Compra récord de dólares y superávit inesperado en junio: ¿respiro para la economía o alerta para el futuro?

ECONOMÍA Agencia de Noticias del Interior
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  • En junio, los ahorristas compraron dólares por 4.357 millones, un 25% más que en mayo, evidenciando un traspaso masivo del dólar blue al sistema bancario.
  • Un millón de personas participaron en estas compras, un récord en años recientes.
  • El Gobierno registró un superávit en la cuenta corriente de 2.158 millones, gracias a exportaciones agrícolas y servicios.
  • El segundo semestre se prevé más complicado por caída en exportaciones y alta demanda de dólares, junto al crecimiento de importaciones de bienes de consumo y autos.
  • El Banco Central aclaró que muchos dólares comprados permanecen en el sistema financiero y que parte del gasto con tarjeta en el exterior usa dólares ya existentes, no fuga de capitales.
  • La oposición y técnicos advierten sobre riesgos económicos mayores si no se corrige la situación, con expectativas comerciales reducidas según encuesta REM.
  • Junio fue un respiro económico, pero la demanda de dólares y las importaciones generan incertidumbre sobre la estabilidad económica y cambiaria.

Los últimos datos del Banco Central reflejan un fenómeno que ya era evidente en las calles y en el bolsillo de los argentinos: la fiebre por comprar dólares sigue en aumento, incluso después de la eliminación de los controles cambiarios. En junio, los ahorristas adquirieron billetes verdes por un total de 4.357 millones de dólares, un 25% más que en mayo y un salto que evidencia el traspaso masivo de la compra del dólar blue al sistema bancario legal. Según estimaciones oficiales, un millón de personas participaron activamente en esta demanda, un número sin precedentes en los últimos años.

A pesar de esta demanda récord, el Gobierno pudo celebrar en junio un saldo positivo en la cuenta corriente, algo que no ocurría desde hace un año. Este superávit de 2.158 millones de dólares se explica principalmente por las exportaciones agrícolas, que aún disfrutaban de retenciones rebajadas, y por ingresos de servicios profesionales en el exterior. Este resultado brinda un margen político para la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que ha advertido sobre la necesidad de un superávit del 1,4% del PIB para evitar turbulencias financieras.

Sin embargo, la tranquilidad es relativa. El segundo semestre se presenta más complejo, con la previsión de una caída en las exportaciones agrícolas y una persistente demanda de dólares por parte de los ahorristas, estimulada por la incertidumbre económica y política preelectoral. Además, la preocupación del mercado no solo radica en la demanda de divisas, sino también en el crecimiento acelerado de las importaciones de bienes de consumo y automóviles, que ya superan en volumen a los bienes de capital, reflejando un patrón de consumo que preocupa a los analistas.

El Banco Central intentó despejar dudas aclarando que gran parte de los dólares comprados permanecen depositados en el sistema financiero y que una proporción significativa de los gastos con tarjetas en el exterior se financian con dólares que ya estaban en el país, provenientes del denominado “colchón”. Esta explicación busca diferenciar entre la demanda legítima de divisas y la denominada fuga de capitales.

La polémica, sin embargo, no se apaga. Mientras el oficialismo relativiza la gravedad del déficit en cuenta corriente, la oposición y algunos sectores técnicos advierten que las señales económicas actuales podrían anticipar dificultades mayores si no se corrige el rumbo. La última encuesta REM revela además que las expectativas sobre el saldo comercial para este año han caído abruptamente, pasando de un superávit estimado de 12.000 millones de dólares a un modesto pronóstico de 6.000 millones.

En resumen, aunque junio dejó un respiro económico gracias al impulso del agro, la intensa demanda de dólares y las crecientes importaciones generan incertidumbre sobre la sostenibilidad del modelo económico y la capacidad del Gobierno para mantener la estabilidad cambiaria en un contexto de alta volatilidad y presión política.

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