El cuidado del ambiente impulsa el reciclado de todo tipo de productos. Pero volver a utilizar lo que normalmente se descarta también debe abarcar el mundo de las ideas. Es útil revisar ese enorme acervo que puede revalorizarse, y estudiar si esas ocurrencias, en un momento aparentemente disparatadas, pueden adaptarse a los nuevos desafíos que es necesario afrontar hoy.
Por Isaias Abrutzky/Especial para Diario Córdoba
Cuando el precio de los productos de exportación están bajos, a la Argentina le va mal, y al pueblo, por supuesto, también. Cuando ese precio es altísimo en el exterior, también el consumidor argentino se ve obligado a pagar más. En resumen, a los operadores de la cadena de producción-comercializacion-exportación (en grado no parejo, hay que reconocer) les va bien a veces y muy bien en otras oportunidades. Al pueblo, en cambio, le va siempre mal.
¿Qué hacer? ¿Qué Chapulín Colorado vendrá a socorrernos ahora que la guerra ruso-ucraniana llevó el precio de los granos a las nubes? ¿Será Sri Sri Ravi Shankar, el estrafalario gurú que gozó del beneplácito de Mauricio Macri? A esta altura no parece darle el piné, pero no desesperemos: tal vez la solución, para el aumento del precio de los pollos que viene acompañado del aumento en el precio de los granos, pueda venir de otro curioso personaje, que no fue un extranjero invitado, como el anterior, sino un ministro del gabinete nacional de Mauricio. Me refiero al inefable rabino Bergman, el que no se hacía presente en las zonas incendiadas porque -dijo- no era ni bombero ni rescatista. El que viajó a Chile para contrabandear dos televisores de pantalla plana. El que sugería a los argentinos que se protegieran de las catástrofes rezando. El que quiso aportar al cuidado del ambiente disfrazándose de planta.
Pero aquí no pretendemos hacer leña del árbol caído, ni mucho menos. Tanto que rescato al religioso en un aspecto de la mayor contingencia y trascendencia: en su ministerio, luego degradado a secretaría, el funcionario trajo -al costo de apenas un millón de dólares- a un experto belga, que recorrió el país para identificar los recursos posibles de despegue de la actividad, enmarcados en lo que llamaron “la economía azul”. Entre estas oportunidades emergía una manera de sustituír el tradicional alimento de los pollos, a base de maíz, por larvas de mosca. Basta de andar paleta en mano persiguiendo a los antipáticos y contaminantes insectos: por el contrario, se los debía proteger, darle las condiciones adecuadas para su reproducción, y ponerlos a procrear, para recoger luego la sabrosa (se supone que lo sería para los plumíferos) y nutritiva masa de larvas.
Claro, a las moscas hay que alimentarlas, y esto invita a no ser muy explícito en este tema, sobre todo a la hora de sentarse a la mesa familiar. Pero existe una variedad de mosca, de aspecto y costumbres menos repulsivas, llamadas Soldado Negro”.
Hay experiencia acumulada, que puede googlearse, pero suegen proyectos nuevos: pocas semanas atrás se publicó la noticia de que habían encarado para ese lado unos emprendedores (entre ellos un coterráneo del promotor de la economía azul) que iban más allá de la mosca doméstica y trabajaban con esta raza, más idónea en términos productivos y económicos.
Como se ve, no hay que descartar a nadie por anticipado. Todos tienen que tener un lugarcito en la búsqueda de sacar al país adelante.