La política cordobesa se precipita hacia un fin de año agitado, con sesiones cargadas de tensión en la Legislatura, cambios en la estructura orgánica de los equipos de gobierno y una prematura carrera de posicionamientos hacia el 2025 que, desde luego, se corre con vistas al 2027, año en que se reparten los premios mayores.
A nivel provincia, no hay mucho con qué entusiasmarse. Salvo que un cisne negro ponga del revés al escenario local, Martín Llaryora irá por su reelección. En los hechos -a excepción de Juan Schiaretti- no parece haber ningún dirigente de extracción PJ capaz de disputarle esa candidatura. Y parece muy improbable que el ex gobernador lo haga.
Pero en el tablero municipal el asunto es muy distinto. Daniel Passerini ya agotó, como vice, su primer período, y no podrá aspirar a una segunda reelección en 2027. Por eso, no son pocos los que ven en el 2025 un paso obligado hacia la sucesión municipal, y se entusiasman con esa candidatura intermedia que, en los hechos, es una brasa caliente: nadie espera ganar, los más optimistas apuestan a salir segundos, y los que se guían por los números saben que la boleta estará entre en tercer y el cuarto lugar.
De ahí que el verdadero atractivo de las elecciones de medio término sea sumar una campaña que eleve los márgenes de conocimiento hacía el 2027, cuando se disputará el premio que de verdad atrae la atención de propios y extraños: el Palacio 6 de Julio.
Hacía allí se mueven, mas o menos confesamente, Myriam Prunotto y Miguel Siciliano, que trajinan el interior provincial para ver si son capaces de sacarse alguna ventaja en las mediciones que el Centro Cívico consume cada semana.
Y allí se explica también la hiperactividad de Javier Pretto, cuya relación con el intendente se habría deteriorado en los últimos meses. Es razonable. Passerini es el primer perjudicado de una carrera de posicionamientos que adelante los tiempos y ponga al gabinete a pensar más en las apuestas políticas a futuro que en la gestión del presente, arena en la que se juega la imagen del intendente.
Ahora bien, la “precandidatura” de Héctor Campana, ¿viene a agravar o a conjurar ese frente?
El secretario de Fortalecimiento Vecinal y Deportes de la Municipalidad adelantó, en el ciclo de entrevistas Voz y Voto, que se siente con energías para hacer un último intento para llegar a la Intendencia, aunque aclaró que no está trabajando con ese objetivo, porque hoy se encuentra abocado a la gestión.
Campana es, por sobre todas las cosas, orgánico. Y es por ello que cuenta con la confianza de Alejandra Vigo y Juan Schiaretti. Nadie piensa que sus declaraciones vayan a contramano de lo que el viguismo y el schiarettismo consideren oportuno.
Pero Campana no solo tiene la confianza del matrimonio. También el intendente le reconoce el trabajo que hizo durante la campaña que desembocó en una victoria de 7 puntos por encima de Rodrigo De Loredo. Campana ofició, entonces, como Jefe de Campaña.
Se trata de respaldos que, al momento, ningún otro lanzado a la carrera del Palacio Municipal reúne.
Por otro lado, las palabras de Campana sirven para enviar un mensaje hacia el viguismo.
La estructura que desde hace años comanda la senadora nacional no es ajena a los cambios que viene experimentando el oficialismo. Y si bien el llaryorismo pasó por la ciudad sin construir tropa propia en la capital, y el actual intendente se respalda en el viguismo, emisarios del gobernador ya han empezado a recorrer las seccionales, y varios de los referentes del viguismo ya se mueven bajo el compás que marca el Centro Cívico.
Poner a un viguista en la línea de largada sirve para estabilizar la cohesión del PJ Capital y echar a rodar un proyecto que pueda capturar la atención de los propios, a la espera de que el avance del Partido Cordobés no termine de desbaratar las estanterías del justicialismo.
CON INFORMACION DE DIARIO ALFIL, SOBRE UNA NOTA DE FELIPE OSMAN.