




Hay unas cuantas cosas que sólo conocen quienes están en las entretelas de la justicia. Y otras que ni quienes están en las entretelas de la justicia conocen, como pasó con la renuncia de Elena Highton, que hasta último momento supo ocultar todo a sus compañeros de la Corte. Hubo una excepción: el presidente Alberto Fernández, como para que no quedasen dudas de con quien ella tenía y tiene la relación más íntima.
El Gobierno acaba de perder a su jueza más cercana y a la que muy probablemente no va a poder reemplazar por otra jueza o juez propio. Highton tiene casi 79 años y no buena salud. Se recluyó en la pandemia: sólo participaba de los acuerdos por zoom y venía dependiendo cada vez más de su hija Elena, a cargo de una de las secretarías.
Ya no la movía la voluntad de continuar. Kirchner y Fernández la habían puesto en el cargo en 2004 y con la edad de jubilación vencida, Macri pudo retirarla y la dejó. Fue vice de Lorenzetti por más de diez años y quiso volver a serlo quince días atrás, cuando le propuso a Rosenkrantz que siguiera como presidente con su voto y el de Lorenzetti. Rosenkrantz se negó: prefirió dejar la presidencia a quedar rehén de Lorenzetti, siempre empeñado en recuperar su poder.
A Highton no le quedaba rol que cumplir después de participar en esa frustrada jugada para bloquear a Rosatti. A pedido de Fernández no participó del último acuerdo en que fue elegido Rosatti. Tampoco participó Lorenzetti: buscaron que Rosatti se votara a sí mismo y servirle en bandeja ese argumento al Gobierno para cuestionarlo. Lorenzetti ventiló el operativo cuando se sumó a la campaña por los medios para deslegitimar la elección.
La renuncia añade otro condimento: tiene fecha del 1° de noviembre y el 14 serán las legislativas de significación ahora todavía más ampliada. El oficialismo siente que la comodidad del quórum propio en el Senado pasó de ser un hecho a ser un interrogante. Y el quórum sólo sirve para sesionar, pero no para alcanzar los dos tercios que la Constitución exige para designar a un juez de la Corte.
El Gobierno no tiene los números y después de la elección será peor. Y eso siempre que Fernández y Cristina hagan el milagro de consensuar un candidato. Si la designación de Rosatti al frente de la Corte detonó la renuncia de Highton ¿qué efectos puede producir en Lorenzetti, en sus afanes y su ego?
De todos modos, reducir esta interna a una cuestión de egos es no entenderla del todo y es disminuir su relevancia. Lorenzetti encarnó un cogobierno con la política que incluyó el cogobierno con el kirchnerismo y a la vez incluyó contradicciones con el kirchnerismo. Descubrió el poder de Comodoro Py y a los jueces federales que hasta su llegada no aparecían en el radar de la Corte. Les dio poder para que le retribuyeran poder. Lo consiguió con el acomodamiento político de sentencias.
Muchos le desconfiaban porque prometía una cosa y hacía otra y porque concentró una enorme caja que aún maneja Marchi, un contador que trajo de su pueblo, Rafaela. Y por si algo vidrioso le faltaba a esta historia, hay una operación contra Maqueda, que plantó el tercer voto para que Rosatti fuera presidente.
El gremialista Julio Piumato, cercano a Lorenzetti, adhirió a una denuncia contra la obra social de los judiciales que depende de Maqueda. Y cayó en Rafecas, el juez que mira el freezer donde Cristina colocó su postulación a Procurador que casi dos años atrás había empujado Fernández. Hagan juego.
* Para Clarín







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