierno no fue el supuesto corrupto, sino el denunciante. Ni el Presidente ni sus funcionarios desmintieron la existencia de la grabación ni la denunciaron como una operación de prensa. El jefe de Gabinete, Guillermo Francos, intentó contener el daño con un equilibrio imposible: dijo no poner “las manos en el fuego” por nadie, aunque reiteró su confianza en Karina y en Menem.
Ese reflejo defensivo muestra la fragilidad del mileísmo. El círculo íntimo del Presidente es su talón de Aquiles. Karina Milei, convertida en figura central de la administración, acumula tanto poder como suspicacias. Lo mismo ocurre con Lule Menem, cuya carrera política siempre estuvo más ligada al aparato tradicional que a los ideales libertarios. El Gobierno se define por su retórica anticasta, pero los apellidos que hoy lo rodean pertenecen a la más clásica nomenklatura argentina.
Como si no alcanzara, el escándalo se superpuso con otro episodio incómodo: la comisión investigadora en Diputados sobre la criptomoneda $Libra, aquella que el propio Milei promocionó efusivamente antes de desentenderse. Una iniciativa que dejó ganancias para unos pocos, pérdidas para muchos y sospechas de tráfico de influencias alrededor de la hermana presidencial. La comisión no condenará a nadie, pero sí promete un ruido político ensordecedor, justo cuando el Gobierno necesita silencio para sostener su plan económico.
El frente judicial tampoco trae calma. El expediente sobre la denuncia de Spagnuolo cayó en manos del juez Sebastián Casanello y del fiscal Franco Picardi, un exfuncionario de Cristina Kirchner. En un país donde todo se lee en clave de alineamientos políticos, la designación cayó como un baldazo helado en la Casa Rosada. Milei necesita, más que nunca, una Justicia veloz y previsible, y lo que tiene por delante es un proceso lento, plagado de desconfianzas cruzadas.
El Congreso, mientras tanto, aprovechó la debilidad del oficialismo para dar sus golpes. En dos días, casi vuela por los aires el superávit primario que Milei exhibe como trofeo. Solo dos votos salvaron al Presidente de una derrota mayor en Diputados, donde la oposición intentó anular su veto al aumento de jubilaciones. Al mismo tiempo, el Senado duplicó el presupuesto universitario con una mayoría que anticipa otro conflicto con la Casa Rosada. Si la economía es el único sostén real del proyecto libertario, cada traspié legislativo erosiona la narrativa oficial.
¿Está en riesgo Milei? No, al menos en el corto plazo. Las encuestas todavía lo muestran competitivo, sin adversarios nacionales de peso y con una oposición dispersa. El peronismo sigue desorientado, Cristina Kirchner está atrapada en sus causas judiciales y la Unión Cívica Radical se diluye en negociaciones provinciales sin liderazgo nacional. A Milei lo golpean, pero nadie logra todavía ofrecer una alternativa consistente.
El problema, sin embargo, no es electoral sino político. Milei llegó con la promesa de dinamitar la casta, y ahora se ve obligado a blindar a su hermana y a su círculo íntimo frente a denuncias de corrupción. Llegó a la Casa Rosada como outsider implacable y corre el riesgo de transformarse en un presidente más, atrapado en los mismos escándalos que prometió erradicar.
El libertario que soñaba con un paseo hacia las elecciones descubrió que gobierna en un vía crucis. El desafío es mayúsculo: sostener la economía, mantener la credibilidad y, sobre todo, demostrar que no es otro capítulo de la vieja política disfrazada de novedad. Si no lo consigue, el calvario recién comienza.







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