
Cristina, Kicillof y el peronismo: el fin de una era de obediencia ciega
OPINIÓN Agencia de Noticias del Interior



- Cristina Kirchner debilitada: Su candidatura está en duda por posibles fallos judiciales, lo que genera incertidumbre en el peronismo bonaerense.
- Kicillof toma distancia: Ya no obedece ciegamente a CFK y busca mayor autonomía política.
- Intendentes reclaman poder: Piden dejar atrás la centralidad del Instituto Patria y ganar protagonismo en las decisiones.
- Interna en el PJ: Tensión entre sectores que quieren mantener la unidad y otros que proponen romper con el kirchnerismo.
- Libertarios expectantes: Karina Milei observa sin apuro, mientras el peronismo atraviesa su crisis.
- Contexto social crítico: Protestas, caída del poder adquisitivo y malestar creciente, aunque sin traducción electoral clara aún.
- Fin del verticalismo: La hegemonía de CFK se erosiona y se abre paso una nueva etapa de negociación interna en el peronismo.
Por primera vez en décadas, el peronismo bonaerense se enfrenta a una disyuntiva sin precedentes: ¿seguir orbitando alrededor del magnetismo menguante de Cristina Kirchner o aprovechar su debilidad judicial y política para reconfigurar el poder real en la provincia?
La paradoja es brutal. Cristina, aún sin confirmación firme de su candidatura, ya generó el mayor temblor interno en el dispositivo electoral peronista. Su anticipado anuncio de que competirá en la tercera sección electoral —la más populosa— se diluye ante la amenaza concreta de una proscripción judicial. La Corte Suprema podría bajarla del ring antes del primer campanazo, y eso ha dejado a todos en estado de alerta máxima.
En ese contexto, Axel Kicillof asoma como el protagonista inesperado de un nuevo equilibrio. El gobernador, otrora alumno preferido de CFK, ya no responde al llamado de su mentora con la misma docilidad. La anécdota de su negativa a atenderla es más que un gesto: es una toma de posición. En la guerra fría del peronismo, ese silencio dice más que mil discursos.
Mientras tanto, los intendentes —el músculo territorial del PJ— empiezan a reclamar protagonismo. La dinámica que impuso el kirchnerismo durante años, con listas digitadas a dedo desde el Instituto Patria, empieza a resquebrajarse. Hoy, muchos de esos alcaldes miden mejor que la propia Cristina en sus distritos. Algunos hasta creen que podrían ganar con el “Gato con Botas” encabezando la lista. No es una burla: es el reflejo de un hartazgo acumulado.
El riesgo de ruptura es real. La interna entre acuerdistas y rupturistas se mantiene a raya por ahora, pero el malestar se filtra en cada conversación de pasillo. Y aunque nadie quiera repetir el drama de 1985 entre Herminio Iglesias y Cafiero, la historia está ahí para recordarnos que dividir puede ser costoso… pero también fundacional.
Del lado libertario, Karina Milei observa en silencio, entretenida con el desfile de candidatos posibles. A diferencia del peronismo, en La Libertad Avanza todo parece más espontáneo, aunque también más improvisado. Por ahora, su estrategia es simple: dejar que el peronismo se desgaste solo.
Y mientras Milei se abraza a Meloni en Europa y cosecha gestos del Vaticano, el país real arde. Protestas en el Garrahan, jubilaciones congeladas, inflación que baja pero sueldos que no alcanzan. El clima social no se traduce aún en votos opositores, pero la mecha está encendida.
Lo cierto es que el peronismo ya no es lo que era. La palabra “unidad” dejó de ser un mantra incuestionable y volvió a ser una discusión. Tal vez sea el principio del fin del verticalismo cristinista. O quizás, una vez más, el peronismo logre reinventarse. Lo que es seguro, es que esta vez nadie —ni siquiera Cristina— podrá imponer condiciones sin negociar. Y eso, en el peronismo, ya es revolución.




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