El Gobierno minimiza el impacto electoral del fin de las retenciones cero

POLÍTICA Agencia de Noticias del Interior
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  • El fin anticipado de las retenciones cero al trigo y la soja generó malestar en pequeños y medianos productores, que casi no pudieron aprovechar el beneficio.
  • ARCA cerró la medida en 72 horas al agotarse el cupo de declaraciones juradas, lo que favoreció a los grandes exportadores.
  • Nicolás Pino, de la Sociedad Rural, expresó sorpresa y pidió “prudencia”, aunque evitó una confrontación directa con el Gobierno.
  • En la Casa Rosada relativizan el traspié y sostienen que no tendrá impacto electoral, ya que “primará el gesto” de haber intentado beneficiar al sector.
  • Provincias Unidas consolida su fuerza en Santa Fe y Córdoba, distritos que el oficialismo ya da por perdidos, pero apuesta a quedar segundo y concentrar su estrategia en Buenos Aires.
  • La campaña libertaria busca minimizar el revés y contraponerlo con la propuesta del kirchnerismo de retenciones del 40%, reforzando la “campaña del miedo al pasado”.

El anuncio del fin anticipado de la medida de “retenciones cero” para el trigo y la soja, que el Gobierno había celebrado días atrás como un gesto hacia el campo, generó desconcierto y enojo entre pequeños y medianos productores, a menos de un mes de las elecciones nacionales. El esquema, que había sido presentado como un alivio impositivo coyuntural, duró apenas 72 horas y dejó en evidencia que los principales beneficiados fueron los grandes jugadores del sector exportador, mucho mejor preparados para reaccionar a la iniciativa.

El organismo de control aduanero (ARCA) comunicó el miércoles por la noche que se había alcanzado el cupo máximo de declaraciones juradas de ventas al exterior previsto en el decreto. El resultado inmediato fue la finalización de la medida, que en la práctica se tradujo en un efecto casi nulo para los productores de menor escala. “En 48, 72 horas se cubra todo y volvamos a lo de antes nos llamó la atención”, señaló Nicolás Pino, presidente de la Sociedad Rural, quien mantiene un diálogo fluido con el Ejecutivo. Aunque evitó un tono confrontativo, advirtió que “queremos ver si el productor realmente pudo aprovechar este beneficio”.

En la Casa Rosada relativizan el impacto del tropiezo y rechazan que se trate de un retroceso. “Lo comunicamos en tiempo y forma, estaba previsto un límite. El problema es que los jugadores más grandes estaban mejor preparados, pero no es responsabilidad del Gobierno”, afirmaron funcionarios consultados. Pese a las críticas, en el oficialismo confían en que la breve experiencia no dañará sus chances electorales. Al contrario, sostienen que el gesto de haber intentado eliminar retenciones será valorado en las urnas, más allá de que la promesa de una supresión definitiva sigue sin fecha.

La polémica estalló justo en medio de la consolidación de Provincias Unidas, el espacio opositor conformado por cinco gobernadores, que viene creciendo en el interior productivo. En el Gobierno ya asumen que Santa Fe y Córdoba quedarán en manos de esa fuerza, aunque relativizan la pérdida. “No hay chances de empate. Pullaro tiene buena gestión en Santa Fe y Schiaretti es imbatible en Córdoba. Pero quedar segundos no es un revés nacional”, admitió un operador cercano a Balcarce 50.

La estrategia oficial pasa por fortalecer los distritos que aún consideran competitivos: Ciudad de Buenos Aires, Mendoza y, sobre todo, la provincia de Buenos Aires. Allí las encuestas muestran un escenario cuesta arriba: en las secciones del interior bonaerense el oficialismo no logró imponerse en las elecciones locales y hasta quedó relegado detrás del kirchnerismo. Ahora la apuesta es reducir esa brecha y movilizar al electorado propio que no participó en los comicios previos. “Si logramos que los desencantados salgan a votar, tenemos chance de dar vuelta la historia”, aseguran en el comando de campaña.

El “episodio retenciones” preocupa, pero no tanto por su costo económico como por la señal política. La narrativa libertaria se sostiene en la confrontación con el kirchnerismo, al que responsabilizan de haber dejado un esquema de impuestos distorsivos. “Del otro lado está el kirchnerismo que quiere retenciones del 40 por ciento”, repiten dirigentes oficialistas, convencidos de que la comparación les será favorable en el electorado rural. En esa línea, no habrá mea culpa: se insiste en que el fracaso parcial de la medida se debió a la rapidez de las grandes compañías exportadoras y no a un error de diseño.

El revés también expone la fragilidad del Gobierno frente a los dilemas de corto plazo: por un lado, la necesidad de fortalecer las reservas del Banco Central; por el otro, el intento de aliviar la presión tributaria en sectores clave. En apenas tres días, la balanza terminó inclinándose hacia los jugadores más poderosos, dejando a los pequeños productores con sabor amargo.

En este escenario, la campaña oficialista apuesta a minimizar el efecto del traspié y a reforzar un discurso que combina la promesa de eliminación futura de retenciones con la advertencia de que un regreso del kirchnerismo implicaría un golpe aún más fuerte al agro. El resultado electoral, sin embargo, dependerá de un equilibrio delicado: la capacidad de retener el voto urbano y, al mismo tiempo, contener la fuga de adhesiones en el interior productivo hacia la nueva fuerza de gobernadores.

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