
No puedes combatir el narcotráfico y con un candidato financiado por alguien con una condena en espera. ¿Te das cuenta de la hipocresía?
POLÍTICA

En la caliente tarde cordobesa de ayer Sábado, las sombras de las tradiciones políticas se entrelazaban con el sudor de una campaña electoral que prometía ser explosiva. Los murmullos en las calles crecían como ecos de un escándalo que comenzaba a sacudir los cimientos de La Libertad Avanza (LLA). En un pequeño café del centro, se encontraron dos figuras prominentes de la política: Luis Juez, el senador afilado con su lengua mordaz, y una joven periodista, Clara, dispuesta a desentrañar la verdad.
—Luis, este escándalo por los vínculos de Espert con Fred Machado está desatando tormentas. ¿Cómo piensas que esto afectará a la campaña? —preguntó Clara, con su notepad lista para tomar notas.
Luis tomó un sorbo de su café, el vapor en su rostro disipándose un momento. Con un gesto que reflejaba su frustración, respondió:
—Es un espanto, Clara. No puedes pretender combatir el narcotráfico y tener un candidato financiado por alguien con una condena en espera. ¿Te das cuenta de la hipocresía?
La mirada de la periodista se iluminó con curiosidad.
—¿Y qué piensas hacer al respecto? Muchos dicen que deberías ser más cauteloso.
Luis soltó una risa sarcástica.
—Cauteloso, ¿yo? Clara, me fui del peronismo por la corrupción. Estoy aquí para señalar lo que no está bien. No me voy a callar. Si todos fueran honestos, tal vez el camino sería más fácil, pero tengo la obligación de decir la verdad. ¿O prefieres que esconda las cosas como si nada pasara?
Un grupo de jóvenes entra al café, animados conversando sobre los debates recientes. Clara le hizo un gesto a Luis para que continuara.
—Espert recién ahora admite el vínculo con Machado, tras dar varias explicaciones contradictorias. Eso no inspira confianza —prosiguió Luis, mirando por la ventana, como si pudiera ver más allá de la política.
—Pero, ¿crees que esto les traerá problemas a él y a la campaña? —insistió Clara, buscando profundizar.
—Estoy dispuesto a asumir riesgos; siempre lo he estado. Pero esta situación puede costarnos caro. La gente necesita transparencia. Hay que cuidar al que tiene los votos, no a través de mentiras, sino con la verdad. Si hay un error, se debería corregir, no ignorar.
Mientras hablaban, el sonido del timbre de la puerta sonó nuevamente. Entró Gonzalo Roca, el candidato de LLA en Córdoba, visiblemente preocupado. Se acercó a la mesa.
—Luis, ¿hablamos? —dijo, con su voz cargada de ansiedad.
—Claro, Gonzalo. Clara estaba interesada en saber cómo afrontaremos esto —respondió Luis, dándole la bienvenida.
Gonzalo comprobó que no había más mesas libres y decidió unirse a ellos.
—¿Qué vamos a hacer con Espert? —preguntó, frunciendo el ceño—. Las criticas no cesan y estamos en el ojo de la tormenta.
Luis, con su acostumbrada franqueza, no vaciló.
—Si de verdad queremos ganar, como sea, tenemos que actuar rápido y con honestidad. Los errores no pueden volverse una cortina de humo. No hay que esconder la verdad.
—¿Y qué debería hacer Espert? —preguntó Gonzalo, buscando guía entre el tumulto de opiniones.
—Lo que tú ya sabes: ser transparente. Si no asume responsabilidad, su credibilidad se desmoronará, y con ella, toda nuestra campaña —replicó Luis, seguro de sus palabras—. En política, no puedes simular que nada pasa.
Clara, cazando nuevas perspectivas, aprovechó la pausa.
—Gonzalo, ¿cómo ves el panorama de la campaña en Córdoba? Las dificultades son evidentes.
Gonzalo suspiró, conciencia de la presión en su toma de decisiones.
—Esto es más que solo ganar votos contra rivales; es enfrentar estructuras. Schiaretti ha dominado aquí durante años. La gente necesita ver que tenemos un plan sólido y es hora de desmantelar la narrativa del peronismo como único poder en Córdoba.
Luis sintió un destello de esperanza.
—Si alzas la voz sobre los problemas locales y diferencias concretas con el peronismo, podrías ponerte a tono con la gente. Pero mantén siempre la honestidad como arma principal.
Con la tarde cayendo sobre la ciudad, los tres se comprometieron a hacer frente a la tormenta y a encarar la verdad, porque en la política, los secretos oscuros nunca permanecen ocultos.
—Nuestra gente merece honestidad —concluyó Luis, levantando su taza como un brindis por lo que estaba por venir.
Y así, en un rincón de Córdoba, las cartas estaban sobre la mesa. El escándalo podría ser el principio de una caída o el camino hacia una revolución política. Todo dependía de cómo se manejaran las verdades y las mentiras en el presente.





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