
Santilli, el nuevo puente entre Milei y la política tradicional
POLÍTICA Agencia de Noticias del Interior

- Diego Santilli asumió, de hecho, como ministro del Interior, en un intento de Milei por estabilizar políticamente su gestión.
- Ocho de cada diez menciones sobre el Gabinete libertario en redes son críticas o negativas.
- Su figura se asocia a “consenso” y “reforma”, aunque predomina una percepción de control político más que de renovación.
- Las menciones femeninas hacia Santilli fueron mayormente positivas; entre los hombres, prevalece la desconfianza.
- El nuevo ministro deberá recomponer la imagen del Gobierno y tejer acuerdos con provincias y bloques aliados.
- Su llegada refleja una apertura hacia el PRO y una búsqueda de mayor gobernabilidad dentro del oficialismo.
El ingreso de Diego Santilli al Gabinete nacional marcó un punto de inflexión en la estrategia política del presidente Javier Milei. Su desembarco en el Ministerio del Interior generó sorpresa, expectativa y, al mismo tiempo, recelo dentro y fuera del oficialismo. En un contexto de desgaste y conflictividad interna, su designación es leída como un intento de estabilizar la gestión y de tender puentes con sectores del PRO, del peronismo dialoguista y del radicalismo moderado.
A casi dos años del inicio del gobierno libertario, el clima político no es el más favorable. Según datos del Monitor Digital, ocho de cada diez menciones en redes sociales sobre el Gabinete expresan malestar o críticas hacia la administración nacional. En ese marco, Santilli aparece como una figura con capital político propio y una impronta más moderada, capaz de mejorar la comunicación y recomponer vínculos. Sin embargo, su nombramiento también reavivó las sospechas sobre una posible “macrización” del Gobierno.
Durante la última semana, el seguimiento digital sobre su figura mostró un 64% de comentarios negativos, una cifra elevada pero inferior a la del resto de los ministros. Los principales conceptos asociados a su nombre fueron “ministro”, “Gobierno”, “Gabinete”, “reforma” y “consenso”. Es decir, su aparición pública fue interpretada más como un intento de reorganizar el frente interno que como una renovación de fondo en la gestión.
Un equilibrio frágil entre dos mundos
Las redes también lo vincularon con actores centrales del oficialismo, como Guillermo Francos —su antecesor y hombre de confianza del presidente—, el jefe de Gabinete Manuel Adorni y el vicejefe Lisandro Catalán. Ese entramado muestra que la incorporación de Santilli no implica un desplazamiento del núcleo libertario, sino un movimiento táctico de Milei para oxigenar la gestión y sumar volumen político sin alterar el esquema de poder.
En el análisis cualitativo del Monitor Digital, se observó un dato llamativo: las menciones femeninas hacia Santilli fueron mayoritariamente positivas, destacando su perfil dialoguista y su experiencia en gestión. Entre los hombres, en cambio, prevalecieron las críticas y la desconfianza, centradas en su pasado dentro del PRO y su cercanía con el expresidente Mauricio Macri.
Esa dualidad refleja el dilema que enfrenta el nuevo ministro. Por un lado, debe mostrar que su llegada al Gabinete no es una concesión al macrismo, sino una apuesta a la gobernabilidad. Por otro, necesita demostrar resultados concretos en materia de articulación política, una tarea compleja en un gobierno caracterizado por su verticalismo y su comunicación directa con la opinión pública.
Una figura de mediación en tiempos de desgaste
Santilli llega con un desafío doble: recomponer la imagen del Gabinete en las redes sociales —uno de los espacios donde el oficialismo perdió apoyo en los últimos meses— y construir acuerdos políticos en un escenario marcado por la polarización. Su figura, más cercana al diálogo y menos confrontativa, podría contribuir a reducir tensiones y a darle previsibilidad a la agenda legislativa, especialmente en temas como la reforma laboral, el pacto fiscal y el Presupuesto 2026.
Sin embargo, dentro del propio oficialismo existen sectores que ven con cautela su desembarco. Para los más ortodoxos del círculo libertario, la incorporación de un dirigente formado en el PRO implica un riesgo de “contaminación política” o de pérdida de pureza ideológica. Para otros, en cambio, se trata de un paso inevitable en la búsqueda de sustentabilidad institucional.
La lectura predominante entre analistas y legisladores es que Santilli podría convertirse en una figura clave para tender puentes con los gobernadores y bloques aliados, sin alterar la centralidad política del presidente. Su trayectoria en la Ciudad de Buenos Aires y su perfil negociador lo posicionan como un interlocutor natural en un gobierno que necesita aliados para sostener su programa de reformas.
En definitiva, el arribo de Diego Santilli simboliza el intento de Milei por combinar pragmatismo y poder real. No disuelve las tensiones internas ni garantiza un cambio de rumbo, pero marca un giro hacia la política más tradicional, donde el diálogo y los acuerdos vuelven a tener valor.





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