El panorama electoral para Llaryora es una mezcla de oportunidades y peligros

OPINIÓN Jorge Levin
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JORGE LEVINPor Jorge Levin

El gobernador de Córdoba, Martín Llaryora, se presenta ante la opinión pública como un líder incansable, un estratega astuto y, en su camino hacia el final de la campaña, cuenta con un par de ventajas que podrían jugar a su favor. Sin embargo, también enfrenta retos significativos que no deben ser subestimados: la influencia de Natalia de la Sota y la incertidumbre sobre el impacto de la agenda provincial en las elecciones legislativas son cabos sueltos que podrían costarle caro.

Las condiciones de su campaña lucen prometedoras. Con Juan Schiaretti como primer candidato, Llaryora ha logrado articular una alianza con seis gobernadores, desafiando así el tradicional cordobesismo. La ruta hacia la victoria parece despejada, sobre todo teniendo en cuenta ciertas debilidades en la oposición, como la falta de candidatos relevantes en la lista libertaria. En este contexto, el gobierno de Javier Milei enfrenta una crisis de popularidad debido a problemas económicos y escándalos de corrupción que han socavado su legitimidad.

No obstante, no todo es fácil camino hacia el triunfo. Las encuestas presentan una carrera ajustada, con Llaryora y sus adversarios en posiciones fluctuantes. Mientras que Provincias Unidas y el candidato de La Libertad Avanza, Gonzalo Roca, se encuentran en una pelea reñida por ser el favorito, De la Sota se mantiene en un tercer demasiado cómodo pero que le saca votos a Provincias Unidas.

La polarización política que se ha cultivado entre Schiaretti y Milei ha abierto la puerta a una fragmentación del voto. Con la amenaza de un "voto útil" hacia Milei, el oficialismo debe actuar rápido para fidelizar a su base. La salida de De la Sota de su lista es un riesgo que podría traducirse en la pérdida de votos clave. Si no se maneja adecuadamente, esta fractura podría resultar peligrosa en un contexto donde la lealtad al partido y al líder se pone a prueba.

Además, el trasfondo histórico indica que el peronismo en Córdoba no suele sobresalir en elecciones de medio término, y esto se combina con un panorama inestable. Empresas de investigación política apuntan a que el impacto positivo del triunfo de Axel Kicillof en Buenos Aires puede no ser tan directo en la provincia. Por lo tanto, las estrategias de campaña requerirán una atención especial a los matices locales, en esta lucha que no puede darse por ganada.

Una de las tácticas que se insinúa es apelar a la movilización del electorado en los barrios más vulnerables. Llaryora y Schiaretti tienen claro que atraer a los votantes de De la Sota puede ser decisivo. Sus visitas y los mensajes directos en la campaña procuran reforzar la idea de que la única opción viable para contrarrestar a Milei es votar por Provincias Unidas. Sin embargo, esta estrategia enfrenta retos, ya que el descontento y la desconfianza entre los votantes podrían jugar en contra.

El verdadero desafío para el peronismo cordobés es evitar caer en la complacencia. Aunque la campaña está diseñada para generar confianza, la incertidumbre sigue presente y la estrategia de "victimización" puede reflejar una falta de seguridad en su posición. Las elecciones se avecinan y el apoyo a Provincias Unidas necesita ser más que un lema: requiere un compromiso real de parte de sus votantes.

El panorama electoral para Llaryora es una mezcla de oportunidades y peligros. Los próximos días serán cruciales para consolidar un apoyo sólido y movilizar a una base que ha demostrando ser volátil. La historia del peronismo en Córdoba indica que, si bien las circunstancias actuales parecen favorables, los líderes no pueden permitirse bajar la guardia. Esto no es solo una elección; es un momento decisivo para el futuro del cordobesismo y su capacidad de conectar con un electorado que busca respuestas y soluciones en un panorama incierto.

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