Los senderos a la gobernabilidad enredan la interna libertaria

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El Gobierno Nacional no confiesa con palabras cuáles fueron los condicionamientos del Tesoro norteamericano para respaldarlo, pero sí con acciones.

Desde que Scott Bessent calificó a la Argentina como un aliado “sistemáticamente importante” y advirtió que “todas las posibilidades de estabilización están sobre la mesa”, el presidente ha moderado el tono de sus declaraciones y reiniciado el diálogo con Mauricio Macri, mientras encargó al Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, y al “asesor estrella”, Santiago Caputo, la recomposición de la relación con los gobernadores. Gobernabilidad. Ese es el mandato del Tesoro.

El asunto es que los alquimistas libertarios de gobernabilidad funcionan con manuales diferentes y, más importante aún, representan intereses distintos. Mientras Francos ha terminado encajando en la estructura que reporta a la secretaria general de la Presidencia, Caputo mantiene intereses permanentes que pasan por fuera de Karina, que se confunden -por momentos- con los del propio Macri, y se inclinan hacia las excomulgadas Fuerzas del Cielo.

Más allá de la evidente dificultad que para LLA representa recular en campaña, con los gobernadores en sinergia y ante una dinámica positiva, Francos enfrenta una adversidad particular: su palabra está desgastada. El Jefe de Gabinete fue sistemáticamente utilizado por la Casa Rosada como un celador. Un obstáculo para que los mandatarios provinciales no llegaran a plantear sus reclamos a la Presidencia. Y es difícil que, quienes hasta hace días lo sufrieron como una suerte de guardián kafkiano, hoy lo revaliden como vínculo auspicioso con el Gobierno.

Caputo, por su lado, no enfrenta dificultades menores. Llegado el caso, es él quien enhebró la estrategia discursiva del Milei de los primeros tiempos como presidente, de espaldas a un Congreso tipificado como un “nido de ratas” por su retórica. 

Pero el pragmatismo es ancho.

Caputo conserva buen diálogo con Gustavo Valdés, gobernador de Corrientes con quien propuso forjar una alianza electoral antes de que se impusiera el criterio de los Menem, y el oficialismo terminara cayendo 52 a 9 contra el hermano del mandatario provincial.

Valdés sería el nexo a través del cual Caputo intentaría tejer un acuerdo de gobernabilidad con Provincias Unidas, para apaciguar un escenario que volverá a agitarse si no se garantiza la estabilidad cambiaria o si el Gobierno no consigue convertir el hándicap que representa ser la única marca electoral que compite en todos los distritos en una victoria en las urnas.

En rigor, el plan de Santiago Caputo es más amplio, e implica el apartamiento definitivo de los Menem del armado político y su empoderamiento -formal o no- en el dominio de tales menesteres.

Estos relámpagos siguen animando la interna libertaria, que se cifra en una disputa permanente entre las estructuras que controla la secretaria general de la Presidencia y la expectativa de las Fuerzas del Cielo de ganar protagonismo en el Gobierno -en parte, para evitar un take over absoluto de Macri-. Pero lo cierto es que las semillas plantadas por el karinismo son definitivas. El 17 de septiembre, con el cierre de listas, se consolidó en Córdoba -por dar un ejemplo- una primacía de Gabriel Bornoroni que será prácticamente infranqueable, si se atiende a la lógica que orientó el armado de la lista. Después del 26 de octubre Bornoroni controlará, muy probablemente, al menos tres votos en la Cámara de Diputados. Lo suficiente para ser inamovible.

CON INFORMACION DE DIARIOALFIL.

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