Un acuerdo celebrado, observado y todavía pendiente de definiciones

ECONOMÍA Agencia de Noticias del Interior
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  • El acuerdo marco con EE.UU. genera expectativas positivas, pero aún no se conocen los detalles técnicos.
  • AmCham celebró la facilidad para producir y reducir costos; la CAC pidió cautela hasta ver la letra chica.
  • CERA planteó dudas sobre la compatibilidad del pacto con las normas del Mercosur.
  • Persisten interrogantes sobre reciprocidad, aranceles y flexibilización de barreras estadounidenses.
  • El acuerdo incluye cláusulas que podrían impactar en el vínculo comercial con China.
  • La verdadera magnitud del entendimiento dependerá de las listas de productos y su implementación concreta.

El anuncio del acuerdo marco entre Estados Unidos y la Argentina, acompañado por la activación del swap por u$s20.000 millones, consolidó una señal política y económica que el sector exportador venía reclamando: previsibilidad, reglas claras y, sobre todo, un mensaje hacia los mercados de que la integración comercial vuelve a tener prioridad. Sin embargo, debajo de la superficie del optimismo inicial, persiste una prudencia extendida entre cámaras empresarias y especialistas, que aguardan la letra fina para evaluar el verdadero alcance del entendimiento.

El comunicado conjunto habla de promover el crecimiento a largo plazo, ampliar oportunidades y crear un entorno basado en normas. La premisa encaja con la tendencia global de Estados Unidos a fortalecer alianzas estratégicas en un contexto de tensiones geopolíticas crecientes. Pero, a falta de información detallada sobre aranceles, productos incluidos y compatibilidades regulatorias, cada sector lee el anuncio desde su propio interés.

En ese sentido, AmCham fue la más entusiasta. Sostuvo que el acuerdo deja a la Argentina en una posición privilegiada para adaptarse a los cambios en el comercio internacional, destacando que la reducción de costos y la eliminación de trámites redundantes podrían dinamizar la actividad económica. Para la entidad, la flexibilización regulatoria —como que la Anmat deje de exigir revisiones completas para fármacos ya aprobados por la FDA— implica una ganancia inmediata en competitividad, eficiencia y disponibilidad de productos.

La Cámara Argentina de Comercio, en cambio, optó por un tono más moderado. Si bien reconoce el potencial positivo, evita anticipar beneficios concretos sin ver el documento final. La entidad subraya que el abaratamiento de bienes importados podría beneficiar a consumidores y cadenas productivas, pero advierte que los cambios regulatorios deben ser sopesados para evitar distorsiones o impactos imprevistos sobre industrias locales más sensibles.

Donde aparecen los mayores reparos es en la Cámara de Exportadores (CERA). El núcleo de sus objeciones gira en torno a la compatibilización del acuerdo con los compromisos del Mercosur. No está claro cómo se articulará el acceso preferencial para productos estadounidenses con el arancel externo común, ni qué tratamiento recibirán posiciones exceptuadas. Para la entidad, la eventual contradicción con los marcos normativos regionales puede convertirse en un dolor de cabeza técnico y político.

CERA también señala que el acuerdo parecería contener compromisos más exigentes para la Argentina que para Estados Unidos. El país abrirá su mercado a una amplia gama de bienes —desde carne aviar y lácteos hasta tecnología y vehículos— y adoptará estándares regulatorios norteamericanos, mientras que aún no existe una contrapartida clara sobre reducciones arancelarias o flexibilización de barreras estadounidenses, como las que pesan sobre acero y aluminio bajo la Sección 232. La ausencia de un listado preliminar de productos argentinos beneficiados alimenta la cautela.

A esto se suma un elemento geopolítico delicado: las menciones implícitas a China. El acuerdo insta a revisar prácticas de empresas estatales y subsidios que distorsionen el comercio, así como a combatir políticas “no orientadas al mercado”. Para CERA, esta formulación puede reconfigurar de forma indirecta el vínculo comercial argentino con su principal socio extrarregional, afectando cadenas de valor donde el gigante asiático es proveedor clave. Las cláusulas vinculadas al trabajo forzoso, similares a las incluidas en acuerdos recientes de Estados Unidos con otros países, podrían generar impactos adicionales en sectores dependientes de insumos chinos.

En materia de inversiones, la declaración conjunta habla de cooperación en minerales críticos, aunque no define si habrá un acuerdo específico como los que Estados Unidos firmó con Australia o Malasia. Tampoco se detallan compromisos concretos sobre proyectos o financiamiento. Llamó la atención, además, la mención a “estabilizar el comercio global de soja”, un mercado dominado por Brasil que deja interrogantes sobre la capacidad real de influencia bilateral.

El entendimiento, en suma, marca un avance diplomático y un gesto político que reordena prioridades y reposiciona a la Argentina dentro del esquema de alianzas internacionales. Pero su impacto económico dependerá de los pormenores: las listas de bienes, los compromisos arancelarios, la forma de compatibilizar el texto con el Mercosur y la implementación efectiva de las nuevas reglas. Hasta entonces, conviven entusiasmo, expectación y una cautela que los empresarios no disimulan.

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