Schiaretti se fue a España para ver si la ve más clara

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A una semana de las elecciones, donde el peronismo cordobés enfrentó una estrepitosa derrota frente a la Libertad Avanza, resulta significativo el viaje a España del diputado electo Juan Schiaretti. Este alejamiento de la escena política nacional no solo parece un intento de esquivar el impacto inmediato del golpe, sino que también refleja una falta de conexión con las realidades locales que amenazan consolidar su legado político.
En su último discurso, Schiaretti felicitó a Gonzalo Roca por el triunfo de Javier Milei en Córdoba. Si bien su intención de presentar a Provincias Unidas como una fuerza que representa al interior del país es loable, la cruda realidad de una derrota tan contundente merecería un análisis más profundo. La supuesta consolidación de Provincias Unidas como fuerza nacional, con seis diputados en el Congreso, palidece ante la frustración de no haber podido captar el apoyo popular esperado. Es un mal presagio que los cinco de los seis gobernadores fundadores del espacio no lograron proteger sus distritos, evidenciando la fragilidad de un proyecto que se presenta como innovador.
La notable diferencia de 14 puntos en Córdoba, donde Schiaretti era el principal candidato, no puede minimizarse. El peronismo, con todos los recursos a su disposición, se estrelló en un esfuerzo por mantenerse relevante, lo que pone en tela de juicio no solo su estrategia, sino también el futuro de la política moderada en Argentina. El sueño de llevar al próximo presidente del país a la Casa Rosada se ha desvanecido, y lo que queda es un bloque de apenas 16 diputados que no garantiza una representación efectiva.
La ambición de Schiaretti de presidir la bancada ahora parece etérea. Mientras que algunos, como Miguel Ángel Pichetto, podrían preferir mantener sus posiciones de poder, no se vislumbra claramente que exista un camino sólido para que el ex gobernador asuma el liderazgo en el nuevo bloque. La falta de claridad en las negociaciones y la posibilidad de que otros nombres surjan como candidatos viables para la presidencia de la bancada también generan incertidumbre.
Desde el schiarettismo, se argumenta que liderar no necesariamente requiere ocupar el cargo de presidente de la bancada. Sin embargo, esta postura puede percibirse como una estrategia para defender su influencia ante la adversidad. La derrota no puede ser un mero ancla, a pesar de que algunos todavía insisten en no vincular profundamente el debilitamiento interno a los resultados provocadores de la elección.
Además, no está garantizado que el nuevo bloque cambie de nombre de Encuentro Federal a Provincias Unidas, otro signo de los vaivenes internos que deberán resolverse en los próximos días. La decisión podría subrayar la falta de cohesión y la búsqueda de identidad entre los actores políticos.
En medio de esta agitación política, Schiaretti sigue adelante con su agenda institucional en España. Su intención de intercambiar experiencias de gestión y promover la cooperación internacional es positiva, pero debe ser vista con escepticismo. La retórica de políticas modernas y una Argentina integrada al mundo debe traducirse en ejemplos concretos que beneficien a Córdoba y al resto del país. Las promesas de desarrollo, empleo y producción deben ser respaldadas por un compromiso auténtico y una conexión con la realidad que enfrente desafíos más cercanos a su gestión.
Es esencial que Schiaretti y su proyecto comprendan que el futuro político no se forja desde una distancia física o emocional, sino en la capacidad de responder a las demandas y expectativas de los argentinos. La verdadera relevancia se mide no solo en asientos en el Congreso, sino en el impacto que estos diputados pueden tener en las vidas de las personas que representan.

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