
Macri y Cristina: el juego de las identidades políticas
En los contornos de la polarización se disputan la viabilidad política y económica del país. Imaginarios y electorados opuestos. El rol de Fernández.
OPINIÓN Pablo Romá*

Como en toda antesala electoral, se juegan en la coyuntura las internas de las dos principales fuerzas electorales del escenario político. Pero sería superficial quedarse allí. Se juega también la viabilidad política y, no menos importante, económica del país. La perspectiva de un nuevo confinamiento no hacen más que anunciarla.
En este plafón inestable que es el presente del país, Cristina Fernández de Kirchner y Mauricio Macri juegan su propio juego. Aparecen dos polos opuestos y enfrentados, porque así lo determinan también sus electorados anclados en fuertes contenidos identitarios, de clase y culturales. En estas identidades se ponen en funcionamiento imaginarios políticos de dimensiones casi míticas, aunque los asuntos que funcionan como sustrato de los colosos son cuestiones mucho más tangentes como las cuentas fiscales, las reservas del Banco Central o la tasa de desempleo.
Macri afirmó que si Perón viviera sería militante de Juntos por el Cambio porque “nosotros somos los representantes de la Argentina que trabaja, mientras ellos son los representantes de la Argentina que no trabaja”. De repente, uno podría preguntarse si quien fue fotografiado a las 10 de la mañana saliendo de la cama, es el representante “de la Argentina que trabaja” frente a quienes tienen la cultura del no trabajo. Es Horacio Rodríguez Larreta un integrante mucho más claro de la cultura del emprendedor que Juntos por el Cambio reivindica para sí, pero la política está hecha de desplazamientos. Mientras Macri parece hablarle a su segmento electoral, Larreta quiere ampliar el campo político de la oposición a ese difícil sector del centro que mastica los fracasos pasados y presentes.
Es en ese campo de fuerzas donde también abreva CFK, que para beneplácito y disgusto de sus seguidores apuntó contra la deuda privada condonada y pagada con el esfuerzo de los argentinos como una realidad condenada a repetirse, mientras Berni, emplazado y atento, seguía sus palabras. No era solo retórica sino la acuciante realidad de las arcas públicas, que en dos años se nutrieron de 57 mil millones de dólares sin nunca materializarse en obras públicas o inversiones nacionales y que penden sobre las cuentas fiscales del gobierno.
El lema redistribucionista de alinear tarifas, precios y salarios se vuelve más complejo de realizar mientras que su base electoral persiste, no por los avances propios, sino por el temor de quién se presenta como la Argentina alternativa. Alberto Fernández, experimentado en estos vaivenes de momentos críticos y paciente espera, apuesta a mantener un equilibrio tensionado por la puja distribucionista en un experimento de moderación que parece construirse día a día.
* Para www.letrap.com.ar




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