
Del triángulo al tetraedro: Milei reconfigura el poder interno para calmar la interna libertaria
POLÍTICA Agencia de Noticias del Interior



- Javier Milei rediseñó el esquema de poder del Gobierno, reemplazando el “triángulo de hierro” por un “tetraedro”, con él en la cima y tres vértices: Karina Milei, Santiago Caputo y Guillermo Francos.
- La medida busca contener las tensiones internas entre los sectores de Karina y Caputo, surgidas por el armado electoral.
- Francos gana peso como figura de equilibrio y articulador político.
- Las disputas por las candidaturas complicaron la convivencia interna y motivaron un gesto de autoridad del Presidente.
- Se anticipan posibles cambios en el Gabinete tras las elecciones y nuevas candidaturas, como la de Patricia Bullrich al Senado.
- Milei mantiene el control estratégico y advierte que reconfigurará el poder si su proyecto se ve amenazado.
Por estos días, la Casa Rosada vive un reacomodamiento silencioso pero profundo. Javier Milei, cansado de las internas, decidió redefinir el esquema de poder de su gobierno. Atrás quedó el “triángulo de hierro” —compuesto por su hermana Karina Milei, el asesor Santiago Caputo y él mismo— para dar paso a una nueva geometría de poder: el tetraedro, con Milei en la cima y tres vértices clave por debajo: Karina, Caputo y el jefe de Gabinete, Guillermo Francos.
El rediseño no es menor. La incorporación de Francos, a quien Milei elogió recientemente como “el mejor jefe de Gabinete de la historia”, no solo es una muestra de reconocimiento sino un intento de ordenar las tensiones internas que vienen escalando desde el armado electoral. Su perfil dialoguista lo posiciona como puente entre “los talibanes” ideológicos y la política pragmática.
Las primeras fisuras aparecieron tras la salida de Nicolás Posse en mayo de 2024. Caputo heredó áreas clave y se consolidó como el principal operador de la gestión. Karina, por su parte, tomó el control del armado político federal de La Libertad Avanza con vistas a las elecciones de medio término. Sin embargo, el acercamiento al calendario electoral disparó diferencias de criterio: desde el ala caputista consideran que el armado partidario no puede desvincularse de los intereses del Gobierno, y temen que malas decisiones afecten el plan legislativo para 2026, con la ambiciosa reforma laboral e impositiva como horizonte.
Las tensiones crecieron. Caputistas cuestionaron la solidez de algunos nombres propuestos por Karina para las listas, evocando el fantasma de Carlos Kikuchi, exarmador libertario que terminó rompiendo bloques legislativos. Karina, respaldada por los Menem (Martín, “Lule” y el bonaerense Sebastián Pareja), respondió con una máxima que hizo eco en redes: “Quien cuestione a los candidatos, cuestiona al Presidente”.
Esa frase no fue un simple mensaje: fue una advertencia interna. En el ecosistema libertario, cuestionar a Karina es enfrentarse con Milei. Las cuentas anónimas de X, muchas veces afines a Caputo, siguieron alimentando el ruido, aunque el asesor mantuvo perfil bajo. “Es un monstruo incontrolable”, admiten cerca suyo.
El Presidente decidió entonces dar un gesto de autoridad: redefinió el esquema de poder, elevándose por encima de todos. En el nuevo orden, cada vértice cumple un rol claro: Karina controla el armado, Caputo la gestión, Francos el equilibrio. Francos, además, sostiene un rol clave como articulador político interno y externo, con buena sintonía con la oposición dialoguista y también con los Estados Unidos, donde Caputo mantiene un canal directo.
Sin embargo, este nuevo “tetraedro” podría no ser definitivo. El movimiento electoral que se avecina amenaza con modificar nuevamente la correlación de fuerzas. Desde distintos despachos anticipan que habrá cambios en el Gabinete después de las elecciones y que figuras del PRO podrían salir de escena. También se especula con candidaturas de funcionarios en funciones, como Patricia Bullrich, que ya suena fuerte para encabezar la lista al Senado en CABA.
Entre rumores y reposicionamientos, la lógica del poder en el Ejecutivo parece estar en transición. Los desafíos de gestión, la presión electoral y la necesidad de consolidar una fuerza política nacional obligan al oficialismo a recalibrar su equilibrio interno. “El día después de las elecciones va a comenzar una etapa distinta para la gestión... en todo sentido”, afirman cerca del Presidente.
Mientras tanto, Milei —estratega hasta el último detalle— deja jugar a sus piezas. Pero ya dejó claro que, si el juego amenaza con desestabilizar su proyecto, él mismo redefinirá las reglas.





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