Francella no solo brilla como un gran actor, sino también como un catalizador de cambio

OPINIÓN Jorge Levin
hoy

JORGE LEVIN Por Jorge Levin

En un país donde la política y el arte a menudo parecen entrelazarse de manera oscura y complicada, el actor  Guillermo Francella se ha convertido en un faro de esperanza y una referencia de cambio. Su éxito en la industria cinematográfica no solo ha trascendido las limitaciones del financiamiento estatal tradicional, sino que también ha puesto de manifiesto la posibilidad de crear cine de calidad basado en ideas y recursos privados, desafiando las narrativas dominantes que históricamente han caracterizado al cine argentino.

Durante décadas, muchos en el ámbito cinematográfico han dependido de subsidios estatales, lo que, en ocasiones, se ha visto acompañado por la crítica de que estos fondos no siempre se han destinado a promover un cine que refleje la diversidad y la riqueza de la cultura argentina. Francella, al optar por un enfoque diferente, no solo ha demostrado que es posible hacerlo de otra manera, sino que ha creado un espacio que anima a otros cineastas a seguir su ejemplo. Su habilidad para atraer audiencias y generar contenido que resuena con el público tiene un impacto significativo en la industria, creando un cambio cultural profundo en el cine argentino.


La reacción del kirchnerismo ante este fenómeno no se ha hecho esperar. Los comentarios despectivos y los intentos de deslegitimar su trabajo es hasta vergonzoso. Al sentirse aludidos, intentan atacar a Francella en un intento de desviar la atención sobre sus propias fallas. Históricamente, este grupo político ha asociado el arte y la cultura con la subvención estatal, lo que les ha permitido afianzarse en el poder mientras otros, como Francella, nos muestran que se puede provocar una nueva narrativa sin contar con la mano del Estado.

En vez de atacar frontalmente a su adversario, el kirchnerismo se encuentra en una posición defensiva, evidenciando su incapacidad para adaptarse a un nuevo rumbo que los argentinos parecen estar eligiendo. La película de Francella Homo Argentum no solo tiene un éxito comercial arrollador, sino que también ha sensibilizado al público a la idea de un cine más auténtico, un cine que no dependa de las decisiones de un gobierno centralizado, sino que surja de la creatividad y la iniciativa independiente.


Este cambio cultural es especialmente relevante en una Argentina que, tras años de divisiones y polarización, está comenzando a cuestionar las estructuras de poder que han predominado. Francella, sin buscarlo, se ha convertido en un símbolo de esperanza, mostrando que el talento y la visión pueden sobresalir incluso en un entorno adverso. Su travesía en el cine representa no solo un triunfo personal, sino también una invitación a otras voces a alzar la mano y desafiaro al status quo.


La lucha de Francella no es simplemente un viaje artístico; es una batalla cultural en la que él, junto a muchos otros, busca redefinir lo que significa ser argentino en el escenario global. La resurgencia de un cine que celebra la creatividad y el emprendimiento, lejos de la debilidad de la dependencia, es un paso crucial hacia un futuro más próspero. Mientras los ataques desde el entorno kirchnerista continúan, es evidente que la narrativa está cambiando y que la historia que se cuenta sobre Argentina está dando un giro emocionante y necesario. En este contexto, la figura de Francella no solo brilla como un gran actor, sino también como un catalizador de cambio, un embajador de la idea de que, en el ámbito del arte, es posible trascender las viejas divisiones y encontrar nuevas formas de expresión que conecten con corazones y conciencias.

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