
Scott Bessent y la pulseada con el “colchón argentino”: el mercado desafía la apuesta por el peso
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- Scott Bessent intervino en el mercado argentino para respaldar al peso, pero su estrategia perdió eficacia.
- La desconfianza persiste ante el déficit externo y las tasas de interés récord.
- El mercado de futuros ya anticipa una devaluación tras las elecciones.
- Medios internacionales calificaron de “insostenible” la defensa del peso.
- Crecen los depósitos en dólares, pero sin fuga bancaria.
- Analistas sospechan que el Tesoro busca facilitar la salida de fondos amigos como Discovery, BlackRock y Pimco.
Quién le iba a decir a Scott Bessent —veterano del trading global, ex gestor del legendario Soros Fund Management y actual secretario del Tesoro norteamericano bajo la administración Trump— que una de sus batallas más difíciles no se libraría contra bancos centrales europeos, sino contra los pequeños ahorristas argentinos. Con más de 40 años de experiencia en los mercados, Bessent, que alguna vez le ganó la pulseada al mismísimo Banco de Inglaterra, enfrenta ahora un enemigo menos institucional pero más persistente: la desconfianza criolla hacia el peso.
Su intervención en el mercado cambiario argentino, con el objetivo de apuntalar a la moneda local, no logró revertir la tendencia. Pese a su contundente afirmación de que el peso estaba “subvaluado” y representaba una buena inversión, ni los grandes fondos ni los ahorristas minoristas parecen convencidos. Las operaciones recientes muestran que el “negocio de comprar pesos” duró poco: la primera venta de dólares por parte de Bessent, por unos 24 millones —una cifra modesta comparada con los montos de Toto Caputo—, consiguió una baja fugaz del tipo de cambio, que pasó de $1.468 a $1.420 en minutos.
El resultado inicial pareció alentador: en dos días hábiles, la operación habría dejado una ganancia del 7,5%, unos 1,8 millones de dólares. Pero el segundo intento de estabilización fracasó. La orden de venta de Bessent en $1.400 apenas contuvo la escalada, y el mercado volvió a presionar al alza, con el dólar tocando los $1.420 antes de ceder ligeramente al cierre. La conclusión fue clara: los pesos no rebotaron y la pérdida reemplazó a la ganancia.
El mercado, fiel a su tradición preelectoral, se refugió en el dólar. No solo los inversores institucionales desconfían de la sostenibilidad del esquema de bandas cambiarias: también los analistas advierten desequilibrios estructurales. El déficit de cuenta corriente, que ya acumula 2.400 millones de dólares y podría superar los 5.700 millones el próximo año, alimenta los temores de una corrección cambiaria.
Las tasas de interés, por su parte, rozan niveles incompatibles con la actividad productiva. En el sistema bancario, los adelantos en cuenta corriente para empresas superan el 120% anualizado, un reflejo de la contracción monetaria impulsada por el propio Gobierno. En paralelo, el mercado de futuros muestra una expectativa creciente de devaluación para fin de año, lo que contradice la narrativa optimista de Bessent.
La consultora LCG resumió el clima con crudeza: “Más allá de las subas y bajas, el mercado sigue descontando que más temprano que tarde el esquema de bandas quedará obsoleto”.
A estas señales se suman críticas internacionales. Tanto el Financial Times como The Wall Street Journal advirtieron que la estrategia del Tesoro norteamericano podría ser contraproducente. “Aferrarse a una moneda sobrevalorada puede frenar los precios, pero también frena el crecimiento económico. En el caso argentino, ha agotado reservas y alentado la fuga de capitales. Es insostenible”, sostuvo el FT en un reciente editorial.
Mientras tanto, los argentinos siguen dolarizándose. Según fuentes bancarias, hubo jornadas en las que los depósitos en dólares crecieron en 400 millones, el doble de los picos registrados en crisis anteriores. Sin embargo, a diferencia de otros episodios, buena parte de esos fondos permanece en el sistema financiero: los depósitos bancarios en moneda extranjera suman ya 35.000 millones, un 20% más que en abril pasado.
En Wall Street, en tanto, surgen sospechas sobre los verdaderos motivos detrás de las operaciones de Bessent. Algunos analistas hablan de un “pump exit”, la estrategia de inflar temporalmente un activo depreciado para permitir la salida de inversores amigos sin pérdidas. En la lista de posibles beneficiados figuran fondos como Discovery Capital Management —dirigido por Robert Citrone, exjefe y amigo personal de Bessent—, además de BlackRock, Pimco y Fidelity, viejos conocidos del mercado argentino.
El propio Citrone, que hace un año apostaba a un peso fortalecido y veía rendimientos del 18% en deuda argentina, estimaba que un dólar “razonable” rondaría los $1.450. Paradójicamente, esa cifra es casi idéntica a la actual cotización del “contado con liqui”. Si su objetivo era salir del mercado, tal vez el rebote fugaz del 10 de octubre —cuando el CCL cayó de $1.560 a $1.538— haya sido la ventana ideal para hacerlo.
Lo que parece claro es que, más allá de la sofisticación de las estrategias financieras, Bessent no ha logrado vencer la lógica del ahorrista argentino. El “colchón” sigue siendo, por ahora, un refugio más confiable que las promesas del Tesoro estadounidense.






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