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ES NECESARIO DECLARAR LA INDEPENDENCIA

EDITORIAL Isaías ABRUTZKY | Especial para Diario Córdoba
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Isaías ABRUTZKY | Especial para R24N

Alguien dijo, y muchos repitieron, que cuando se produce una crisis nace una oportunidad. Y el momento que vive la Argentina hoy es propicio para buscar y aprovechar esa oportunidad.

La vicepresidenta Cristina Fernández viene explicando con mucha claridad una serie de circunstancias que dieron origen y actualmente agravan los principales problemas que aquejan a la nación. Ellas determinan un castigo para la inmensa mayoría de un pueblo empobrecido, de cuyos derechos va siendo despojado mediante maniobras que en algunos casos son brutales y en otros más sutiles y disimuladas, pero igualmente dañinas.

 

Avatares a través de los siglos

Hoy la situación es particularmente dificil, pero los males vienen de lejos. El país declaró la independencia de España hace ya más de dos siglos, pero no la ejerció cabalmente. Esto sucedió porque los estados extranjeros que antaño se adueñaban de los territorios de aquellos nativos que carecían de la fuerza necesaria para expulsar a los invasores finalmente fueron desplazados, pero continuaron dominando y saqueando las antiguas colonias con métodos que si se quiere son más disimuladas, aunque usando también su capacidad guerrera cuando lo consideraban necesario.

Algunas potencias colonialistas perdieron relevancia, como España y Portugal, otras se afianzaron en su dominio, como Inglaterra, y surgió una nueva y ahora dominante, nacida de una vieja colonia. Estas potencias siguieron drenando las riquezas de los territorios en los que ejercen su influencia. El saqueo fue y sigue siendo tan evidente que huelgan los comentarios: una enorme porción de la población africana vive sumida en la pobreza más extrema, pero de su territorio salieron y siguen saliendo diamantes, metales estratégicos y petróleo, entre otros bienes que alimentan la maquinaria de la opulencia en Europa y Estados Unidos. Otro tanto sucede con el Caribe y Sudamérica.

Para llegar a este estado de cosas, los países dominantes apelan a diversos recursos, desde la adhesión interesada de las clases gobernantes hasta la penetración cultural que genera en  los pueblos sometidos un sentido común orientado hacia sus intereses.

Para la historia oficial, y más difundida, nuestro país declaró la independencia el 9 de julio de 1816, en la ciudad de San Miguel de Tucumán. Pero esa una verdad parcial. No es muy conocido, ni se enseña en las escuelas, que previamente, el Congreso de los Pueblos Libres, integrado por representantes de Misiones, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe, la Banda Oriental y Córdoba había declarado la independencia de España (hay disidencias entre los historiadores respecto de este punto). De hecho, salvo Córdoba, las demás provincias de la órbita de Artigas no enviaron representantes al Congreso de Tucumán.

La independencia de 1816, de todos modos, fue parcial, porque, económicamente, el país siguió bajo dominación, en particular por la deuda contraída con la banca Baring Brothers, por Rivadavia.

Recién en 1947, al terminar de pagar ese préstamo, Argentina declara, en la misma Casa del Congreso de Tucumán, la independencia económica. Esta independencia estuvo lejos de ser simbólica: el gobierno nacionalizó los ferrocarriles, el comercio exterior, la banca y el servicio telefónico. Además, creó empresas estatales y mixtas de enorme importancia para el desenvolvimiento económico nacional.

Los gobiernos que se sucedieron desde 1955, no siguieron esos lineamientos. Es necesario distinguir entre ellos, porque algunos endeudaron al país, dejando en manos extranjeras la política económica y también buena parte de la actividad productiva; en otros se dió la circunstancia de que los desequilibrios cambiarios determinaron una valoración muy pobre de las empresas nacionales, provocando sus ventas a capitales foráneos. Los hubo quienes procuraron proteger la producción nacional y la sustitución de importaciones, pero estuvieron condicionados por las circunstancias vigentes al momento de la asunción, por lo que poco pudieron hacer para revertir la tendencia. Lo cierto es que al día de hoy, la mayor parte de la producción agrícola y minera está en manos extranjeras; no quedan barcos de bandera argentina transportando mercadería por el mar ni los ríos del país. El abastecimiento de productos alimenticios esta a cargo de empresas transnacionales en su mayor parte, y lo mismo ocurre con artículos de consumo sanitario. Los automóviles, camionetas, motocicletas, bienes del hogar y electrónicos que ostentan el sello de industria nacional llevan un 70% o más de partes importadas. Lo mismo ocurre con los puertos y el mantenimiento de vías navegables.

En el país hay astilleros nacionales que construyen dragas y barcos de calado importante, pero el Paraná (rebautizado Hidrovía) sigue administrado por empresas de afuera, y a la riqueza ictícola que se desarrolla en el mar argentino se la llevan cientos, miles  de embarcaciones asiáticas y de otros continentes.

Por otro lado, existe en nuestro territorio, y en buenas manos, tecnología de fabricación de satélites, capacidad de aprovechamiento de energía nuclear, y muchos otros rubros que pueden aportar soluciones de calidad para las necesidades locales y para la exportación. Estamos en condiciones de adoptar la recomendación del notable economista que fue Aldo Ferrer, quien sugirió “Vivir con lo nuestro”.

Declarar nuevamente, y para siempre, la independencia, es el llamado de la hora. No es fácil, pero la existencia misma del país lo demanda. Hagámoslo.

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