

El nuevo régimen cambiario se afianza, pero advierten hasta qué punto es sostenible la baja del dólar
ECONOMÍA Marcos Phillip*

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El nuevo acuerdo alcanzado por el Gobierno con el Fondo marcó un punto de quiebre en la política económica argentina. Los analistas coincidieron en que el entendimiento no solo trajo un alivio inmediato en términos de reservas, sino que también representó un giro profundo en el régimen monetario y cambiario. Entre los cambios más relevantes se destacan la implementación de un esquema de bandas móviles para el tipo de cambio, el abandono del crawling peg y una apertura gradual del cepo cambiario. Para los especialistas, se trata de una transición hacia un régimen más previsible y competitivo, aunque con desafíos significativos en el corto plazo.
En el plano cambiario, expertos coincidieron en que el mercado comenzó a ajustarse al nuevo régimen sin sobresaltos. La posibilidad de que el tipo de cambio se dirija hacia el piso de la banda, junto con la menor presión sobre el dólar financiero, ayudó a moderar las expectativas de devaluación. Los expertos señalaron que la eliminación del esquema blend canaliza la demanda hacia el mercado oficial, achicando la brecha, y que esto contribuye a una desinflación más controlada. A su vez, destacaron que el ingreso de dólares del FMI y otros organismos multilaterales permitió recomponer reservas y fortalecer la posición externa del Banco Central, aunque advirtieron que las metas de acumulación para el año siguen siendo exigentes.
Desde el frente monetario, los analistas resaltaron la adopción de un esquema basado en agregados, con el M2 transaccional como ancla principal. Si bien la tasa de interés pierde su rol central como referencia nominal, continúa operando como herramienta de contención inflacionaria mediante tasas reales positivas y mayores encajes. Además, se remarcaron las restricciones a la emisión monetaria, lo que refuerza la consistencia del programa en un año electoral. Para los especialistas, la coordinación entre política fiscal, cambiaria y monetaria será clave para sostener el sendero de estabilización.
En cuanto al impacto sobre la inflación y la actividad, las fuentes de mercado indicaron que el salto cambiario podría tener un efecto transitorio sobre los precios, con picos en abril y mayo. Sin embargo, si el shock es contenido, la tendencia desinflacionaria podría retomarse hacia el segundo semestre. A pesar de un posible freno inicial en el consumo y la inversión, se vislumbra un escenario más favorable para la llegada de capitales, especialmente en sectores exportadores. En conjunto, los expertos ven en este nuevo régimen un intento de reordenamiento macroeconómico que apuesta a recuperar la confianza y consolidar un nuevo equilibrio.
Una transición ordenada y sin sobresaltos
Según la consultora económica Ecolatina, el mercado comenzó a acoplarse de forma progresiva al nuevo esquema cambiario-monetario instaurado tras el reciente acuerdo con el Fondo. Desde la consultora explicaron que, pese a la incertidumbre que podría haber generado la implementación de las bandas cambiarias, la dinámica de la semana se mantuvo dentro de márgenes previsibles y sin sobresaltos.
En este contexto, la evolución del tipo de cambio evidenció un comportamiento más estable de lo esperado inicialmente. Para Ecolatina, el equilibrio transitorio alcanzado en los primeros días de aplicación del nuevo régimen estuvo lejos de mostrar características explosivas, lo que generó cierto alivio en el mercado financiero local.
Además, la señal emitida por el Banco Central reforzó la tendencia bajista del tipo de cambio. La autoridad monetaria anunció que permitirá a inversores no residentes acceder al Mercado Libre de Cambios (MLC) para repatriar nuevas inversiones, medida que impactó positivamente en las expectativas de ingreso de divisas.
Desde la consultora aclararon que el acceso al mercado oficial estará condicionado a la liquidación previa de la inversión original, en línea con lo establecido para el financiamiento externo. También subrayaron como relevante el hecho de que las inversiones deberán mantenerse por al menos seis meses, diferenciándose claramente del período 2016-2019.
Nuevos instrumentos y reconfiguración del carry trade
En paralelo, Ecolatina destacó la presentación de la nueva Serie 4 del BOPREAL, destinada a regularizar deudas comerciales anteriores al 12 de diciembre de 2023, además de dividendos y servicios de deuda retenidos con empresas vinculadas. Esta nueva serie tendrá un plazo de tres años, será nominada en dólares y podrá ser suscripta en pesos, lo cual amplía las posibilidades de participación.
Los analistas de la consultora remarcaron que estos bonos devengarán intereses semestrales y que el capital será amortizado en un único pago al vencimiento. La primera emisión de esta serie alcanzará los u$s 3.000 millones, lo que representa un paso relevante en la búsqueda de normalizar pasivos pendientes con el exterior.
En este marco, la normativa que habilita el ingreso de capitales de no residentes reconfiguró el escenario para las estrategias de carry trade en dólares. La expectativa de una mayor afluencia de inversiones al mercado oficial elevó el potencial de oferta de divisas, instalando la posibilidad de que el tipo de cambio converja hacia el límite inferior de la banda.
Este movimiento sería coherente con el objetivo del gobierno, que busca estabilizar el tipo de cambio en niveles que permitan controlar la inflación y reducir la volatilidad. La menor devaluación inicial respecto a lo esperado, combinada con un dólar en baja y expectativas de estabilidad cambiaria, contribuyen, según Ecolatina, a un sendero de precios más moderado al estimado previamente.
Un cambio de rumbo con señales de mayor previsibilidad
A su turno la economista Milagros Gismondi, de la sociedad de bolsa Cohen, analizó el nuevo acuerdo con el FMI como un punto de inflexión para la economía argentina. Según su visión, la importancia del entendimiento no radica únicamente en el alivio financiero inmediato, sino en el giro estructural que implica en términos de política económica. Entre los principales cambios se destaca la eliminación del régimen de devaluación gradual —crawling peg— y la implementación de un sistema de bandas móviles para el tipo de cambio.
La especialista explicó que esta transición también incluye una apertura progresiva del cepo cambiario, comenzando por la eliminación de restricciones para personas humanas. A su vez, se abandona el esquema blend que combinaba liquidaciones en el mercado oficial y financiero, mientras que se habilita el giro de dividendos a partir de 2025. Estos movimientos son leídos como señales de una economía que apunta a mayor competitividad y previsibilidad, aunque aún persisten límites, especialmente para las operaciones de empresas.
Gismondi destacó que, pese al avance en términos de régimen, el proceso de liberalización está lejos de concluir, dado que las restricciones para el sector corporativo continúan vigentes. Esta transición, si bien orientada hacia una apertura mayor, todavía requiere definiciones y ajustes adicionales para consolidarse plenamente.
A corto plazo, la economista reconoció que podrían esperarse momentos de volatilidad y presiones inflacionarias. No obstante, indicó que la intensidad del impacto dependerá del nivel de equilibrio al que llegue el tipo de cambio. Si se estabiliza en torno a valores intermedios, el ajuste de precios podría ser más acotado y de duración limitada.
Política monetaria con foco en agregados y disciplina fiscal
Otro de los pilares del nuevo programa económico es la política monetaria basada en agregados. Gismondi explicó que el M2 privado transaccional —que contempla efectivo en manos del público y depósitos a la vista no remunerados— se convierte en el principal objetivo operativo del esquema. Las metas se establecen trimestralmente, tomando como referencia el promedio del tercer mes de cada trimestre.
Aunque la tasa de interés deja de ocupar el rol central como ancla nominal, la economista aclaró que sigue siendo una herramienta relevante. Cumple la función de sostener la demanda de pesos y contener expectativas inflacionarias, especialmente a través de tasas reales positivas que se logran con mayores requerimientos de encaje. Esta combinación permite aplicar una política monetaria contractiva sin necesidad de fijar una tasa explícita.
Además del control de agregados, el esquema incorpora metas sobre los activos internos netos del BCRA. Esta variable —que representa la diferencia entre la base monetaria y las reservas netas— actúa como una segunda ancla para garantizar la consistencia entre las políticas fiscal, monetaria y cambiaria.
Gismondi subrayó que se refuerza la disciplina monetaria con la prohibición de emitir dinero para financiar al Tesoro o para cubrir intereses de los pasivos remunerados del BCRA. Este enfoque busca consolidar la credibilidad del programa y evitar desvíos que puedan comprometer el equilibrio macroeconómico.
Impacto en los futuros y revalorización de instrumentos en pesos
Uno de los efectos más notorios del nuevo panorama cambiario se reflejó en los contratos de dólar futuro. Según el análisis de Ecolatina, estos contratos mostraron una fuerte caída en su cotización, lo que evidencia una baja en las expectativas de devaluación para los próximos meses.
Como ejemplo, los contratos a abril pasaron de anticipar un dólar a $1.191 hacia fin de mes, a proyectar uno de $1.150, lo que revela un cambio significativo en las expectativas del mercado. Este fenómeno se tradujo también en un mayor apetito por instrumentos en pesos, señal de una mayor confianza en la estabilidad nominal.
Para la consultora, esta tendencia podría consolidarse si el Banco Central mantiene el curso actual, sin intervenir de forma directa salvo que el tipo de cambio alcance el piso de la banda cambiaria. De esta manera, se reforzarían las condiciones para sostener el carry trade, elemento clave para atraer flujos financieros en el corto plazo.
La revalorización de activos en moneda local también sugiere una percepción de menor riesgo en el frente inflacionario. Según los expertos de Ecolatina, este nuevo equilibrio no solo favorece la estabilidad de precios, sino que también contribuye a reconstruir la credibilidad en la política monetaria.
Reservas fortalecidas y desafíos por delante
Desde Ecolatina informaron que ya se concretó el primer desembolso del FMI por u$s 12.000 millones, acompañado de otros u$s 1.500 millones provenientes de organismos internacionales. Estos ingresos impulsaron las reservas brutas hasta los u$s 38.600 millones, el nivel más alto desde abril de 2023 y el más elevado bajo la actual administración.
No obstante, los analistas aclararon que, según los criterios del FMI, estos desembolsos no se computan dentro de las reservas netas, por lo que esta métrica seguiría en terreno negativo para el organismo. Esta discrepancia metodológica plantea un desafío adicional para el cumplimiento de las metas acordadas para junio.
En ese sentido, uno de los interrogantes centrales es la postura que adoptará el BCRA respecto a su intervención en el mercado. Para cumplir con los compromisos con el Fondo, el Central debería comprar unos u$s 3.500 millones dentro del MLC. A esto se suma la necesidad del Tesoro de acceder a, al menos, u$s 4.000 millones hacia julio, presión que podría trasladarse al mercado oficial.
Ecolatina señaló que el equipo económico buscará que el tipo de cambio se desplace hacia el piso de la banda, para que allí el BCRA comience a comprar. Esta estrategia permitiría controlar expectativas de devaluación, reforzar el esquema de carry y estabilizar las variables nominales en la antesala de las elecciones legislativas de octubre.
Por último, más allá del debate sobre las reservas netas, la consultora destacó que el BCRA logró recomponer las reservas líquidas, fundamentales para su capacidad de intervención en el mercado oficial. Estas reservas habían alcanzado su punto más bajo desde diciembre de 2023, y se recuperaron sensiblemente gracias al ingreso de fondos del FMI, reforzando el poder de fuego de la entidad.
Acumulación de reservas: un desafío progresivo
La meta de acumulación de reservas internacionales netas (RIN) es otro de los objetivos centrales del nuevo acuerdo con el FMI. Según detalló Gismondi, el programa prevé que se alcancen u$s 8.900 millones adicionales en reservas netas durante 2025, con la intención de cerrar el año con un saldo positivo de u$s 1.600 millones, partiendo de un rojo actual de u$s 7.300 millones.
La economista aclaró que estas metas podrían flexibilizarse si los desembolsos de organismos internacionales no se materializan según lo previsto. En concreto, si los ingresos por financiamiento general se ubican por debajo de los u$s 5.173 millones proyectados, las metas de reservas podrán ajustarse proporcionalmente, con un límite máximo de reducción de hasta u$s 4.000 millones.
En términos prácticos, Gismondi indicó que, descontado el financiamiento externo, el BCRA deberá generar al menos u$s 5.000 millones en compras netas en el mercado cambiario. Este esfuerzo estará concentrado principalmente en dos tramos del año: el segundo trimestre, con un ritmo estimado de u$s 1.400 millones, y el cuarto, donde se espera un ingreso de u$s 4.000 millones.
La economista concluyó que, si bien el nuevo marco ofrece liquidez y tiempo, el verdadero desafío será sostener la confianza del mercado. El Gobierno deberá gestionar el delicado equilibrio entre los compromisos con el FMI, la estabilidad macroeconómica y la dinámica política interna, especialmente en un año electoral y en un contexto donde la desinflación —uno de sus principales logros— comienza a mostrar signos de agotamiento.
* Para www.iprofesional.com




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