El endeudamiento silencioso de la clase media: préstamos, tarjetas y el costo de llegar a fin de mes

ECONOMÍA Agencia de Noticias del Interior
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  • La clase media enfrenta un desajuste estructural entre ingresos y gastos mensuales.
  • Financiarse con préstamos personales o tarjetas genera deudas impagables a mediano plazo.
  • En un año, un déficit mensual de $300.000 puede transformarse en más de $6 millones de deuda.
  • Pagar solo el mínimo de la tarjeta perpetúa el endeudamiento, sin reducir el capital.
  • Ajustar gastos y generar superávit es la única salida viable.
  • La disciplina financiera es clave para recuperar estabilidad y evitar el endeudamiento crónico.

Aunque la inflación dejó atrás los picos de tres dígitos y hoy se estabiliza en torno al 30% anual, la clase media argentina continúa atrapada en una paradoja económica: los salarios ya no corren tan atrás de los precios, pero tampoco logran recomponer el poder adquisitivo perdido en las últimas décadas. En ese equilibrio precario, muchas familias enfrentan un desajuste estructural entre ingresos y gastos, que las empuja a endeudarse para sostener su nivel de vida.

La diferencia puede parecer pequeña —unos pocos cientos de miles de pesos al mes—, pero esa brecha se convierte rápidamente en una bola de nieve cuando se recurre al financiamiento bancario o al crédito con tarjeta. En un contexto donde el acceso a la financiación se volvió más fácil pero también más caro, cada decisión financiera tiene un peso considerable sobre la economía doméstica.

La ilusión del préstamo fácil

Tomemos el ejemplo de una familia tipo con ingresos mensuales de $3.500.000 y gastos por $3.800.000. El déficit de $300.000 puede cubrirse mediante un préstamo personal, un recurso rápido y sin grandes requisitos. Sin embargo, detrás de esa aparente solución se esconde un mecanismo peligroso: con una tasa nominal anual del 120%, equivalente a un interés efectivo mensual del 10%, la deuda crece a un ritmo acelerado.

En el primer mes, la familia debe $300.000. Al segundo, la cifra sube a $630.000, y el proceso continúa sin pausa. En apenas un año, la deuda acumulada asciende a más de $6.400.000, lo que equivale a casi dos meses completos de ingresos. Lo que comenzó como un desfasaje del 8,5% se transforma en una carga difícil de sostener, especialmente si los ingresos no crecen al mismo ritmo.

La trampa del pago mínimo

El otro camino más habitual es usar la tarjeta de crédito para cubrir el bache mensual, con la idea de abonar solo el pago mínimo si no se llega al total. A primera vista, parece una estrategia menos agresiva, pero los números muestran lo contrario. Con una tasa nominal anual cercana al 85% y un costo financiero total que supera el 160%, el efecto acumulativo resulta igual de asfixiante.

En el ejemplo, la familia financia $300.000 el primer mes, paga el mínimo de $15.000 y arrastra un saldo de $285.000. El mes siguiente, al sumar un nuevo déficit, la deuda trepa a casi $579.000. El problema es que el pago mínimo apenas cubre los intereses, por lo que el capital sigue intacto y crece mes a mes. Al cabo de un año, la deuda llega a $4.489.000, algo menor que la del préstamo personal, pero con un patrón más dañino: nunca se reduce el capital, solo se “patea” hacia adelante.

Ajustar para salir del círculo vicioso

Ambos mecanismos pueden funcionar como un salvavidas temporal, pero sin un cambio de hábito financiero, se convierten en trampas de largo plazo. El único camino posible es revertir el déficit mensual y generar un superávit que permita amortizar la deuda.

En el caso de la tarjeta de crédito, un recorte del 20% en los gastos —de $3.800.000 a $3.040.000— deja un margen de $460.000 para comenzar a pagar. Aunque el proceso es lento, la tendencia se invierte: los intereses bajan cada mes y el capital se reduce de forma sostenida. Con disciplina, la familia podría cancelar la deuda en unos 22 meses.

En cambio, para el préstamo personal, el ajuste necesario es mayor. Reducir un 25% los gastos permitiría generar un superávit de $650.000, suficiente para empezar a achicar el capital de una deuda de más de $6 millones. En ese escenario, la cancelación total podría demorar varios años, pero al menos la familia lograría frenar el deterioro financiero.

Disciplina, previsión y cambio cultural

Más allá de los cálculos, el diagnóstico es claro: la clase media argentina vive una tensión permanente entre mantener su estándar de vida y evitar el endeudamiento crónico. La estabilidad de precios actual ofrece una oportunidad única para reorganizar las finanzas personales, detectar fugas en el gasto y establecer márgenes de ahorro, por mínimos que sean.

La experiencia muestra que, sin planificación, cualquier crédito termina siendo un impuesto silencioso al consumo. Pero con una estrategia de ajuste sostenido y decisiones conscientes, cada peso ahorrado puede convertirse en una inversión en tranquilidad futura. En un país acostumbrado a vivir al día, lograr ese equilibrio es, quizás, el mayor desafío de todos.

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