
Por Jorge Levin
La próxima contienda por la gobernación de Córdoba en 2027 ya ha comenzado a dejar sentir sus ecos, y aunque a muchos les pueda parecer sorprendente, la figura de Martín Llaryora podría perfilarse como el candidato de Javier Milei. Al observar el escenario político actual, esta hipótesis, lejos de ser una locura, se presenta como una opción respaldada por argumentos sólidos.
Córdoba ha anticipado la carrera electoral para 2027, y los actores principales ya están en movimiento. Desde el mismo Llaryora, quien ha manifestado su intención de reelección, hasta Luis Juez, que busca su cuarto intento, y Rodrigo De Loredo, que también ha reafirmado su ambición de obtener la gobernación. Esta anticipación no es meramente estratégica; se rumorea que Llaryora podría adelantar las elecciones a abril de 2027, lo que acorta el tiempo real para la contienda a apenas 17 meses.
Este inusual aprecio por el tiempo sugiere que los verdaderos preparativos para las elecciones cordobesas no comenzarán en 2027, sino que ya están en marcha desde este año. De hecho, parece que Córdoba ha entrado en una fase de campaña anticipada.
¿Por qué Llaryora podría ser el candidato natural de Milei? Primero, analicemos las jugadas recientes del alcalde. Está intensificando sus lazos con los intendentes, una estrategia clave para reforzar su base electoral. Cabe recordar que tanto Schiaretti como Llaryora sufrieron una dura derrota al posicionarse como opositores a Milei, quien ha alcanzado una considerable aceptación en Córdoba como baluarte contra el retorno del kirchnerismo. Sus intentos de deslegitimización fueron ineficaces y han evidenciado un terreno de descontento que podría jugar a favor de Milei.
Es crucial comprender que los cordobeses no se alinean estrictamente con ideologías como el macrismo o el mileísmo. Su principal interés radica en la autonomía frente al poder central, una demanda que resuena cada vez con más fuerza tras años de intervenciones desde Buenos Aires.
Luis Juez, si bien es una figura conocida nacionalmente, carece de una propuesta clara que justifique por qué debería ser la opción para gobernar Córdoba. Tres intentos fallidos indican que su apoyo local es, en última instancia, limitado. En cuanto a De Loredo, su situación es aún más precaria; su partido, la UCR, ya no cuenta con la fuerza histórica que alguna vez tuvo, y su retórica audaz ha acabado siendo percibida como arrogante.
Por otro lado, el empresario Gabriel Bornoroni, figura del bloque de Milei en Diputados, aún tiene un largo camino por recorrer para posicionarse como un candidato fuerte. En este contexto, Llaryora se presenta como una opción viable: tras perder 14 puntos en las recientes elecciones contra un desconocido, ha visto reducido su prestigio, más aún con la mala gestión que el peronismo ha exhibido en la capital.
Llaryora tiene en mente un proyecto presidencial, pero la realidad le ha mostrado que su enfoque debe concentrarse en asegurar su reelección. La provincia que gobierna, con el segundo padrón electoral más grande del país, es tanto un bastión a defender como un activo a negociar en el Congreso.
Y aquí reside la verdadera estrategia: Milei no necesita un gobernador de su propio partido en Córdoba, sino un aliado que le aporte apoyo legislativo y, al mismo tiempo, le permita garantizar su reelección. Las opciones que plantea el panorama actual —Juez, De Loredo o Bornoroni— parecen menos prometedoras frente a Llaryora, quien tiene la capacidad de articular una respuesta efectiva a las demandas cordobesas y contribuir a los objetivos de Milei.
De hecho, Milei solo vería a Llaryora como un rival serio si comenzara a emerger como una amenaza presidencial o un opositor decidido, situaciones que no parecen estar en su horizonte inmediato. Si Milei y su entorno consideran que es más beneficioso contar con a Llaryora en el cargo para apoyar sus iniciativas en el Congreso, podrían incluso optar por respaldar su reelección, colocando a un candidato testimonial que no haga sombra a sus propios intereses.
En conclusión, aunque estas son especulaciones políticas, tienen un fundamento que merece atención. El juego político en Córdoba ya está en marcha, y las dinámicas actuales sugieren que la candidatura de Llaryora, lejos de ser improbable, podría ser una jugada astuta tanto para él como para Milei. La historia política reciente y las necesidades de los protagonistas convierten esta posibilidad en una opción digna de consideración.





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