¿Cómo se explica el fenómeno turístico en épocas de vacas flacas?
EDITORIAL Isaias ABRUTZKY / Especial para Diario CórdobaIsaias ABRUTZKY / Especial para Diario Córdoba
Esta temporada, como tantas otras en las que los bolsillos de los argentinos están muy flacos -y el costo de vacaciones en el extranjero alcanza cifras siderales- llama un tanto la atención ver que en nuestras fronteras se agolpan multitudes de viajeros salientes. Se da el caso, entre otros, de los accesos al Uruguay, en que interminables filas de autos esperan poder ingresar al territorio charrúa.
¿Cómo se explica este fenómeno, al que se suma un gran entusiasmo del sector hotelero y de los operadores turísticos por la afluencia de visitantes a las ciudades y regiones que ofrecen sus encantos a los viajeros ávidos de paisajes y ofertas gastronomicas, deportivas y de espectáculos en playas, sierras y campos?
Intentemos recurrir a los números disponibles para ver si si es posibleaclarar el panorama: si 40 mil argentinos fueron a Qatar, que es mucho más lejos y caro que la vecina orilla, no resulta sorprendente que 100 mil vayan a Uruguay, ni que haya que reservar con tiempo mesa en los restaurantes turisticos y los establecimientos locales de medio pelo para arriba.
Un hecho destacable que aporta a explicar el fenómeno es que en estos años hubo una importante transferencia de ingresos desde las clases económicamente menos favorecidas hacia las que tienen situaciones financieras de privilegio. Ocurre también que, aunque asalariados, pequeños comerciantes y cuentapropistas en general ven decaer su poder de compra por la fuerte ola inflacionaria que atraviesa el país, mucha gente, en todo el rango, tiene la capacidad de esquivar los aumentos de precios que paga, incrementando a su vez el de los bienes y servicios que pone en el mercado. De ese modo no ha perdido con la inflación y está en condiciones de seguir dándose ciertos gustos que en otros tiempos fueron normales y hoy constituyen un lujo.
Por otra parte, hay muchos argentinos que tienen propiedades en Uruguay, y pasar allá las vacaciones no le cuesta tanto. Además, en este caso, tienen la posibilidad de llegar cargados de mercaderías compradas en Argentina Y esto no es una cosa menor, dado que en Punta del Este, según reportes periodísticos, por una docena de churos hay que pagar unos nueve mil pesos argentinos.
La Banda Oriental asimismo se puebla temporariamente con reporteros de radio y TV que van a cubrir la temporada, artistas que tienen contratados shows, jueces de la Corte Suprema (con suelditos de un palo o más y sin pagar impuestos, la cosa no sale tan cara) que van a visitar a Pepín y hasta algunos aventureros que se lanzan a cubrir la incrementada demanda de mano de obra, o a rebuscárselas con masajes y otros servicios playeros.
De acuerdo a datos del INDEC, el 10% más favorecido económicamente percibe 13 veces el ingreso del decil más pobre. Y obtiene el 22,4% de la torta total de recursos de los argentinos. En ese 10% de la población económicamente activa del país, al que pertenecen unas 2.900.000 de personas, el ingreso tampoco es parejo y me atrevo a arriesgar que el decil más opulento entre ellos (que sumaría casi 300.000 personas) debe percibir su ingreso en la misma relación que entre los nacionales en general , o sea de trece veces. Y 13 por 13 da 169.
Un individuo se considera indigente su percibe menos de 57 mil pesos mensuales. Asumamos que este ingreso sea el promedio del decil más castigado económicamente. Entonces, encontramos que el 1% de la población activa se hace de 169 x 57.000, esto es recibe algo menos de diez millones de pesos. Con esto, que representan unos 27.500 dólares mensuales, se puede veranear tranquilamente en Uruguay y otros muchos lugares del mundo.
Por supuesto que existen, y no son pocos, aquellos que necesitan mostrar que pueden depositar sus desechos intestinales más alto de lo que les permite su esfínter excretor, y lo consiguen, aunque luego deban afrontar la saturación de sus tarjetas de crédito, bicicletearle a los acreedores, hacerse los distraidos con las expensas de su departamento o dejar en banda a algún cuñado.
En fin, pareciera que la situación, que consterna a quienes, en la verdulería, se preguntan si no es demasiado comprar un kilo de papas o de cebollas, y salen del local privándose de llevar a su mesa unos cuantos duraznos, un trozo de sandía o cualquier otra fruta de estación que antes cargaban alegremente porque en plena temporada esa mercadería era accesible a todos los consumidores, es actualmente lo normal, y llegó para quedarse. Ajo y agua.