
Milei frente a una oposición deshilachada: el triunfo del rechazo sobre las ideas
OPINIÓN Agencia de Noticias del Interior

- La política argentina gira más en torno a enemistades que a proyectos: antikirchneristas vs. antimileístas.
- Milei concentra el rechazo al kirchnerismo en torno a un liderazgo fuerte y unificado, mientras la oposición a Milei aparece fragmentada.
- Karina Milei maneja el poder con más influencia que Cristina Kirchner, símbolo de la decadencia K.
- El peronismo y la oposición no libertaria exhiben divisiones internas y candidatos de bajo perfil.
- Los libertarios avanzan con unidad, marca clara y figuras competitivas, frente a un kirchnerismo resignado y debilitado.
- Aunque la política es volátil, hoy Milei se consolida como líder fuerte frente a una oposición dispersa e irrelevante.
Uno de los rasgos más persistentes de la política argentina es la paradoja de que ningún dirigente logra tener más aprobación que rechazo. Ese fenómeno atraviesa a todos, incluso al presidente Javier Milei, que, pese a ser el mejor rankeado en las encuestas, también concentra altos niveles de imagen negativa. El kirchnerismo, por su parte, acumula más detractores que militantes fieles. En ese terreno se libra hoy la batalla central: no entre proyectos de país, sino entre rechazos recíprocos. Los antikirchneristas contra los antimileístas.
El oficialismo parece haber comprendido esa lógica. Su consigna de campaña no es “inflación nunca más” ni “pobreza nunca más”, sino “kirchnerismo nunca más”. Milei ha hecho de la confrontación con el pasado K un eje central de su discurso. Cada insulto —como cuando definió a sus adversarios como un “grupo de psicópatas”— funciona como combustible para mantener cohesionada a su base electoral. Del otro lado, el peronismo solo logra organizar su discurso en función del rechazo al Gobierno. No hay propuestas superadoras, solo reproches.
La gran diferencia está en la organización. El antikirchnerismo encontró en Milei una única expresión política, un líder indiscutido, un color, un mensaje claro. El huracán libertario arrasó con todo lo que estaba alrededor: el Pro se rindió y el radicalismo se fracturó en mil pedazos. Hoy, para quien quiera votar contra el kirchnerismo, no hay dudas: la opción es La Libertad Avanza. En cambio, el universo antimileísta aparece fragmentado en múltiples expresiones: desde un peronismo desgastado y dividido hasta un centro disperso, con dirigentes que se devoran entre sí por candidaturas menores.
La comparación entre Karina y Cristina sintetiza la magnitud del cambio. Karina Milei maneja la lapicera y nadie cuestiona sus decisiones. Cristina Kirchner, en cambio, ve discutida cada una de sus intervenciones, incluso dentro de la provincia de Buenos Aires, su último bastión sólido. Es la postal de una oposición que perdió cohesión, autoridad y horizonte.
El contraste se hace evidente en los candidatos. Patricia Bullrich, con alto nivel de conocimiento en la Ciudad, enfrentará a Mariano Recalde, un camporista de baja visibilidad pública. José Luis Espert, en la provincia de Buenos Aires, es mucho más conocido que Jorge Taiana, el elegido del kirchnerismo. La diferencia no está en las virtudes personales, sino en la capacidad de representar con claridad una idea y convocar a sectores amplios. La Libertad Avanza exhibe candidatos reconocibles, respaldados por el color violeta y por el aparato del Estado. El kirchnerismo, en cambio, parece resignado a jugar como “equipo chico”: presentar nombres débiles, sin expectativas reales de victoria.
La pregunta es si este cierre de listas marca el final del kirchnerismo como fuerza central de la política argentina. Su declive se parece al ocaso del Pro o al derrumbe del radicalismo: ruinas, nostalgias y dirigentes oportunistas que intentan sobrevivir sin un proyecto coherente. Mientras tanto, Milei se fortalece frente a una oposición que parece incapaz de articular una alternativa.
A corto plazo, el presidente tiene el camino despejado para un triunfo electoral. Sin una oposición estructurada ni liderazgos potentes, su reelección en 2027 aparece, hoy, como un horizonte posible. Pero la historia argentina enseña que los escenarios que parecen sólidos pueden desmoronarse en cuestión de meses. Menem en 1995, Cristina en 2011 y Macri en 2017 parecían invencibles. Todos terminaron derrotados por la dinámica de una sociedad volátil.
El presente muestra a Milei avanzando y a la oposición atrapada en su propio laberinto. Pero el futuro guarda incógnitas: un plan económico sostenido en tasas altísimas y deuda creciente, un clima social frágil, y la pregunta de fondo: ¿es realmente el “riesgo K” el que condiciona la economía, o se trata de problemas más profundos?
La conclusión es inevitable: el libertarismo se impone porque enfrente no hay nada consistente. Milei, con su estilo rupturista y su liderazgo indiscutido, logró lo que parecía imposible: que la política argentina deje de girar en torno a Cristina. Hoy, el eje es él. Y la pregunta que persiste es incómoda: ¿qué dice de la dirigencia opositora que un “amateur”, al que acusan de loco y tonto, les esté dando semejante lección de política?






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