Luis Juez: "Podemos no coincidir en algunos temas con Milei, pero eso no puede ser una excusa para volver para atrás"

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Es completamente comprensible que podamos tener desacuerdos con las decisiones y políticas del gobierno nacional. Discrepancias en temas fundamentales son parte del tejido de una sociedad democrática y pluralista, donde diversas voces y opiniones deben ser escuchadas. Sin embargo, es esencial reconocer que nuestras diferencias no deben llevarnos a justificar un retroceso en los avances alcanzados hasta ahora.
La tentación de devolver el poder a aquellos actores políticos que han demostrado una y otra vez su incapacidad o falta de ética es un riesgo inminente que debemos evitar a toda costa. Hay una historia larga de corrupción y mala gestión asociada a ciertos grupos que han estado en la esfera del poder. No se trata solo de un rechazo a una ideología o partido en particular, sino de una poderosa necesidad de aprender de las experiencias pasadas. Reinstaurar a "los mismos bandidos de siempre" significaría anular los sacrificios y esfuerzos colectivos que se han hecho para sobrellevar los ajustes que, aunque difíciles, eran necesarios para encaminar al país hacia un futuro más prometedor.
Es fácil caer en el desánimo y el desencanto ante la situación actual, especialmente en un contexto de crisis y ajuste, donde se han realizado sacrificios genuinos por parte de la población. Sin embargo, es fundamental mantener la claridad y la franqueza al manifestar qué es lo que se está en juego. La lucha por la mejora de condiciones de vida, por un sistema justo y equitativo, no puede extinguirse ante una gestión que no cumple con las expectativas. Pero, en lugar de caer en el juego de la polarización que propone el retorno a viejas prácticas, necesitamos pensar en una propuesta constructiva que permita salir adelante.
Es irreal esperar que un país con más de 40 años de atraso en múltiples aspectos pueda recuperarse en un lapso de 18 meses. Los cambios profundos requieren tiempo, planificación y, sobre todo, consenso. No se trata solo de sustituir un gobierno por otro, sino de involucrar a la ciudadanía en un diálogo abierto sobre qué rumbo deseamos tomar. Esto implica construir un contrato social en el que las decisiones se tomen de manera transparente y participativa, reconociendo las lecciones del pasado y enfocándonos hacia un futuro que realmente represente los intereses de todos.
Por lo tanto, nuestra responsabilidad es abogar por una alternativa que no solo rechace el retorno a viejas prácticas, sino que promueva un cambio real, basado en la justicia, la inclusión y la transparencia. Solo así podremos esperanzarnos en que, poco a poco, no solo se supere el atraso, sino que se construyan las bases para un país verdaderamente diverso y próspero.

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